ESPECTACULOS
Ovo. Cirque du Soleil

Un mundo de insectos que sabe deslumbrar al público

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Expertos. El primer show de la compañía canadiense en nuestro país fue hace 13 años. | Gza. Cirque du Soleil

La relación entre Buenos Aires y el Cirque du Soleil ya cumplió más de diez años. Muchos recuerdan su primera llegada en 2006 con su espectáculo Saltimbanco. Sus visitas en un comienzo fueron bianuales, pero desde hace tres años se repiten anualmente. En 2018 presentaron Amaluma y trajeron su carpa, pero este Ovo es el segundo espectáculo que conocemos en otros espacios. El primero fue Sép7imo día. No descansarás (2017) en el Luna Park, ahora el ámbito elegido es el Estadio Bicentenario en Tecnópolis.

Este grupo  internacional que tuvo su origen en 1984, más precisamente en Quebec, Canadá, se transformó en una industria cultural con sedes en varias partes del mundo. El espectáculo Ovo (2009) lleva la firma de la directora brasileña Deborah Colker, por eso no es casual que musicalmente imperen ritmos propios de su país como la bossa nova y la samba, pero entrecruzados con funk y electro. Aquí no hay una historia como en otras presentaciones, sino que es el mundo de los insectos lo que caracteriza a Ovo. Desde cucarachas, hormigas hasta mariposas o arañas, todo se verá trasladado con una estética donde imperan como siempre el color y la imaginación en sus diseños.

Cada secuencia de acrobacia conlleva casi un homenaje a algunos de estos bichos. Aquí los anfitriones del show –los presentadores– no están vestidos de clown sino que se han enfundado en un escarabajo, una mariquita –para nosotros vaquita de San Antonio– y una mosca. Predominan los cuadros aéreos, mundo muy propio de los insectos y que en este espectáculo se vieron encarnados por ejemplo en el vuelo de las mariposas que se concretó a través de las correas volátiles. Otra secuencia tuvo como protagonistas a escarabajos, hormigas y el que casi cierra el show fue imaginado por unas inolvidables langostas. Tampoco habría que olvidar la excelente secuencia de los diábolos a cargo de Tony Frebourg de Francia, enfundado como luciérnaga, o la cuerda floja que emprende la araña, encarnada por Qiu Jiangming de China.

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Nuevamente el asombro tuvo dos ejes, la belleza del vestuario y maquillajes y la perfección técnica en cada número de acrobacia, muchas de ellas sin cinturón de seguridad y con riesgo para el artista, ya que en muy pocos casos se veían las colchonetas debajo de la secuencia. En el programa de mano se puede constatar la variedad de nacionalidades y este es otro de los sellos del Cirque du Soleil: su impronta internacional. Ovo presenta el mundo de la naturaleza, la más pequeña, la que suele pasar inadvertida y que con talento se amplió para trasladarla con color, brillos y creatividad.