Ruth Carter, responsable del vestuario del film que está batiendo récords, festeja que el éxito masivo y mundial haya llegado para quedarse con los personajes de color.
Ropas. Ruth Carter supervisa el vestuario de la película Pantera Negra en un alto del rodaje con el director Ryan Coogler. |
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Juan Manuel Domínguez
En la crítica de Pantera Negra publicada por la revista Time, Stephanie Zacharek define el traje del superhéroe de color que ha revolucionado al mundo (con ganancias que pueden sobrepasar los mil millones, la línea de llegada de cualquier tanque de Hollywood) como “aquel que posee más estilo en la historia del género”. Cuando Ruth Carter, responsable por el diseño de vestuario del film de Marvel que se ha convertido en un fenómeno social, al mismo tiempo que éxito de taquilla, escucha eso del otro del teléfono, festeja. “¿De verdad fue así?”, pregunta, feliz. Lo cierto es que en treinta años de carrera en Hollywood, y habiendo colaborado con nombres como Spike Lee y Steven Spielberg, Carter sonríe como nunca: “Lo que esta película está logrando supera todo aquello que soñamos con ella. Todos creíamos que iba a ser distinta, pero terminó siendo igual a otros films de superhéroes en la mejor forma posible: fue tan éxito como aquellos que vinieron antes, mostrando que la diversidad es real, al menos a la hora de los superhombres y espero que más, una cosa del pasado”.
—La película posee un estilo visual muy poderoso, que ha sido definido como “afrofuturismo”. ¿Creés que la belleza en el diseño puede ser algo político?
—Mmmmm. La belleza como política… Me gusta esa idea. Al estar ambientada en una cultura falsa pero poderosa, con tecnología más avanzada de lo que conoce el mundo y recursos impensados para el exterior, debía ser una muestra de otra forma de vida, de belleza. Quizás ese fue un gran desafío: pensar la forma de vestirse de una civilización con raíces africanas que respeta sus orígenes, que ama su pasado, con una vida espiritual más grande. Entonces fue cuando decidí buscar costumbres de vestimentas de varias tribus aún presentes en territorio africano. No quería simplemente que se viera cool, quería que fueran prendas que representaran esa mentalidad de esa nación, que es más humanista y centrada que las que hemos visto en el cine hasta ahora.
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—¿Cuánto entonces se puede jugar con esa idea, el afrofuturismo, sin chocar con el absurdo del género? ¿Dónde está la línea?
—Esa era mi pregunta también. Llega un momento donde desarrollás un instinto, donde podés entender, o creer entender, qué quiere el director, qué quiere el público, qué puede sorprender; tres ideas que terminan definiendo qué podés y qué no hacer a la hora de inventar el traje de un superhéroe. Bah, reinventar, porque había mucho recorrido antes de mí.
—¿Cómo sirvió ese recorrido, esos años del personaje llamado Black Panther desde los 60 hasta la actualidad?
—Muchísimo. Los cómics poseen una libertad a la hora del diseño que, claro, puede oscilar entre algo muy espantoso, o poco práctico, pero también hay bellezas que en esa anarquía del diseño, esa búsqueda desesperada de lo cool y de lo icónico, logran cosas fascinantes. Black Panther, precisamente, es uno de esos personajes y así fue desde los días de Jack Kirby en el personaje hasta la actualidad, pasando por Christopher Priest, quien prácticamente creó el mundo donde se da la película. Me gusta reconocer esos nombres, porque a veces no se habla de ese diseño de personajes y es fundamental para muchos de nosotros esa referencia. Estás siempre a un paso del ridículo pero lográs algo invencible. Es un juego muy divertido.
