ESPECTACULOS
‘Las grietas de Jara’

Un thriller oscuro para sobrevivir a los miserables

PERFIL estuvo en el rodaje del último film de Nicolás Gil Lavedra, basado en la novela de Claudia Piñeiro. El proceso de trabajo con los actores, la adaptación a la pantalla grande y los temores a estrenar en un año fuerte para el cine nacional.

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Relaciones. Nicolás es hijo de Ricardo Gil Lavedra, quien actualmente está en pareja con Claudia Piñeiro. | Cedoc Perfil
Buenos Aires, pleno Barrio Norte. Falta sólo un día para el fin del rodaje de Las grietas de Jara, la adaptación de Nicolás Gil Lavedra (su film previo fue Verdades verdaderas, la vida de Estela, 2011, sobre Estela de Carlotto) del best-seller de Claudia Piñeiro (Las viudas de los jueves, Betibú), que ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz gracias a esta novela de 2009. El calor se pega en esta tarde. Aun así, en la escalera más angosta y noir que puede imaginar Belgrano, esa temperatura y esa obra, Joaquín Furriel camina. Una y otra vez. Es una escena simple. Casi un trámite. Pero lo que fascina es la oscuridad, la carga: una pared que pide a gritos ser otra se convierte gracias un equipo de rodaje con otra temperatura (sólo eso explica su devoción) y en tan sólo una toma en un reflejo de eso que Gil Lavedra define como “un gran thriller que habla de las cosas que hay que hacer para sobrevivir en un mundo de hijos de puta”.

No es el primer set complicado de la adaptación que producen MyS Producción, Cindy Teperman, Telefe, DK Group, Benteveo Producciones Audiovisuales, Royal Cinema, Non Stop y Gaman Cine, y que cuenta con protagónicos de Joaquín Furriel, Oscar Martínez, Soledad Villamil, Santiago Segura, Sara Sálamo y Laura Novoa. Durante las siete semanas de rodaje, Las grietas de Jara ha devenido una película “muy urbana”. PERFIL lo vivió de primera mano esa tarde.
Entre las anécdotas del rodaje del film que se estrenará, Gil Lavedra habla con orgullo del día en que se rodó tanto en la estación Lima (“por un tema de colores de azulejos”) como en la terraza del Palacio Barolo (día que incluye dos cámaras, una en cada lado de Rivadavia, y el director cruzando la calle al trote para ahora mirar hacia el Barolo). Hoy, y apenas un fin de semana después del rodaje, Gil Lavedra ya está armando el film, montando su versión final.

¿Cuál es hoy por hoy el resultado de llevar al cine una de las mejores novelas de Piñeiro, de las más enojadas con el día a día y todo lo que implican temores varios? “Lo estoy encontrando. Vi la peli el primer martes a la noche después de finalizado el rodaje, un primer corte. Mientras yo iba filmando, me iban montando las escenas. Ya ver que funciona es un relajo. Ese es el gran miedo. La realidad es que por ahora funciona bárbaro. La siento bien contada. Pero siempre es una decisión de la gente. Uno intenta ser sutil, ser explícito, y me parece que pasa eso”.

Las grietas de Jara tiene en Furriel, Martínez, Villamil, Segura, Novoa y Sálamo uno de los castings con más peso de un año con estrenos argentinos muy fuertes. Gil Lavedra: “Fue muy intenso el trabajo con los actores. Tuvimos las fiestas antes del rodaje, Joaquín Furriel, que es el principal, estaba terminando un trabajo antes de empezar con nosotros. Tenía dos actores españoles que venían de afuera, Santiago Segura y Sara Sálamo, y eso nos complicó el tema de los ensayos. Pero también, cuando tenés actores como Soledad Villamil y Oscar Martínez, todo se da de una manera tal que tenés que encontrar el tono del personaje y las cosas salen solas. Y así fluyó todo. Ahora que estoy viendo más tranquilo, voy encontrando cositas, gestos de cada uno, y es muy bueno poder ver eso, ver ese valor agregado”.

Una de las virtudes del film fue cruzar dos nombres como Segura y Martínez por primera vez en el cine. Gil Lavedra: “Tienen una escena en común. Muy difícil. Pero fue un lujo”. Segura generó un vínculo distinto con el director gracias a un rol particular: “Primero todo el trabajo con él fue por mail, sobre todo el tema de ver el personaje y cómo lo resolvía. Arreglar un Skype era muy difícil. Cuando vino estaba muy asustado, porque nunca había hecho un personaje de este tipo. Porque obviamente tenía ironía, pero toca algo dramático que él nunca había tocado. No es que nos hicimos amigos, pero lo vi más desarmado, por decirlo de una forma, y fue más fácil llevarlo hacia donde quería”.

Claudia Piñeiro es también la esposa del padre de Nicolás, Ricardo Gil Lavedra, ex integrante de la Cámara que juzgó a las Juntas Militares. Entonces, el “paso de posta” fue particular, en el mejor sentido: “Hay una relación personal, claro. Hubo muchísimo laburo previo. Desde el momento en que decido hacer este libro y ella acepta. Aproveché un viaje y le hice muchas preguntas de la historia en sí. Algunas no se acordaba, pero muchas me las fue contestando. Cuando adapto, tengo el guión, pero todos sus comentarios eran para mejor y para entender esta nueva trama y esta nueva obra. Teníamos que ver qué queríamos contar, qué se cuenta del libro y cómo queríamos contarlo”.

Hay algo que Gil Lavedra también sabe, y es que el estreno, el 8 de junio, llega en un año en que el cine argentino tiene muchos estrenos fuertes (Zama, La cordillera, Mamá se fue de viaje): “Con miedo, intentando hacer lo mejor posible todo el tiempo. Esta cosa de saber que esto tiene que funcionar, no sólo por los lectores de Claudia Piñeiro sino porque hay un grupo inversor atrás, está Telefe, están los actores, Disney distribuye... Nunca sabés si sos un gran negocio hasta que estás en la sala. Pero también hay algo de confiar en quienes leyeron el guión y en que el material tiene pasta para esto. Estrenamos en junio. Ahora, uno sabe que forma parte del negocio y la parte es ésa, y vienen otras películas argentinas fuertes y sabemos que el momento es ése. Esperemos que no falte mucho para la próxima película.”