Chuang Tzu fue convocado por el emperador para dibujar un cangrejo. Chuang Zu dijo que necesitaba cinco años y una casa con doce sirvientes. Pasaron cinco años y no había dibujo. “Necesito cinco años más”, dijo Chang Zu. El emperador le otorgó cinco años más. Después de diez años, al límite de su paciencia, el emperador exigió el dibujo. Chuang Zu tomó su pincel y, con gestos rápidos, dibujó en un instante el más perfecto cangrejo nunca visto. La pregunta es: ¿cuánto tiempo le llevó a Chuang Zu dibujar el cangrejo?
Se podría decir, en un mismo espíritu, que la película Ficción privada nació en el mismo momento en que murió mi madre, hace más de veinte años. Mi padre me regaló una carpeta con las cartas que él y mi madre se habían escrito cuando eran jóvenes, en el curso de una vida itinerante que los llevó de Madrás a Hyderabad, del desierto de Israel a California, de Londres a Buenos Aires. Pero la herida estaba demasiado fresca, o la tinta aún no se había secado. No podía leerlas. La necesidad de hacer la película llegó hace casi tres años, a la hora de la muerte de mi padre. Fue entonces que me acordé de la carpeta con las cartas que no había sido capaz de leer. Pero la historia ya se había estado escribiendo en mi interior hace mucho tiempo.
Cuando tus padres mueren, y nunca antes, te das cuenta de que quedan demasiadas preguntas que nunca tendrán respuesta. Al mismo tiempo, disponés de una libertad desconocida para imaginar el destino de tus padres. Podés ponerte, por así decirlo, en sus zapatos y experimentar una empatía inédita con sus dilemas, de un modo que hubiera sido imposible en vida. Lo que sé acerca de mis padres, y lo que no sé, ni puedo saber, constituyen el comienzo de un diálogo con mi hija Lola acerca de la vida. Al principio de la película, Lola conoce muy poco de la historia de sus abuelos. En ese sentido, ella viene a ser un destinatario presente y, al mismo tiempo, representa al espectador. Pero a lo mejor es al revés: al tener a Lola de interlocutora, puedo leer la historia de mis padres.
La historia de mis padres es bastante única. La historia de amor entre un hombre blanco de la Argentina y una mujer de piel negra de la India era una cosa absolutamente fuera de lo común en los años 50 del siglo XX. Fue en Estados Unidos, donde ambos estaban estudiando, en 1951, y hay que recordar que fue recién en 1955 que Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un blanco en el autobús. Donde quiera que entraran, para bien o para mal, se daban vuelta todas las cabezas. El racismo y el malentendido estaban siempre al acecho, fuente de conflicto permanente. En algún sentido, su historia de amor representa todas las historias que eran imposibles y que se hicieron posibles a lo largo del siglo, gracias a ellos y gracias la experiencia de muchos otros como ellos, que desafiaron los mandatos familiares y lo permitido o sancionado por la sociedad.
Entregarle la vida de mis padres a una pareja de jóvenes de hoy fue una manera de evocar su juventud: eran jóvenes cuando escribieron esas cartas, desde la década de 1950 a la de 1970. También fue un modo de poner de manifiesto su relevancia contemporánea. Los actores, Denise Groesman y Julián Larquier, más que simplemente leer las cartas, se podría decir que las encarnaron. De alguna manera, la historia de Kamala y Torcuato contagió a Denise y Julián: el mundo de los muertos se infiltró en el mundo de los vivos.
Debería agregar que hay tres actores más en la “obra”. Mi hija y yo, desde ya: somos “personas reales”, pero también “personajes” que pronunciamos palabras, espontáneas o guionadas… La película se beneficia también de la participación de mi amigo Edgardo Cozarinsky, gran escritor y cineasta. Cozarinsky conoció a mis padres y, de alguna manera, representa a su generación de intelectuales y artistas. Pero su presencia en la película obedece más bien a una deuda personal y artística: su influencia en mi obra no tiene límites. Por eso mismo, habla de la cuestión subyacente de Ficción privada: ¿cómo llegamos a ser quiénes somos? O bien: ¿quiénes nos hicieron?
*Director de cine, escritor, periodista y ex director del Bafici.