Hace dos semanas que comenzó Viudas e hijos del rock & roll, la tira que les devolvió protagonismo a las ficciones del prime time de Telefe, promediando arriba de los 18 puntos. Desde entonces, la historia se pasea, líder, con aroma a secuela de Graduados, aunque a Paola Barrientos y Juan Minujín les parece que la trama va por otro lado. “En la calle escucho que hay algo de un programa poco careta y me parece que cuenta algo así. Si bien es una tira del prime time de un canal competitivo y no tiene nada disruptivo, hay algo en la elección del elenco y en los mundos que están contraponiendo que se relaciona con eso”, asegura Minujín.
—¿Sienten que hacen una crítica social?
BARRIENTOS: Lo que hacen Verónica Llinás y Luis Machín me parece que es una crítica profunda. Por otro lado, mi madre (en la ficción) con todo su universo de rock y la historia con su hija… Cuando digo crítica profunda me refiero a que hacen cosas fuertes, hasta donde la tele lo permite. Bien podrían quedarse en el chiste y nada más, pero van más allá. Ese es un lugar que a mí me interesa como actriz.
MINUJIN: Me resulta muy interesante el recorrido de los personajes, el camino que hacen para reencontrarse consigo mismos. Gente que se alejó de quien era y que va dando batalla para volver. Ella de su universo más rockero se adapta a uno que tiene que ver más con lo correcto y el “qué dirán” de esta familia, a la que yo también por mi identidad sexual termino teniendo que adaptarme, por el mandato de estar casados y tener hijos.
—¿Cuánto conocen de esos mundos?
B: Nada, es pura observación e imaginación. Fantasear con los conceptos y prejuicios que uno tiene. Muchas veces me tocó sacar afuera mis ideas o prejuicios de cómo deben ser las cosas, pero me parece que en general los mundos que estos personajes transitan se tocan sabiendo hasta dónde se va a contar.
—¿Puede que haya algo de careta en esa pareja que no se dice lo que de verdad le pasa?
B: Hay mucho de qué agarrarse para ver en qué se ha convertido este matrimonio. Ese encuentro surge de una necesidad muy fuerte de que alguien te ayude, tal vez a tapar algo. Sí, se encontraron desde la mentira, pero no por mentirle al otro, sino por callárselo uno. Los dos han hecho toda la vida un intento profundo por estar juntos.
M: Son dos náufragos que se salvaron mutuamente. No es una construcción del “mantegamos las formas y tengamos nuestras vidas paralelas”. Estamos tratando de estar juntos porque hay un costo grande en separarse.
—¿Creen que hay muchas parejas a las que les pasa lo mismo y por eso no se separan?
M: Hay una idea de que las parejas tienen que tener cierto tipo de relación, y la nuestra tiene una que es mucho más común de lo que es aceptable. Las parejas se sostienen muchas veces por la dinámica de los hijos, la casa y la empresa familiar.
B: Y está bien también. Es posible que así se sostengan porque hay cierta tranquilidad y un statu quo que vive en ellos, que también es aceptado. Sucede que después hay algo que se te empieza a cruzar adelante.
—¿Podrían vivir en ese statu quo?
B: Hay muchas cosas que se reciclan en la pareja. Hay momentos donde uno no sabe si el espacio donde está es el deseado, y en otros claramente sí. Siento que con falta de deseo y de enamoramiento no podría vivir. Sé que cuesta estar, tener ganas de conseguirlo y de afrontar todas las dificultades que suceden. También sé que nosotros tenemos un chip hollywoodense del amor que no es así. Mi deseo de tener una familia está alejado de esa imagen. Hollywood le hizo muy mal al amor, me dijo mi marido antes de serlo y aprendí mucho de él (ríe).
M: Tampoco me imagino viviendo sin deseo. No es lo que elijo, pero obviamente hay situaciones donde a veces uno está o no en contacto con eso. Por ejemplo, lo que sucede en esta tira es que hay dos personajes que están negando mucho algo y, en parte, la relación se sostiene por una gran negación.
—Otro sentimiento que atraviesa la tira es el de que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Cómo se llevan con eso?
M: Yo no creo que esté esa idea. No quieren volver a eso, sino que quieren eso en otro lugar. Hay nostalgia, pero para dar un paso hacia adelante. No se está yendo a lo melancólico para volver al pasado que creen mejor porque el presente no le da respuestas. Están acercándose a un futuro que tiene que ver más con ellos mismos.
B: Creo que tiene que ver más con la juventud de cada uno. Con cuándo sucede. No es que los 80 o los 70 son mejores, sino que uno se recuerda en su juventud. En eso hay algo de identidad. No es nostálgico por el antes en sí mismo, sino porque en la juventud pude descubrir quién soy.
—Siendo más jóvenes arrancaron exitosas carreras en teatro y después pasaron a la televisión. ¿Sienten que las ficciones mejoran cuando incorporan actores con un recorrido como el de ustedes?
M: A lo mejor empeoran (ríen).
B: Me parece que hay modas para las cosas. Hay un momento donde se ponen de moda determinados actores y siempre son esos, y a veces es tendencia que gente nacida y criada en teatro pueda ocupar este lugar. Soy muy prejuiciosa con muchas cosas y con la tele me pasaba, pero al ir haciendo y compartiendo con otra gente, hay prejuicios que se me desmoronaron y lo agradezco. No sé si es mejor o peor, sí tiene que ver con una necesidad de que sea en este momento.
—¿La necesidad pasa porque hoy la televisión abierta se ve menos?
B: Por lo que sé, eso tiene que ver con otros factores: el cable, internet o Netflix. Estamos en un momento de cambio de soporte.
M: Viene pasando hace más de cinco años, creo que Pol-ka abrió esa idea de que actores que no tuvieran que ver con la tevé puedan protagonizar. El elenco de acá es muy bueno. Cuando los productores apuestan por actores que no son los candidatos que cualquiera podría tener, y que encima tienen otro recorrido, creo que la ficción sale ganando. Aunque siempre hubo tele de mierda y tele que no.
La vida politicamente correcta
—¿Sigue siendo una tarea especial retratar a un homosexual en la televisión argentina?
M: Más allá de que mi personaje no es ambivalente, no tomo la idea de que estoy construyendo a un gay, sino a alguien que se está reencontrando consigo mismo más allá de su identidad sexual. Está bien poder mostrar que su familia es muy cruel con eso. Y, si el punto de vista es claro, me parece que sigue siendo un tema que tiene que estar en un programa de televisión. Está bueno que un padre le tenga que explicar al hijo qué le pasa a Segundo con el peón.
—¿Cómo tomaron las declaraciones de Jorge Lanata sobre Flor de la V o las del intendente de Tres de Febrero, Hugo Curto, que habló del travestismo como una enfermedad?
M: Más allá de estas declaraciones, que son medio un circo para figurar en algún sitio, de un personaje medio bizarro como Jorge Lanata, estamos parados en un lugar muy avanzado.
B: Creo lo mismo, porque si no, este tipo de declaraciones eran cosas que pasaban y no se cuestionaban, como se hizo durante mucho tiempo. Por ejemplo, el “qué se siente tener un hijo homosexual” que le preguntó Mirtha a Ana María Campoy. Me parece que el que lo dice hoy queda muy en evidencia.
—¿De verdad lo creen? Con sus diferencias, es gente que en lo suyo es muy representativa. Uno es un periodista muy popular y el otro es intendente desde 1991…
M: Hay mucha gente que cree que la homosexualidad es una enfermedad, pero una ley como la de matrimonio igualitario te ubica en la avanzada. También creo que hablar de gay o heterosexual empieza a ser una cosa antigua. No sólo por los transgéneros que hay, sino porque no son estados de los que se pueda decir que son permanentes.
B: Hemos hecho un largo camino e iremos aprendiendo socialmente. De todos modos, en la actualidad ser adolescente y obeso es mucho más cruel que asumir una homosexualidad, que es un tema que está más abierto y debatido. Al menos no es tabú.
—¿Y si la homosexualidad se da en algún integrante de la pareja también se toma con esa filosofía?
M: No, creo que no. Eso sigue siendo un gran escándalo y un desamor.