Semanas atrás, Telefe utilizó el protocolo de emergencia y levantó Fanny, la fan no bien se perforó el piso de rating tolerable (para ellos). La decisión de Darío Turovelzky terminó en escalada política y en un nuevo debate sobre la salud de la televisión abierta y el desarrollo de sus ficciones. Tanto Argentores como el sindicato de actores mostraron su preocupación emitiendo comunicados que, sobre todo en la entidad que agrupa a los intérpretes, dejaba en evidencia el perfil ideológico. El gremio que preside Alejandra Darín hacía mención a que las “políticas empresariales afectan las fuentes laborales del sector, debido a la falta de regulación y fomento en nuestras pantallas, que eximen de gravámenes a las producciones extranjeras, sin exigir la obligación de una cuota pantalla, conspirando contra el desarrollo de nuestra industria audiovisual y reduciendo, como nunca antes (sic), las posibilidades de trabajo”.
No hay dudas de que estamos ante una avalancha de contenidos foráneos que abarata a la televisión, sobre todo debido a que el capítulo más caro de una lata no supera los 5 mil dólares y no paga ningún canon, ni tiene trabas de horarios, mientras que generar una tira cuesta en promedio 80 mil dólares el episodio, valor que en unitarios se multiplica por tres.
Ahora bien, ¿es verdad que hoy el trabajo local se redujo más que nunca por presencia del extranjero? Si se toma como parámetro el último año del kirchnerismo y lo que va de 2017, el argumento se hace difícil de sostener, si lo que se quiere señalar es la cantidad de ficciones que se vieron y ven en pantalla de lunes a viernes.
En 2015 –presidencia anterio– la televisión abierta programó 21 ficciones locales, pero si se restan las que salían exclusivamente del presupuesto estatal, el número se reduce a seis, tres en cada una de las señales líderes. O cinco, si contamos a Viudas e hijos del Rock and roll como algo que se estrenó en 2014 y que continuó más de lo pautado. Ese año, El Trece instaló en su prime time a Noche y día, Esperanza mía y Signos, mientras que Telefe puso al aire la fallida Entre caníbales –que no levantó pero sí acortó– e Historia de un clan. Al mismo tiempo, Tomás Yankelevich ubicó en su grilla 14 latas, 12 más que la emisora del Grupo Clarín y siete menos que Canal 9. O sea, quitando los envíos subsidiados desde las arcas manejadas por Julio De Vido, se produjo una ficción autóctona por cada cinco enlatados. Después de un 2016 para el olvido, donde el Estado brilló por su ausencia y la proporción se disparó a una por cada siete, 2017 muestra otro panorama. Hasta julio se estrenó un contenido por cada cuatro latas, y todavía falta que vean la luz al menos cinco producciones más: Un gallo para Esculapio, Golpe al corazón y Sandro de América, en Telefe, y El maestro más otra sobre la que Pol-Ka no quiere soltar prenda, en El Trece.
De todos modos, no porque haya una leve mejoría significa que la industria florece. Hoy la TV Pública casi se limita a programar contenidos generados en la administración de Cristina Fernández. “El Estado tiene dos maneras de intervenir: regulando una cuota de producción nacional, algo que hace cualquier país para proteger su industria, y subvencionando. Porque antes se abrió una canilla desde donde no se debía y se llenó de corrupción, no podemos pasar a cerrarla. Eso frena a una industria alicaída”, opina Leandro Calderone, autor de Guapas y Aliados, entre otros éxitos.
A eso se le podría agregar lo que solicitan varios productores: una exención impositiva como la que gozan en otros países del continente. “Hay incentivos en territorios como Colombia o Brasil. Impositivos o aportes de capital concreto para fomentar la industria. Igualmente, la merma de trabajo viene evidentemente del sistema de subsidios, modelo que a mi criterio no dejó una mejor industria, pese a que generó empleo”, dice Diego Andrasnik, director de producción de Pol-ka. Juan Parodi, productor de Sandro de América, el proyecto más ambicioso de 2017, asegura que a su próxima ficción está pensando en hacerla afuera, porque “los costos no cierran si se quieren hacer productos de cierta envergadura. En Colombia, de lo que gasté me devuelven el 40%, y en Brasil lo mismo. El costo acá es más alto y con limitaciones sindicales fuertes… Todas son trabas”.
Silvana Giudici, coordinadora de la redacción de una nueva ley de comunicaciones admite que la AFIP está estudiando cuestiones arancelarias, además de lo que se busca hacer con plataformas como Netflix. “Todos los países nos planteamos qué hacer para que la producción nacional no desaparezca. Queremos una política duradera en el tiempo y no bolsones de dinero que maneje un funcionario para premiar a productoras amigas y quedarse con la plata. Esa inyección de recursos que se hizo en la última década no mejoró la calidad ni resolvió el problema de la competencia con los contenidos globalizados”, explica la funcionaria del Ente Nacional de Comunicaciones.
Por ahora, las productoras apostarán más a las coproducciones, algo que “antes era una figura más compleja. En todo el mundo se buscan estos acuerdos para poder afrontar la producción”, explica Andrasnik alguien que, pese a todo, asegura que la centralidad de la televisión abierta aún es contundente, pero hay más pantallas y cierta sofisticación para ver ficción, lo que los obliga a ser más creativos a la hora de pensar modelos de producción.
“Se dice que los chicos no ven la tele, pero aparece Esperanza mía y la miran. Uno puede pensar que a la TV la mira gente de una edad avanzada, amante del melodrama, pero surge Las Estrellas y
funciona muy bien. Evidentemente la fortaleza sigue existiendo. Cuando el producto conecta, la televisión tiene audiencia”.
Jugado por Sandro
“No recuerdo una inversión tan grande para una miniserie. Nos la jugamos porque sabemos que Sandro tiene una penetración internacional fuerte. Hace unos años anuncié que había obtenido los derechos y de inmediato se acercaron de Colombia, Chile y México. También Telefe”, comenta Juan Parodi, con pasado como director de programación de América, también con un tiempo en Sony y Torneos y Competencias. Con este producto dio el salto y creó su productora The Magic Eye.
Conoce el mercado y sabe que para tener un plan de comercialización completo es vital el rol de la distribución. “A un producto de tres millones de dólares se le puede sacar 3,5 o 12 millones. Antes sólo se le vendía a un canal abierto, hoy es un juego de ajedrez entre quién tiene el estreno, si el cable lo tiene segundo... También hay que negociar qué país lo va a poner en pantalla antes…”, explica. Así, Telefe se quedó con la distribución entre los canales de aire y la productora con los de cable o el streaming.
A Parodi no lo asusta el contexto complejo, aunque cree que “lo más urgente es tomar alguna medida, ya sea la cuota de pantalla, la exención impositiva o flexibilizar algún ítem laboral… No digo ‘qué terribles los sindicatos’. Me refiero a comparar costos con otros países. Para que se entienda, filmar un comercial es más caro aquí que en Barcelona”.