ESPECTACULOS
MERCEDES MORN

Una señora que ama sin desesperarse

En cine y tevé, logró instalarse como una mujer de clase media común, creíble y sin estridencias. Dice que la actuación le permite entenderse , y que le parece una antigüedad debatir si los formatos televisivos deben ser nacionales o importados.

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METAMORFOSIS. En "Remake", la ltima pelcula que interpreta, encara a una mujer con un pasado de utopa comunitaria y un presente de seora bien. | Cedoc
"Me cuesta mucho hacer dos cosas al mismo tiempo”, confiesa Mercedes Morán. Hablamos de una mujer que sabe tomarse sus tiempos, pero que lo que hace lo hace bien. En teatro fue dirigida por nombres de la talla de Alberto Ure, Rubén Szuch-
macher y Oscar Martínez; en cine, por Lucrecia Martel y Juan José Campanella, entre otros, y en TV fue la perfecta mujer-argentina-clase media-enamorada a la mediana edad, con la que todos se identificaron y que aún se recuerda vivamente: la gasolera Roxy.

Conciliar cine, teatro y TV no es fácil, y ella dice que su secreto es hacer una cosa por vez. Ahora está estrenando Remake, una película española –coproducida por Patagonik– que marca su debut ante las cámaras de la Madre Patria. “Tenía ganas de filmar allá hace un tiempo, había tenido algún ofrecimiento pero no se había podido concretar”, cuenta. El proyecto le llegó por parte de la productora de Pedro Almodóvar, El Deseo, que había producido La niña santa, de Martel.

¿Notó diferencias entre cómo se filma y se produce en España y en Argentina?
Remake es una película independiente, y se parece más a lo que acá ya no sería independiente. Las infraestructuras son un poco más grandes. Pero comparado con la manera de trabajar de Lucrecia (Martel), por ejemplo, con producción de Lita Stantic, no hay tantas diferencias.

En la película de Roger Gual, Mercedes es Carol, una argentina radicada en la Península Ibérica y que es más “española que los españoles”. Durante los setenta, Carol decidió ir a vivir al campo, con un grupo de amigos, pero en comunidad, para intentar una vida diferente. A juzgar por su presente, el proyecto fracasó y la película muestra a los protagonistas treinta años más tarde, cuando los integrantes de esa vieja experiencia fallida vuelven a esa casa, divorciados y con sus hijos, completamente diferentes de lo que soñaron para sí mismos.

—La película tiene algo que ver con otras como La decadencia del imperio americano Las invasiones bárbaras , que plantean esa pérdida de la utopía entre las generaciones que quisieron revolucionar costumbres...
—Sí, el tema es parecido, porque trata de reflejar algo generacional, sólo que aquí está más enfocado a un fuerte reproche de los hijos de estas personas. El reproche a los padres que pertenecieron a la movida del hippismo y todas sus utopías, que ahora se han convertido en gente pudiente, se han asimilado al sistema. Esta es una discusión muy fuerte que sucede hoy en España. Refleja esta decadencia de una generación que se creyó mucho más revolucionaria de lo que fue en realidad.

—¿Y cómo se relacionó usted con esos personajes? ¿Pudo identificar algo de ellos en su propia vida, durante esa época en la Argentina?
—Y... aquí fue diferente porque estábamos más atravesados por lo político, por el peronismo, pero allá no y, la verdad, es interesante cómo han quedado al borde de lo decadente. En esa época yo era demasiado joven para tomar las decisiones que tomaron esos personajes, pasaron años hasta que yo me decidí a vivir en pareja, ser actriz, una serie de cosas.

—Hacía bastante que no hacía televisión. ¿Qué la atrajo de Amas de casa desesperadas?
—Me divierte mucho hacer este personaje, Lía Salgari, me divierte la serie, me renueva encontrar este lenguaje tan específico, que no tiene nada que ver con el costumbrismo televisivo más habitual en la TV argentina. Cada programa es como una pequeña película, por la manera en que se trabajó, el tiempo invertido, el riesgo que significaba para la tele hacer este producto.

—¿Y en qué consiste esa especificidad del programa, a diferencia de la TV argentina más habitual?
—El éxito de este programa americano se debe a la suma de géneros, comedia, drama, suspenso, muy bien amalgamados. Y también tiene cosas del culebrón más típico. En los programas argentinos, por lo general, no hay precisión en los textos o en los ritmos. Por eso, para mí es riesgoso meterme en Amas de casa..., donde lo verdadero no pasa por la naturalidad, sino por cómo hacer creíble algo que está corrido. Uno podría decir que la televisión americana se anima a correr más riesgos que el cine americano. Dice cosas sobre la religión, planteos sociales, es una crítica muy aguda.

En relación con estos lenguajes específicos y diferentes, ¿qué le parece que se estén comprando programas de otro países para hacer acá?
—El lenguaje no tiene que ver con la compra del producto afuera, porque hay otras series que sí son costumbristas como Casados con hijos, donde no hay demasiada diferencia con la TV que se hacía y se hace en nuestro país. A mí me interesaba interpretar el código de este programa porque era muy diferente y requería una atención, una ejercitación que no es usual en la TV. La discusión de por qué comprar un formato de afuera y no hacer uno de acá es una discusión que en el teatro yo dejé atrás hace muchos años, cuando me preguntaban por qué hacer un autor extranjero y no uno local. Yo creo que a los actores, como a los músicos les gusta encontrar lindas canciones, nos gusta encontrar lindas historias para contar y que estén bien contadas. Obviamente, si se trata de un autor que no es de acá, la historia tiene que tener una universalidad como para poder ser contada.

—¿Y cómo ve la televisión argentina en relación con el cine nacional?
—Creo que sucede al revés que en Estados Unidos. La superindustria del cine americano ha terminado por acabar con el cine americano. Acá todavía no tenemos una gran industria, pero tampoco tenemos los males de una gran industria.

La razón de su vida

Reflexionando acerca de su profesión, Mercedes Morán dice que a lo largo de su vida la actuación le ha servido para muchas cosas. Además de ser un trabajo que disfruta profundamente, en algunas oportunidades lo ha vivido casi como una suerte de reemplazo del psicólogo. “Esta profesión me ha permitido ser otra, que es algo que me encanta, los personajes son como vehículos para entenderme y entender a los demás.” Además, como ya lo dijo Eva Perón, la actuación es la razón de su vida. “Sigo teniendo la misma vocación y la misma pasión, la paso igual o mejor que antes, porque ahora tengo más conciencia de lo que representa mi oficio”, explica.

Pero no hay un formato o género que disfrute más que los demás. Le dedicó años al teatro, otros a la TV y en el último tiempo se abocó al cine. “Yo hice teatro hasta el año pasado, después de cinco años de hacer cine. Sucede que el cine tiene unos tiempos lentos, hay que estar disponible porque un proyecto de cine lleva muchos meses o incluso años en concretarse. Y a mí, como te dije, me cuesta mucho hacer dos cosas al mismo tiempo y me entusiasmé con hacer cine, decidí quedarme más disponible. Por eso no pude hacer teatro hasta el año pasado y recién éste volví a la TV".