ESPECTACULOS
guillermo francella

“Vivo angustiado por la violencia”

El actor, que estrena El clan el próximo jueves, habla de la situación social y asegura que hubo una involución. Cuestiona el accionar de la Justicia y relata cómo fue el trabajo con el director, Pablo Trapero, para “ser” Arquímedes Puccio. Dice que por momentos rodar fue agobiante.

| Nestor Grassi
Para mí, verme y no reconocerme fue muy atractivo”, dice Guillermo Francella. Y cualquiera cree que habla de su caracterización para interpretar a Arquímedes Puccio en El clan, el film de Pablo Trapero, que se estrena el próximo jueves, que narra la caída del mítico clan familiar cuya ola de secuestros ocupó las primeras planas a comienzos de los años 80. Francella mismo se ocupa de corregir la superficialidad: “Hablo de los recursos. Estoy despojado de todo lo que yo puedo ser, lo que fui, lo que hago. No veo nada de mí, y eso a mí me llena de orgullo. No me reconozco: ni en la mirada ni en el hablar ni en el decir”. Francella ha recorrido un largo camino, y este papel parece confirmar los frutos de correr riesgos. Primero fue la decisión de teñirse, pero Francella enseguida disminuye ese dato y sostiene: “Fue tan minucioso, tan orfebre, tan despacito, tan..., después vino el grado enorme de concentración que había que tener, sobre todo con un personaje con el que tenés tan poca comunión, que está tan alejado del mundo de estos seres. Te vas con agobio a tu casa. Volvíamos a casa y hablamos con Trapero: “Uff, mañana nos toca tal toma, la tenemos que hacer, Dios mío. Bueno, hay que afrontarla y hay que poner la vida’”.
—¿Qué representa de la Argentina un personaje así? Trapero le dijo a PERFIL que Puccio era un síntoma de una época.
—Bueno, sí, depende cuál, por supuesto. Era un tipo que estaba sobreseído de causas de armas, de secuestros, que fue tacuara, montonero, trabajó para los servicios, con Aníbal Gordon, para la SIDE, fue cuentapropista. Cuando vino la democracia, se da cuenta de que la impunidad terminaba. Acá no iba a estar protegido por nadie, iba a estar solo, y ahí es donde viene la ambición personal. Son esos tipos chacales, esos tipos siniestros, negadores. Después lo vi en un reportaje con una arrogancia absoluta, no arrepintiéndose de nada. Negando todo. Y de golpe dijo: “Fue una guerra. A mí también me mataron gente”. ¿Qué gente te mataron?
—¿Estaba loco?
No. Loco no. Era lo que le quedaba. Aparte, yo estuve hablando con Servini de Cubría una vez, y me decía: “¿Sabés lo que era el viejo?”. Era un viejo de esos capanga. Vi sus reportajes y él con una arrogancia que te generaba un odio. Nosotros, que vivimos la etapa prodictadura, pudimos ver lo que había y lo que hay, lo que fue, y sí, fue un emergente de una sociedad así, pero no sé si abundan tantos. Estas dobles personalidades son tan atractivas, estos tipos que están socialmente y… era el mal.
—¿Te rozó en algún un punto? ¿Se te hizo muy pesado en un momento?
—No, agobio. Porque cuando no tenés ninguna comunión con esos seres, no entendés por qué. Después, empezamos a pensar el tema familiar: ¿eran víctimas o eran victimarios? Mi papá delinque, mi papá mata: ¿me obliga a que lo haga? ¿Lo debo hacer? ¿Por qué?
—La película muestra una violencia concreta, potente, y justo en un momento donde, por ejemplo, uno se levanta y ve una noticia de un chico de 21 que lo fusilaron por un auto. ¿Un personaje así te permite entender algo de la violencia?
—No, no. No te permite entender nada. Estos chacales sin límites… nada. No me establece ninguna conexión, ningún vínculo, ni de entenderlo. A veces los pibes rotos que están por la calle, por la droga, que ves que matan, no se dan cuenta. Su vida no vale dos mangos y ellos saben que no vale dos mangos, entonces si en un tiroteo le pegan un balazo o le pegan al otro es lo mismo, porque están con… pero acá no era un tema de falopa, acá era un tema de cabeza, acá era un tema de: “¿Qué querés si el tipo no está en sus cabales?”. ¿Cabales a qué nivel? Obviamente, hay un grado de locura. Pero repito, son tipos indescifrables. No es tan sencillo. Y después esta cosa del sistema judicial argentino, andaban caminando por la calle después.
—En ese aspecto, cuando ves los créditos te querés morir, ahí ves el real desenlace de la historia y es indignante.
—Es así. Los pibes que entran y salen… “No, no lo pudimos comprobar”. ¡Pero robó! ¡Robó! “¿Pero dónde lo guardamos?”, te hacen, “No hay lugar”. Una probation. No pasa nada. Estos tipos están en la calle todos. “Eh, pero ya cumplió la condena, el 2 x 1”. Estuvo unos años sin condena y esos años se cuentan doble, y entonces: “Ay, me duele acá”. “¿Y qué edad tiene, abuelo?”. “70”. “Bueno, vamos a casa”. Arresto domiciliario. Entonces, hacen el asadito, con la familia, con los amigos. “No puede salir, eh”. Un mes o dos meses van a hacer compras. Y así es todo. ¿Viste Barreda? Y volvió porque la mujer lo denunció. “Se está poniendo agresivo”. No, a ver si hace una cagada.
—¿Nos acostumbramos a la violencia?
—No, no, no, Dios quiera que no. Yo vivo angustiado ¿cómo me voy a acostumbrar?, ¿cuántas veces te ha pasado de recordar cómo fue tu infancia y tu adolescencia, que fue muy distinta a tu adultez? Como todos nosotros. Vivimos mejor, era otra época más sana. Yo no sé si porque “entró la droga y ya dejó de ser de tránsito”. Puede haber muchos elementos. Violencia no. Antes te afanaban…Ni recuerdo un afano: “¿Robaron?”. decíamos. No estamos hablamos de los secuestros extorsivos de la dictadura y todas las cosas que pasaban. Te estoy hablando de la vida nuestra. Nos criamos tomando tres colectivos para llegar a un lugar, tranquilos, volvíamos a la madrugada tranquilos. Nunca me daba vuelta yo. ¿Cómo vivís?
—Hay mucha tensión en la calle.
—Es demasiado. Hubo una involución tan grande, tan triste. ¿Y por qué se dejó instalar? Me apena tanto, tanto.
—Siempre te ponen las dos balanzas: de un lado Pepe Argento y del otro el papel de turno. Y eso que hiciste películas muy distintas entre sí.
—Te digo, y esto te lo digo con absoluta propiedad: por supuesto que Arquímedes es muy difícil de hacer pero quedate tranquilo que Pepe Argento es muy difícil de hacer también. No te quepa la menor duda. No sabés lo que es una sitcom. Te lo juro por mi padre que no lo tengo, lo milimétrico que tenés que ser. Hasta la clac es protagonista. El humor está puesto en el que recibe, no en el que dice. Es un ajedrez.