En la puerta del edificio, el portero le pregunta a Perfil: “¿Viene a ver a la Señora?”, y lo pronuncia con mayúscula. En la puerta del departamento, un felpudo indica que se arribó a destino: tiene inscripta la sigla “MLDT”.
En el comedor, junto a los sillones, tres fotos enmarcadas: dos son grandes –en una está sola, y en la otra junto a su hermano, José Martínez Suárez–; la otra, muy pequeña, inmortaliza el momento en que el ex presidente Carlos Menem la saluda con un beso. Cuando hace su ingreso al comedor, Mirtha Legrand tiene un gesto inédito:
—Pregunte lo que quiera, que le voy a responder.
—¿Se arrepiente de algo que dijo en su programa?
—Yo soy una mujer educada, no me gusta ofender a la gente. He tenido algunos capítulos desagradables, de los que me he arrepentido. El caso de Cecilia Rossetto, por ejemplo, a la que le hice un comentario totalmente extemporáneo, que realmente me pregunto cómo se me ocurrió decirle algo así. A veces puede jugarme en contra que es un programa en vivo, y que yo me llevo por lo que pienso o siento en el momento. La televisión en vivo es un ejercicio fantástico. Yo terminé en febrero, y cuando estoy de vacaciones noto que el cerebro se va quedando, me olvido de palabras. Cuando estoy en la cotidianeidad de la televisión, soy una persona grande con el cerebro de un muchacho de 30 años.
—Dado que mencionó lo que ocurrió con Cecilia Rossetto, ¿le pidió disculpas?
—Yo me había quedado con un sentimiento de culpa muy grande. Ella siempre fue una mujer muy amable conmigo, muy afectuosa, muy cariñosa. La llamé un Día del Amigo, estaba el contestador automático, y le dejé un mensaje donde me identificaba y le decía que me disculpaba y estaba muy arrepentida con lo que había sucedido. Nunca más volvimos a hablar.