Dice que la televisión no le permite desarrollarse, pero nació en ella haciendo imitaciones. Dice que es un actor, y no un imitador, pero su nuevo espectáculo –Bossi Big Bang Show, en el teatro Astral– se promociona como un show donde representa a Frank Sinatra y John Lennon, entre otros íconos.
—¿Cómo surge este nuevo espectáculo?
—Mi espectáculo anterior [la saga El impostor] surge para decir “Miren lo que hago”, para mostrar una virtud que tengo. El nuevo espectáculo se planteó de otra manera: queremos que la gente se divierta, pero también que se lleve un mensaje. Además, es la búsqueda de un actor con estilo propio. Y es una crítica constructiva a la comunicación, la informática, las redes. Mostramos lo que eran en vivo Frank Sinatra, Ray Charles, Louis Armstrong, Freddie Mercury, Michael Jackson, y los cómicos, Olmedo, Biondi, Tato, esos tipos que tuvieron tiempo de escucharse, de mirar para adentro y tener su estilo propio. Pero este espectáculo no se basa en imitaciones, sino en distintos estilos.
—¿No imitás más?
—En el primer cuadro hago 15 personajes con magia, pero no por el hecho de imitar en sí, sino porque hay ciertas partes donde la imitación es necesaria. Es un cambio de género muy grande en mi vida. Yo básicamente no me considero un imitador. Me considero un simple actor que tomó la imitación como una herramienta para que me conocieran.
—En televisión imitaste a la Presidenta. ¿Volverías a hacerlo?
—Fue una etapa de mi vida, algo que necesité. Pero yo no soy imitador político. Yo estaba en ShowMatch y pedí ese personaje porque lógicamente era el que más me iba a hacer conocer. La televisión para mí fue un medio para llegar a un lugar y estoy muy agradecido.
—¿Vas a volver a “ShowMatch”?
—No, este año no vuelvo a la tele. Por ahí, hago una presentación aislada con Marcelo, pero por una cuestión de cariño y de apoyo a él. Por él, dejo mis cosas y voy a acompañarlo, porque lo amo.
—¿Harías una imitación con Lanata?
—No iría con Lanata porque yo no trabajo en televisión, no por un tema político. Yo elijo no hacer tele: es una filosofía. En teatro puedo plasmar mejor lo que quiero hacer. Entonces, ni con Lanata ni con Lapegüe ni con Paka-Paka. Me divierto cuando voy a jugar un ratito con Marcelo, pero mi lugar es el teatro.
—¿Alguna vez algún político se quejó de tu personaje de Cristina?
—No soy enemigo de nadie. No soy enemigo de ningún político. No admiro a los políticos de ninguna estirpe: ni Obama, ni Osama, ni Kennedy, ni Lincoln, ni François Mitterrand, ni Putin, ni Gorbachov. No creo en nadie.
—Entonces, ¿votás en blanco o impugnás?
—No me acuerdo a quién voté. No me importa la política. Pero sí tengo una filosofía: yo voy a apoyar a todos los gobiernos de turno porque yo quiero que me vaya bien y que le vaya bien al país… Salvo a los militares, que detesto, que son la peor lacra. Yo quiero que le vaya muy bien a Cristina. Y si mañana vienen los radicales y este país se transforma en Noruega, ¡vamos los radicales, vamos muchachos! Si mañana viene el hijo de Cristina, y somos Noruega y Suiza juntos, mejor. O que sea presidente el mozo del bar, y que le vaya bien: Partido Mozo Obrero. O al dueño de un locutorio se le prendió la lamparita y es presidente: Partido Locutorio; ¡yo quiero que le vaya bien!
—¿Hay algún político que creas que concretamente pueda hacer que mejore al país?
—No conozco a nadie. Desde que tengo uso de razón, es así desde el 83. A mí Massa me divierte, me parece un divino. Macri me parece un divino. Cristina me parece una mujer superinteresante. Yo me sentaría a tomar café con todos, pero no creo en la política. Si mañana mi mamá se dedica a la política, no creo en mi vieja. Si yo me meto en política, no voy a creer en mí.
—Tus obras teatrales anteriores estuvieron llenas de público. ¿Cuánto ganaste?
—El éxito de estos años no fue gratuito para mi vida. Tuve una gran crisis personal el año pasado, estuve muy mal espiritualmente. No necesité tomar cocaína, ni tomar alcohol ni fumarme un porro para irme de mí. Me he pegado viajes sin consumir. Me fui de mi eje con mis historias, actuando; nunca un minuto de silencio; me hice adicto a los estímulos. Me di cuenta que no quería vivir esa vida. Me empecé a vincular más con Dios, y con el tema de dar… Ahora ayudo a comedores, como la gente de No +Hambre.
—¿Pero económicamente fueron años exitosos?
—Bueno, primero, le doy los gustos a mi vieja. Después, me compré mi casa… Y, sí, ahorro e invierto porque ésta es una carrera que no sé hasta cuándo puede durar. Invertir en ladrillos es lo más seguro. Pero a mí me empezó a ir un poquito bien cuando empecé a ser mi productor, desde 2010. Yo trabajo desde los 17 años, siempre viví al día, y me compré mi casa a los 37 años. Mi hermana es profesional, es exitosa y está muy lejos de poder hacerlo, así que poder comprarle una casa a mi hermana es un objetivo. Pero no soy muy pretencioso a nivel económico. Soy muy pretencioso a nivel espiritual y a nivel actoral.
—El 20 y el 21 de enero estarás en el Conrad de Punta del Este. Se dice que ganarías unos 40 mil dólares…
—¿Cómo? ¡Ojalá..! Es la tercera vez que voy a Punta. El primer año no gané. Tengo que dar muchas funciones para ganar, y además yo voy con treinta personas. Tiene que irme muy bien muchas veces como para yo poder llenarme de guita. Ir al Conrad es más por abrir el mercado que por lo económico. A mí me conviene más quedarme acá trabajando.
—¿A pesar de que es una temporada difícil?
—El teatro siempre es un riesgo. Soy productor, pero no soy Ideas del Sur. Con mi socio, la ponemos nosotros. Incluso si meto 2.500 por semana, que es una locura de gente, no gano guita. Pero a mí me gusta actuar, no me preocupa la plata.
—Después de la adrenalina del teatro, ¿qué espacio hay para tu vida amorosa? ¿Estás acompañado?
—Siempre hablé de mi vida privada. Odio los artistas que dicen que no hablan de su vida privada. Yo hablo de mi vieja, de la muerte de mi viejo, de lo que pienso de la política. Pero esa parte del amor la tuve al margen. En estos doce años de carrera, estuve en pareja, fui fiel, fui infiel, estuve solo, lloré por amor, me dejaron, dejé, pero no es algo que a la gente le interese de mí. Ahora estoy muy tranquilo y no estoy con nadie… Y si estoy con alguien, me van a tener que matar para que cuente lo que hago de mi vida.
Nostalgia por los ídolos
Martín Bossi repasa algunos de los personajes que ha representado y la técnica empleada en ello: “Nunca burlé a un personaje. Sí, hago parodias, homenajes, actuaciones. Hay una definición técnica de la parodia, que no recuerdo, pero se diferencia mucho del homenaje, que tiene más profundidad, más peso. Por ejemplo, a Ricardo Fort, en su momento yo lo parodié, a Iúdica, a Mirtha. Pero imitar no es algo que ya me seduzca. El nuevo espectáculo es todo de homenajes.
Por ejemplo, hago a Olmedo: la vida da revancha, ¿viste? Porque la película que se detuvo en 2013 [gestionada por los hijos de Olmedo] fue una tristeza muy grande. Yo le puse el cuerpo, me pelé… eso fue lo superficial. Pero fue más: me pelé el alma. Yo quiero creer que ese proyecto se retome, después de que paró por problemas económicos… deudas a los técnicos. Los hijos de Olmedo pusieron todo, pero hubo un desfasaje económico. Ahora se está tratando de pagar las deudas como corresponde porque hay buena voluntad.
En el teatro también hago a Tato, a Biondi… Antes, con los capocómicos, nos íbamos a dormir con una sonrisa; eran un ansiolítico natural, pero ahora lo que buscamos haciendo un zapping de la angustia ya no está, porque ellos no están”.
—¿Y Tinelli, a quien decís que amás?
—La tele no es Tinelli. En la tele, el cambio es mucho más profundo. No es culpa de Tinelli ni de Susana ni de Mirtha, que son geniales. Antes había más tiempo para que un actor se desarrollara. Hoy, con los tiempos de la tele, no sé si podría surgir un tipo como Marcelo. Ni hay tiempo para los ídolos. Y Marcelo tiene que darle lo que la gente quiere. Yo no sé si es culpa del huevo o de la gallina. Si Marcelo se pone a hacer Shakespeare con Sbaraglia, no lo mira nadie. La gente hoy no está preparada para sentarse en una butaca dos horas y desconectarse del mundo.”