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Reforma previsional: el argumento de fondo

El error del Gobierno fue presentar esta reforma como un avance porque representa un claro retroceso.

La diputada Mayra Mendoza sufrió la represión frente al Congreso
La diputada Mayra Mendoza sufrió la represión frente al Congreso | Twitter: @mayrasmendoza

Los medios han recortado una vez más la información brindada en torno de un tema sensible. En lugar de mostrar una masiva marcha pacífica en contra de un ajuste previsional (mal llamado "reforma"), han elegido hacer foco en un grupo minoritario y nada representativo de violentos, muchos de los cuales luego han demostrado ser infiltrados a la marcha pacífica. Se ha dejado el debate legislativo y político sobre el recorte a los jubilados y pensionados en un muy discreto segundo plano, lo cual amenaza con perder de vista lo esencial, generando un debate político sobre temas secundarios, incidentales, pero no de fondo.

Cuando en la pasada administración se dificultaba el acceso a la divisa estadounidense, se inventó rápidamente en la prensa un término con connotaciones de tortura: el "cepo" cambiario. No se observa la misma rapidez de reflejos de la prensa argentina para impugnar el recorte a cientos de miles de jubilados, ya pobres, sobre los que se ajusta aun más, contraviniendo un mandato constitucional básico: el principio de progresividad y no retroceso. La reforma previsional viola abiertamente la Constitución argentina. 

Una diputada agredida por un cerco de seis policías. Un congreso militarizado para una reforma previsional que logró -por una diferencia políticamente exigua de ocho votos- bajar los montos ya escasos que cobran los jubilados argentinos (el gobierno actual había dicho que quería llevar el 82% móvil para todos, cuando gobernaba el kirchnerismo), una chica detenida cuando sale de trabajar, otra detenida y manoseada, policías disparando sobre periodistas y camarógrafos (que se habían identificado como tales), un legislador afirmando que está de acuerdo con que la policía le rocíe gas pimienta en la cara a una colega en la puerta del Congreso: son todos sucesos que horadan el Estado de Derecho cada día más.

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Los constitucionalistas coinciden en que una reforma que recorta los haberes jubilatorios es inconstitucional, porque retrocede en una materia social, en la cual hacerlo está vedado. Algo semejante sucede en el campo laboral y también tributario, donde no se recorta a los sectores más acaudalados , sino al revés, violentando la progresividad. El retroceso en el impuesto a las bebidas azucaradas, luego de la amenaza de Coca Cola de no invertir en el país, es una muestra de que sólo se recorta a los sectores sin poder de presión, como los pobres jubilados. Se preanuncian muchos retrocesos. Es un debate político que recién empieza.

Tiene razón Facundo Moyano cuando advierte que lo más grave es la falta de sinceridad política en el debate sobre la reforma. El gobierno debiera sincerarse sobre los motivos verdaderos –fiscales- de esta reforma. El error del gobierno fue presentar como un avance lo que representa un claro retroceso. Como dijo bien la periodista María O´Donell, los funcionarios se tropiezan con las palabras. Presentan como reparación (histórica), lo que es una creciente quita de haberes para los jubilados, la mayoría de los cuales terminaría cayendo por debajo de la línea de pobreza, generando cientos de nuevos pobres. Este es el mecanismo –acaso desesperado- que el gobierno ha encontrado, como último recurso, para bajar la inflación: enfriar la economía, paralizando el consumo de los más pobres, que son quienes menos ahorran. Todo el dinero que reciben los jubilados lo usan para vivir. Al sacar plata de los bolsillos de los más pobres (jubilados, beneficiarios de la AUH, pensionados) el gobierno se garantiza un recorte rápido en el consumo, enfriando la economía. Parece un último (y mal pensado socialmente) recurso para bajar la inflación, que aún no cede, que todavía dificulta la marcha de la economía.  

Presentar como un avance lo que es un retroceso, no es solo un severo error político. Es una falta de respeto a la inteligencia de la ciudadanía. Una falta de respeto a la sociedad. Las sociedades más desarrolladas del mundo son aquellas que no llevan adelante, para crecer económicamente, recortes en materia social. Eligen el camino inverso. Y sobretodo, no descuidan a sus jubilados. Los defienden y representan.