Habiéndose conocido que el presidente de la Corte Suprema de la Nación en los últimos once años, Ricardo Lorenzetti, dejará de ocupar su cargo, analizamos el legado del tercer presidente con mayor permanencia en el cargo en la historia del máximo tribunal y también el tercero en llegar desde el ejercicio profesional.
Para saber cómo piensa un magistrado basta con leer sus sentencias y para desentrañar a Ricardo Lorenzetti es imprescindible leer sus discursos de apertura del año judicial. Del 2008 a la fecha ha hecho uso siempre del artículo 5 del reglamento para la Justicia Nacional, salvo en 2017 que prudencialmente prefirió no hacerlo por el contexto signado por las acusaciones de Elisa Carrió y las designaciones por DNU de los jueces Rosatti y Rosenkrantz.
Con una oratoria perfecta cada marzo exponía maravillosamente desde el atril los problemas de la sociedad y la justicia. A salón lleno de funcionarios se escuchan las reflexiones de repetidos común denominadores sobre lo que hay que hacer, resaltando lo que se hizo y con un claro mensaje tanto para los miembros de la familia judicial como para la clase política.
Del bicentenario a la fecha nunca dejó de hablar sobre la importancia de los nuevos juicios de lesa humanidad y el trabajo llevado a cabo por la Corte. Quedó como un recuerdo indeleble el hecho que le tocó vivir, en el que “el mono” como le dicen sus amigos, tuvo que escapar para salvar su vida una mañana de 1976.
Amante del término contrato social y de los principios que de él derivan, en ocho oportunidades trató el concepto de igualdad, siete veces desarrolló la importancia del debido proceso, el de acceso a la justicia, el Estado de Derecho, la justicia rápida y su favorito: la protección del ambiente.
En seis de sus discursos trató el tema del problema de la violencia doméstica en la sociedad y elaboró el concepto de un poder judicial contramayoritario y activo, pero no que gobierne, sino que le ponga límites a las decisiones de las mayorías cuando contradicen a la Constitución. También esbozo la idea de mantener una línea jurisprudencial que proteja los derechos de los trabajadores y los jubilados.
Obsesionado por dejar un legado palpable resaltó durante los años 2010 al 2013 la importante transformación informática llevada a cabo en el Poder Judicial de la Nación, y entre los años 2012 y 2016 la incorporación al tratamiento judicial de nuevos temas, como la protección de los consumidores y usuarios entre otros.
Para el devenir del 2014 empezó a tratar el tema de la lucha contra la impunidad y el narcotráfico. Y en 2016, ya sin Cristina Fernández en el poder, cuando la sociedad pedía a gritos dejar atrás a jueces como Oyarbide, esbozó la necesidad de una estructura que apoye las causas de corrupción para acelerar los procesos.
En la apertura del presente año judicial, con su obligación de cuerpo de defender la investidura de los magistrados cercado por los discursos del presidente Macri y la gobernadora Vidal en cuanto a la necesidad de transformar la Justicia, Lorenzetti lanzó un proceso de reforma integral de los poderes judiciales mientras le advierte al poder político que la Corte ha hecho reformas que no se trasladaron al resto de los poderes judiciales. Argumenta que propuestas sobran, aunque faltan políticas de Estado, madurez institucional y acuerdos políticos.
Cuando ingresó en 2004 los tribunales estaban abarrotados de ahorristas que reclamaban por el corralito. Hoy la situación es muy distinta, y para la mayoría de las encuestas, la Justicia es una de las instituciones con peor imagen. Éste es uno de los mayores desafíos pendientes para revertir que dejará Lorenzetti a Carlos Rosenkrants, el próximo presidente a partir del 1 de octubre. Se acercan nuevos tiempos en la Corte que abren interrogantes sobre el devenir de la Justicia.
(*) Director de El Monitor de la Justicia.