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Opinión

Potenciar el liderazgo social

Los jóvenes como actores de cambio a través de la escuela y el voluntariado

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fotos voluntarios | shutterstock

Ana y Enzo tienen 20 años y viven en el barrio de Virreyes, al Norte del Conourbano Bonaerense. Movilizados por las desigualdades sociales que experimentan a diario en su entorno, desde hace años le dedican cada sábado a impulsar a otros jóvenes a encontrar soluciones colectivas para algunos de estos problemas. Así fue que hicieron una huerta para un jardín maternal, pintaron murales, organizaron festejos del niño, e iniciaron una campaña contra el bullying.

Cincuenta kilómetros hacia el Sur, en Quilmes, un grupo de estudiantes de quinto año logró que asfalten la calle de su escuela después de juntar cientos de firmas, estudiar reglamentaciones, y presentar su petición a las autoridades.

A ochocientos kilómetros, en Córdoba, Federico y Lautaro son estudiantes de nivel secundario y miembros del consejo directivo de una fundación que crearon para asegurar la permanencia en la escuela de las familias más vulnerables, cerciorándose de que cuenten con todos los recursos necesarios para asistir a clases.

Éstos son sólo tres ejemplos de cientos con los que nos encontramos a diario quienes trabajamos en educación. Jóvenes que desde muy temprana edad se movilizan por construir una sociedad más justa. De hecho, una encuesta realizada por Voices! en 2015 reveló que el mayor grupo etário de voluntarios en Argentina lo componen jóvenes de entre 18 y 29 años de todos los estratos socioeconómicos. Al mismo tiempo, detrás de estos casos, encontramos a Agustina, Carlos y Pamela, docentes que, junto con sus equipos directivos, creen en el potencial de liderazgo de sus estudiantes, y que co-crearon junto a ellos proyectos para que puedan conectar los contenidos curriculares con las problemáticas que encuentran en sus comunidades.

Paradójicamente, estas historias difieren de las imágenes que, cotidianamente, muestran la supuesta apatía de los estudiantes en la escuela. En efecto, en otro estudio publicado por Voices! en 2016 el 74% de los encuestados criticó la falta de interés de los jóvenes por aprender. Lo escuchamos a diario entre los docentes, quienes advierten sobre el desafío de motivar a los estudiantes con los contenidos de aprendizaje que propone la escuela, en un contexto donde están crecientemente expuestos a múltiples estímulos de la tecnología y de los medios de comunicación, además de otras problemáticas sociales que acrecientan la complejidad en ciertos contextos.

Pensando en los casos citados al inicio de esta columna, quizás exista una oportunidad para despertar la motivación en el aula intentando nuevas estrategias: 1) haciendo explícito el sentido de los temas propuestos, conectando su aplicación con la vida cotidiana; y 2) ofreciéndoles a los estudiantes oportunidades para poner en práctica lo aprendido en un proyecto que mejore las condiciones de vida de su comunidad. En este sentido, la escuela tiene el desafío de abrirse a su entorno y reconocer definitivamente que las posibilidades de enseñanza-aprendizaje exceden las paredes del aula y la dinámica exclusiva entre estudiantes y docentes.

Ambas estrategias no sólo tienen el potencial de despertar la motivación de los estudiantes hacia el aprendizaje, sino que además estaremos empoderándolos como agentes de cambio de sus comunidades. Cuando realmente creamos que nuestros jóvenes tienen el potencial de crear hoy los cambios que soñamos ver, entonces estaremos más cerca de ofrecerles una educación que realmente les permita desarrollar al máximo su potencial.

(*) Director Ejecutivo de Enseñá Por Argentina.