Si bien mantuvo hasta hace poco un apoyo masivo en Colombia por haber modificado el mapa de violencia y por algunas victorias parciales contra las guerrillas de la FARC, no todo brilla ya en el gobierno de Alvaro Uribe. Debido a algunas maniobras que han salido a la luz, prestigiosos políticos y medios extranjeros -especialmente de Estados Unidos y de Europa- han comenzado a darle la espalda.
El reconocido matutino Washington Post, por ejemplo, publicó ayer domingo una nota de media página donde directamente relaciona al gobierno de Uribe con la palabra “escándalo”. El diario hace mención a una investigación donde han aparecido detalles que revelan que el servicio de inteligencia DAS de Colombia ha estado espiando a jueces de la Suprema Corte, políticos opositores y algunos periodistas, y que comprometen a tres de los asesores directos de Uribe y varios oficiales de inteligencia.
Estas sospechadas irregularidades se suman a las denuncias que se hicieran hace unos días también contra ambos hijos de Uribe, a quienes el Congreso investiga por supuestas maniobras de enriquecimiento gracias a las influencias de su padre, que levantaron una polvareda enorme en los medios de Colombia.
Otros medios, como el semanario “The Economist” en una reciente edición, han dicho que el gobierno de Uribe se encamina hacia “la autocracia”, rodeado de “abusos y escándalos”.
Pero hay algo que es telón de fondo y asimismo el punto central: la relación de Colombia con Estados Unidos está pasando por un delicado momento. Los ojos que tan bien veían a Uribe, llámese George Bush, ya no están en la Casa Blanca. Y Obama, su sucesor, podría cortar parte del paquete de ayuda de seis mil millones de dólares (en operaciones militares y en la lucha contra los carteles) si se confirmaran las supuestas prácticas fuera de la ley en Colombia.
Según un ex embajador norteamericano entrevistado por el Washington Post, “hay una situación de tensión nerviosa con el gobierno de Uribe, la cual no sólo afectaría al gobierno de la administración de Obama, sino también al Congreso”, ya que, según el funcionario, “ni los republicanos se sentirían confortables con estas acusaciones”.
Sin duda alguna, uno de los discípulos congraciados en Sudamérica de la política de George Bush ha comenzado a sentirse por primera vez olvidado y distanciado. Pese a que durante mucho tiempo ha tenido un inmenso apoyo popular y una excelente imagen en el país del norte, muchas de sus supuestas glorias en la batalla contra la guerrilla y el orden público en Colombia ahora se ven jaqueadas y desmitificadas por algunos excesos y por los cambios políticos en Washington.