La guerra comercial que Estados Unidos le declaró a China para contener su ascenso económico, tecnológico y militar tuvo ayer un nuevo capítulo, cuando el gigante asiático respondió con aranceles por 60 mil millones de dólares y anunció una investigación a la empresa estadounidense Fedex. La escalada de sanciones entre las dos principales economías del mundo ralentizó el crecimiento económico internacional y reavivó el temor a una recesión global o, incluso, a una Guerra Fría entre los dos gigantes, como alertó recientemente el economista Nouriel Roubini.
El presidente Donald Trump modificó la estrategia de la Casa Blanca, que ya no percibe más a Beijing como un socio con quien resulta beneficioso cooperar. El gobierno de Xi Jinping tampoco se quedó de brazos cruzados: implementó ayer aranceles a 5 mil productos estadounidenses, entre ellos vinos, perfumes, pianos y preservativos.
Esa reacción también quedó en evidencia cuando las autoridades “anunciaron que abrirían una investigación contra FedEx, por no entregar correctamente productos de Huawei, comprometiendo “gravemente los derechos e intereses legales de sus clientes”. La compañía estadounidense declaró el martes haber actuado de buena fe. “Nadie de fuera le pidió a FedEx que desviara esos paquetes”, aseguró en un comunicado.
China también redactó una lista de empresas extranjeras “no fiables”, que incluye a compañías que “imponen embargos o dejan de abastecer a empresas chinas por motivos no comerciales y que dañan gravemente sus intereses y derechos legítimos”, informó el viernes el Ministerio de Comercio chino. La medida es una represalia contra Estados Unidos, que colocó a Huawei en una “lista negra”, prohibiéndole tener proveedores de Sillicon Valley, lo que implicaría, por ejemplo, que sus smartphones tendrían que cambiar su sistema operativo, proporcionado actualmente por Google.
La guerra comercial formaría parte de un proceso de “desglobalización”. “Una Guerra Fría a gran escala podría iniciar una nueva etapa de desglobalización, o al menos la división de la economía mundial en dos bloques económicos incompatibles. En cualquiera de los casos, habría una importante restricción del intercambio de bienes, servicios, capital, mano de obra, tecnología y datos”, escribió Roubini en Project Syndicate.
En un artículo publicado en El Economista, Esteban Actis, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, y Nicolás Creus, director de Estrategia Global en Terragene, definieron el proceso como una “estrategia de desacople, que tiene como objetivo revertir y desandar la interdependencia alcanzada” entre ambas economías.
Tecnología. Ese “desacople” quedó en evidencia en la disputa por el desarrollo de la red de infraestructura de la Quinta Generación de telefonía móvil (5G). Huawei invirtió 800 millones de dólares en investigación y desarrollo en 2018, lo que la convirtió en líder global en 5G. Para contrarrestar su hegemonía, la Casa Blanca desplegó una intensa campaña internacional contra la empresa, a la que acusó de entregar datos de sus clientes al gobierno chino
En el libro Sin un lugar donde esconderse. Edward Snowden, la NSA y el estado de vigilancia de EE.UU., el periodista Glenn Greenwald reconoció que era “muy posible” que China utilizase sus tecnológicas para espiar a los usuarios, pero que también lo hacían las compañías de Silicon Valley. “Los routers y servidores chinos suponen no solo competencia económica sino también competencia con respecto a la vigilancia”, escribió.
Otra de las áreas en las que Beijing desafía a Washington es en el campo de la inteligencia artificial. En octubre de 2017, Xi Jinping pronunció en el congreso del Partido Comunista de China un discurso de más de tres horas en el que propuso desarrollar esa tecnología porque “cambiará el mundo”. Según un informe de la Universidad Tsinghua, la República Popular captó entre 2013 y 2018 el 60% de las inversiones globales en inteligencia artificial.
Comercio y finanzas. Los nuevos aranceles que entraron ayer en vigor son una reacción a la suba de tarifas a productos chinos por 200 mil millones de dólares, anunciada por Trump a principios de mayo. El intercambio de bienes y servicios entre ambos países ascendió a 737 mil millones de dólares en 2018, según informó la Casa Blanca.
La disputa por la hegemonía global de Estados Unidos y China podría trasladarse también a la arena financiera, donde Beijing podría utilizar sus bonos del Tesoro estadounidense como un “arma”. Si los liquidase de manera masiva, aumentarían las tasas de interés de la Reserva Federal y habría mayor inestabilidad financiera global.
Rechazo a las ‘mentiras’ de Trump
China denunció las “mentiras” de Estados Unidos, tras las palabras del presidente Donald Trump afirmando que la guerra comercial entre los dos países tendría un efecto “devastador” para la economía asiática. “Estados Unidos ha dicho ya esas mentiras una o dos veces. Cuanto más las repiten, más creen que la gente lo va a creer”, aseguró Geng Shuang, vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Trump había asegurado el jueves que “China aspiraba a cerrar un acuerdo” comercial con Estados Unidos ya que, según él, su economía se había ralentizado y “las empresas dejaban China para evitar los aranceles”, instalándose en Vietnam y otros países de Asia.