INTERNACIONAL
opinión

Cielos abiertos: tres son multitud

20200531_trump_china_rusia_estados_unidos_afp_g
Tensión geopolítica. China desplazó a Rusia y es el nuevo antagonista de Estados Unidos. | afp

En la actual transición del orden internacional, la pandemia y la recesión económica han opacado coyunturalmente los cambios estratégicos que se producen a nivel global.

La retirada de Estados Unidos del Tratado de Cielos Abiertos, alegando su violación por parte de Rusia, responde a una lógica consistente de la administración Trump de reencausar sus compromisos internacionales en aras de consolidar su supremacía estratégica. El Tratado de Cielos Abiertos, en vigor desde 2002, posibilitó que los 34 países firmantes pudieran sobrevolar y fotografiar –con limitaciones– el territorio de otro estado miembro, asegurando la transparencia en el movimiento de fuerzas y actividades militares. La reciente decisión de Washington afecta el régimen internacional del control de armas y constituye un eslabón más del proceso que se inicia con la retirada en 2017 del acuerdo sobre control del desarrollo nuclear de Irán, y en 2019 del tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Medio (INF) con Rusia.

La retirada aumenta las tensiones no solo con Rusia sino también con sus aliados de la OTAN, y pone en riesgo algunos de los mecanismos de control surgidos de la Guerra Fría para contener y prevenir un conflicto internacional. Simultáneamente, tiende a abolir los límites a lo que EE.UU. pueda hacer militarmente y abre la posibilidad de nuevas negociaciones que responden a un entorno más complejo y a las nuevas prioridades de Washington, y que se pondrán a prueba con la renovación del acuerdo Start de reducción de armas estratégicas en febrero de 2021.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En este contexto, Rusia pasa a un segundo plano como principal rival de EE.UU. en tanto se abre la posibilidad de negociar con su principal antagonista estratégico –China–, potenciando un eventual desplazamiento de la competencia y rivalidad con Beijing en lo comercial, financiero, mediático y tecnológico, a una confrontación estratégica, imponiendo la necesidad de poner límites al arsenal nuclear chino.

Si bien EE.UU. y Rusia mantienen una paridad de capacidades ofensivas nucleares y China se encuentra todavía muy por detrás de ellos, el potencial nuclear de Beijing ha ido en aumento, a la par de la expansión de sus fuerzas armadas. Según algunos estimados, el gasto militar chino llegaba en 2019 a una cuarta parte del de los Estados Unidos, pero otros analistas consideran que la brecha entre los presupuestos militares de ambos países alcanza en realidad a un 13% y se va reduciendo.

En este marco, la próxima renovación del Start provoca reacciones diversas. Rusia esta dispuesta a negociar un nuevo acuerdo, pero Washington quiere la inclusión de Beijing en el mismo sin demoras y sin que los actuales 

firmantes reduzcan su poderío nuclear al nivel de China. Sin embargo, ni China ni Rusia, por diversas razones, están dispuestas a una negociación trilateral que, eventualmente, pueda favorecer a EE.UU. El resultado de este impasse puede derivar en un régimen estratégico global desregulado que favorecería una supremacía estadounidense global por parte de la administración Trump.

Un corolario a considerar: la actual transición del orden internacional y los avances tecnológicos en curso aparejan que para las negociaciones se debe tener en cuenta no sólo el poderío nuclear de los principales actores en pugna, sino también sus avances en armamento no-nuclear (misiles hipersónicos, armas cibernéticas, tecnologías de inteligencia artificial y expansión en el uso militar del espacio exterior).

*Analista internacional y presidente de Cries.