Bagdad/El Cairo (dpa) - De la determinación y espíritu de lucha del ex dictador iraquí ya no quedaba prácticamente nada y la atmósfera era más bien serena. Saddam Hussein el Tikriti, con la cabeza gacha, es conducido por dos jóvenes encapuchados a la antesala de la muerte.
Aparentemente con toda serenidad, el hombre vestido de negro y camisa blanca habla con sus verdugos sobre el procedimiento y les hace saber que quiere morir enfrentando a la muerte con los ojos descubiertos.
La cabeza del candidato a la muerte queda descubierta y los dos hombres que lo acompañan le colocan un paño negro por el cuello. Tras una corta mirada al patíbulo, delimitado por una barandilla de color rojo, el ex hombre fuerte iraquí de 69 años accede al cadalso.
Los dos hombres colocan en torno al cuello de Saddam la soga con la que será ahorcado. Con esa escena termina el vídeo difundido seis horas después de la ejecución. Las últimas tomas, cuando Saddam muere desnucado en la horca, ya no la ven los televidentes.
"Este oscuro capítulo ha terminado", declara poco después Muwaffak al Rubai, consejero de seguridad del nuevo Irak y uno de los pocos testigos de la ejecución.
Con el ajusticiamiento de Saddam, el nuevo gobierno iraquí y sus mentores estadounidenses han puesto formalmente punto final a la sangrienta era de violencia en el país.
Unos cuantos cientos de iraquíes, especialmente kurdos en las regiones autónomas del norte y chiítas en Bagdad y Nayaf, dieron rienda suelta a su satisfacción por la muerte del opresor e hicieron disparos al aire en plena calle.
Evidentemente la muerte de Saddam es un motivo de satisfacción para aquellos que sufrieron durante años las torturas en las cárceles del régimen. Una y otra vez habían exigido: "Queremos ver correr la sangre del hombre que destruyó nuestra vidas y tiene sobre su conciencia la vida de nuestros hijos".
Las últimas horas de Saddam fueron realmente desconcertantes, ya que ayer tarde, una información sobre la presunta hora de ejecución seguía a otra. El gobierno de Estados Unidos desmintió en forma vehemente que Saddam ya había sido entregado a las autoridades iraquíes, porque al parecer era muy grande el temor de que el famoso candidato a la muerte pudiera escaparse a último momento.
"No lo queremos encontrar nuevamente escondido en un agujero bajo tierra", dijo recientemente un portavoz militar estadounidense. Miembros del gobierno iraquí estuvieron discutiendo durante horas en la bien resguardada zona verde de Bagdad y cuando llegó la medianoche, un juez, Munir Haddad comunicó la hora de la ejecución.
Hasta poco antes de su fin, Saddam estuvo en manos de sus "esbirros", los estadounidenses, calificados por él de "invasores y ocupantes" que lo derrocaron en abril de 2003 y en diciembre de ese año lo capturaron en un escondite subterráneo en una granja.
Apenas media ahora antes de la ejecución, Saddam fue entregado por los estadounidenses a los iraquíes. Esto ocurrió fuera de la zona verde controlada por los americanos, según comunicó Rubai.
"Los americanos no estuvieron presentes en la ejecución, ni siquiera estuvieron en el edificio", dijo. Al parecer se quiso impedir a toda costa la impresión de que los estadounidenses tuvieran sus manos en juego.
El canal de televisión Al-Arabiya informa que las últimas horas en la vida de Saddam transcurrieron en un edificio del servicio secreto iraquí en el barrio de Kadhimiya, en el noroeste de Bagdad, donde también se encuentra uno de los lugares sagrados de los chiítas, brutalmente perseguidos por el régimen de Saddam.
El ex dictador iraquí fue conducido al edificio con un Corán en la mano, según relató Rubai. Pero las tomas de vídeo no relevaron nada del temor, que según Rubai, había invadido los ojos de Saddam poco antes de su entrada al cadalso.