El fantasma de la Argentina del año 2001 empieza a hacerse presente en el escenario político brasileño. El deterioro del poder real de la presidenta Dilma Rousseff y la profunda crisis económica vivida por el país vecino –sin contar el escándalo de corrupción en la estatal petrolera– hacen temer que la situación empeore aún más. Las encuestas muestran que la salida de Dilma sigue siendo una solución para la mayoría de los brasileños.
Diferencias. Los dos casos –Fernando de La Rúa, en diciembre de 2001, y Dilma, 14 años después– no son iguales. De la Rúa lidiaba con la crisis terminal de la política de convertibilidad, con el hecho de haber sido abandonado por el oficialismo y por su vicepresidente, Carlos Chacho Alvarez, con el efecto social del corralito y, finalmente, con la suspensión de la ayuda prometida por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Con el caos económico, la debilidad política y la gente en las calles, el ex presidente tuvo que dejar la Casa Rosada en un helicóptero, una imagen que marcó la política argentina para siempre.
Dilma, en cambio, es heredera de sus propios errores: el agujero en las cuentas públicas provocado por su política fiscal, su conducción heterodoxa de la economía, su incapacidad de sumar apoyos políticos en el Congreso y en la sociedad, sus aliados del Partido de los Trabajadores involucrados en la red de corrupción en Petrobras, la rebeldía de los legisladores del oficialismo, que cuestionan el ajuste. Las manifestaciones populares han pesado, pero aún no alcanzaron los decibeles de Buenos Aires en 2001.
Analistas políticos brasileños, sin embargo, creen que el destino de Dilma podrá ser igual al de De la Rúa. Según José Augusto Guilhon Albuquerque, apenas nueve meses después de haber asumido su segundo mandato, Dilma ya se encuentra en una situación desesperada, como De la Rúa a fines de 2001. “Igual que el ex presidente argentino, Dilma está cayendo por sí sola. Ella no tendrá cómo gobernar con Lula repartiendo las cartas”, dijo.
Otro cientista político, Bolívar Lamounier, también cree que es una cuestión de tiempo para Dilma Rousseff alcanzar la situación débil de De la Rúa. “La incógnita es cómo podrá ella remar tres años más sin que lleguemos a una crisis como la de Argentina en 2001.”
Por ahora, la presidenta de Brasil tiene el respaldo de Lula, que se mueve para lanzarse a la elección de 2018. Su apoyo no es mucho. La popularidad del ex presidente se deshace a medida que avanzan las investigaciones de corrupción en Petrobras y otros casos.
Y, para colmo, no es disparatado pensar que el vicepresidente, Michel Temer, y su partido, el PMDB, aprueben finalmente el impeachment de Dilma para, legalmente, ocupar su lugar.