"¿Qué otra cosa sino la solidaridad de un ‘nosotros’ imaginario contra un ‘ellos’ simbólico hubiese empujado a Argentina y Gran Bretaña a una guerra descabellada por unas tierras pantanosas y unos pastos en el Atlántico Sur?"
Eric Hobsbawm, "Naciones y nacionalismos desde 1780"
Margaret Thatcher llegó al 10 de Downing Street –sede del gobierno británico–, convencida de que su misión era desregular la economía tomando medidas ortodoxas para desmantelar el Estado de Bienestar que había imperado en Gran Bretaña desde la Segunda Guerra Mundial. Se inició así, en los 70, un período de despidos de estatales, privatización de empresas públicas, aumento de impuestos y flexibilización del mercado laboral. Programa que provocó una ola de críticas y el feroz descenso de popularidad de la Dama de Hierro, debido a una galopante recesión y una alta tasa de desempleo. Hasta que estalló la Guerra de Malvinas en 1982 y Thatcher obtuvo su reelección un año más tarde.
Durante la campaña que la llevaría a su segundo mandato, la líder conservadora que junto a Ronald Reagan inauguró la era del neoliberalismo, logró instalar en la opinión pública británica a Malvinas como tema excluyente para disimilar los efectos de una economía que no reaccionaba. El humo de las bombas arrojadas en el sur ocultó la antipatía social en Londres.
Algo de eso parece haber aprendido Cristina Kirchner: en las Islas se esconde una agenda muy positiva para la Presidenta. Pero mantener a un país en vilo por un "importante anuncio", convocar a la oposición y a los ex combatientes para informar que Argentina planteará en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la "militarización" del Atlántico Sur pareció ser una sobreactuación.
Que se entienda: el Consejo de Seguridad de la ONU no logra acordar una condena a Siria por la masacre de miles de civiles que protestan contra Bashar Al Assad. ¿Cómo hará ese organismo para criticar la escalada militar de Londres? ¿Qué pretende Cristina, que se envíen Cascos Azules a las Malvinas? ¿Gran Bretaña, uno de los cinco miembros permanentes con poder de veto en el Consejo, aprobará esa resolución? ¿Y qué dirá Estados Unidos, que ocupa otro de los asientos permanentes y es un aliado histórico de los británicos?
En verdad, el objetivo de Cristina no tenía horizonte en Malvinas: anunciar el cierre del espacio aéreo de cielo argentino para vuelos con rumbo a Puerto Argentino, hubiera preocupado mucho más a Gran Bretaña. En cambio, la Presidenta –siguiendo los pasos de Thatcher–, prefiere "malvinizar" una agenda interna que, de otra manera, estaría ocupada por reclamos sindicales de aumentos salariales o malestar social por la suba de tarifas en servicios y transportes públicos.
Tras un manto de neblinas se oculta la "sintonía fina" de un modelo K que muestra signos de agotamiento.
(*) Editor de Internacionales en Diario Perfil. Twitter: @rodrigo_lloret