Ni Skype ni WeChat, telemultilateralismo en cancha neutral. Le toca a Arabia Saudita ejercer la presidencia del G20. Invita a una Cumbre Virtual de Líderes. Importan dos temas: la emergencia sanitaria y la económica, provocadas por la pandemia del coronavirus. Resumen de la declaración final: nosotros los Estados no crearemos nada nuevo. Para coordinarnos, nos apoyaremos en lo que ya existe y más o menos funciona: la Organización Mundial de la Salud y los Bancos Centrales. Si lo hacemos mal, no nos tomen examen. El multilateralismo tiene sus propias mañas, pero lo más dificil es decretar su defunción.
¿Qué es el multilateralismo? Sencillo: una forma en la que tres o más Estados deciden coordinar sus relaciones con cierto grado de concertación, principios generales de conducta, reciprocidad difusa y gobernanza temática (acuerdos sobre algunos temas centrales). De acuerdo con Lisa Martin, la utilidad o funcionalidad de las reglas y organizaciones multilaterales varía con el tipo de problema de cooperación que enfrentan los Estados. Por eso, las teorías de las relaciones internacionales tienen diferentes hipótesis sobre las condiciones bajo las cuales el multilateralismo es una solución viable o eficiente. La vulnerabilidad o no del multilateralismo entonces puede depender de cambios estratégicos (distribución de poder entre Estados), agenciales (tipos de liderazgos, clivajes ideológicos, políticas exteriores) o sociales (fuerzas sociales y movimientos sociales transnacionales). O sea, hay tres tipos de hipótesis: una primera asociada al poder, una segunda al liderazgo y una tercera a la gobernanza.
¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita? ¿Y el multilateralismo? De acuerdo con la primera hipótesis, si cambia la distribución internacional del poder, el multilateralismo puede verse afectado. En tiempos de bipolaridad rígida, la riña geopolítica entre Estados Unidos y China contamina al multilateralismo. Mientras que, como dice Juan Tokatlian, con la multipolaridad hay más espacio para el multilateralismo, la concertación, el cambio y las reformas. Otra cosa fue el G20 en la crisis mundial de 2008. Porque ese era el momento del auge de los países emergentes y los BRICS, el reequilibrio del poder mundial. A nadie se le ocurriría hoy pensar en reformas en el orden internacional. El multilateralismo de hoy juega con cartas marcadas.
La segunda de las hipótesis refiere al liderazgo. Al multilateralismo lo jodieron la aparición del virus nacionalista, reaccionario y antiglobalista de la extrema derecha. Trump, Bolsonaro, Salvini, Vox, el Brexit, Le Pen, Wilder, gran etcétera. Las muestras sobran. La retirada de Estados Unidos del Acuerdo climático de París, la parálisis de la Ronda Doha en materia de negociaciones comerciales, el boicot a la Convención para la Prohibición de Armas Nucleares, el no reconocimiento a la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, entre otros, tiene como protagonistas a estos líderes. Observan los problemas de la globalización con enfoques de seguridad nacional. Los minimizan y securitizan. Y más: obstruyen y alejan reformas, protegen a grandes corporaciones y sus intereses. Pero tarde o temprano reciben su propio bumerang. ¿Será ahora una pandemia global la que les haga pagar su cuenta?
La tercera hipótesis es la gobernanza. El multilateralismo es entre Estados, pero la gobernanza –que viene etimológicamente de timón–va más allá: es un modo de coordinación social. El internacionalista Chadwick Alger demostró cómo los movimientos sociales transnacionales pueden movilizar recursos en conflictos, generar apoyos o bases (constituencies) para la política multilateral, presionar a las instituciones internacionales e influir sobre las relaciones interestatales. Ejemplos: la creación de redes globales, la participación en foros mundiales y el impulso a campañas internacionales de sensibilización sobre problemas globales como el cambio climático, las pandemias, los conflictos intraestatales y el crimen transnacional organizado y los desastres naturales, entre otros. La agenda global se construye también desde abajo. Greenpeace, Oxfam, Cruz Roja Internacional, la Big Science y los diplomáticos científicos son emergentes. El Muro de Berlín empezó a caer con los acuerdos científicos en SALT I y II. El deshielo Cuba-Estados Unidos fue mérito del prestigio de médicos que antes lucharon juntos en Africa contra el Ebola. La cooperación entre científicos nucleares de Brasil y Argentina precedió a la creación del Mercosur. A las organizaciones de derechos humanos les debemos mucho en la creación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Si al multilateralismo se lo piensa solo como una tertulia de Estados, se encoje.
El multilateralismo está jodido. ¿Quién jodió al multilateralismo? Multilateralismo infectado. ¿El coronavirus puede hacernos destilar toda la bronca contra el multilateralismo? Tedros, el director de la OMS, sabe que no. Con el multileralismo se come, se cura y se educa. Spoiler alert: sobrevivirá.
*Investigador del Conicet-UNQ.