Washington.- Las informaciones sobre las terribles condiciones de un hospital que trata a los soldados heridos en Irak ha provocado una oleada de indignación en Estados Unidos. Los medios están siendo inundados desde hace días por correos eletrónicos de ciudadanos furiosos, el presidente George W. Bush anunció la creación de una comisión de investigación, el Congreso también investigará y el secretario de Defensa, Robert Gates, relevó de sus cargos a varios funcionarios.
El propio Bush, según su portavoz Tony Snow, se enteró del escándalo al igual que la mayoría de los estadounidenses por un informe publicado por el diario "The Washington Post" y quedó atónito.
Según el periódico, decenas, si no centenas de soldados estadounidenses, que resultaron heridos o hasta mutilados en Irak o Afganistán, vivían en condiciones atroces durante su tratamiento médico en el principal hospital militar estadounidense.
Cucarachas y ratas como cohabitantes, moho y agujeros en techos y paredes, sofás estropeados, muebles deteriorados: seguro que así no era como se imaginaban su convalecencia los militares que retornaron a su país y que son calificados reiteradamente por Bush como héroes. Y no sólo ellos. "Nadie hubiese esperado que el Ejército trate así a un herido", dijo irritado el portavoz de la asociación de veteranos de guerra estadounidenses. "Es una verguenza".
En el centro del escándalo se encuentra el hospital militar Walter Reed de Washington, reconocido a nivel mundial y calificado con frecuencia la "joya de la corona de la medicina militar".
Decenas de miles de heridos de guerra, pero también líderes políticos estadounidenses fueron atendidos en este hospital desde su inauguración, en 1909. Gracias a los métodos modernos de tratamiento, a lo largo de los años pudieron ser salvados cada vez más soldados.
El propio Bush posó ante a las cámaras en reiteradas oportunidades en un sector particularmente destacado para pacientes amputados junto a militares mutilados que participaron en la guerra en Irak, soldados que agradecieron el tratamiento de primera clase recibido.
Lo que Bush no sabía y que "The Washington Post" sacó a la luz es que existe también "otro Walter Reed", como tituló el periódico. Con ese encabezado se hace referencia a las condiciones de vida para una parte de los pacientes, aquellos que ya no necesitan una cama de hospital, pero sí un tratamiento ambulatorio físico o psíquico a largo plazo.
Ese grupo de soldados, que están aún demasiado enfermos para retornar al servicio activo o para insertarse en la vida cotidiana sin atención médica, creció permanentemente en los cinco años y medio desde el inicio del conflicto armado en Afganistán, gracias a la mayor tasa de supervivencia.
En la actualidad son unos 700 hombres y mujeres. Como el propio hospital está excedido en capacidad, cerca del mismo, para atender a los pacientes ambulatorios, se arrendaron edificios, entre ellos un antiguo hotel, en el que el "Post" descubrió condiciones de vida indignas para un ser humano como moho, olor a rancio y alfombras sucias, y hasta heces de roedores.
Aquí, algunos pacientes vivieron hasta durante dos años, como por ejemplo el joven Jeremy Duncan, que ingresó en el hospital con una grave lesión en la nuca y una oreja mutilada. En su habitación el techo estaba tan enmohecido que a través de un orificio podía ver la tina de baño de la habitación del piso superior, relató el periódico. Entretanto se están llevando a cabo intensos trabajos de reparación, tanto en los lugares donde viven los pacientes como a nivel político.
Primero fue relevado de su cargo el comandante responsable del centro médico, y un día después también su sucesor quien, como se comprobó, conocía desde hacía tiempo los inconvenientes. Luego, Gates despidió al secretario del Ejército estadounidense, Francis Harvey, el civil de más alto rango en las fuerzas armadas.
Bush por su parte anunció el establecimiento de una comisión investigadora en su alocución radial semanal, realizada con un día de anticipación, lo que ocurre rara vez y subraya la urgencia que tenía para él contener los daños.
Que Bush está verdaderamente afectado es algo que no dudan ni sus opositores. Pero además la noticia conlleva también evidentes peligros políticos para él: los grupos de veteranos son de los pocos apoyos que le quedan al presidente respaldando la guerra en Irak.