Río de Janeiro - Más de tres décadas después de ser lanzado, el Programa del Alcohol parece estar a punto de convertirse en una especie de "pasaporte" hacia el futuro para Brasil, que podrá coliderar, con los Estados Unidos, la creación de una especie de "OPEP del etanol" en América Latina.
Esa asociación para explotar terceros mercados -a empezar por Centroamérica- será el tema central de las conversaciones que mantendrá el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, con su par brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, durante su visita a Sao Paulo, el 9 de marzo.
La posibilidad de unión entre los dos más grandes productores mundiales de etanol para difundir su uso por América Latina y convertir el producto en una "commodity" global es un "premio" no esperado para un programa iniciado en 1975 sin más ambiciones que la de reducir la dependencia brasileña del petróleo importado.
En ese entonces, tras asumir la Presidencia durante la dictadura militar que gobernaba Brasil, Ernesto Geisel vio las conquistas del llamado "milagro económico brasileño" sepultadas por la crisis mundial del petróleo, que golpeó duramente al país, que en ese entonces importaba más de la mitad de sus necesidades de crudo.
El programa fue un éxito inicial, pero luego quedó al borde del naufragio: los motores de los automóviles fabricados en el país presentaban señales de rápida corrosión por el uso del alcohol anhidro y la oferta del producto se redujo drásticamente sin previo aviso, cuando aumentó el precio internacional del azúcar.
Además, los incentivos fiscales concedidos por el gobierno de entonces a los productores de alcohol favorecieron principalmente a los grandes latifundios y llevaron a hacendados a abandonar cultivos de alimentos para plantar la caña de azúcar. Pese a los problemas y a la creciente desconfianza de los consumidores, el programa no llegó a morir, sino que sufrió adaptaciones que incluyen, hoy, el uso obligatorio de una proporción de alcohol mezclado con la gasolina vendida en el país.
Según el físico y ex ministro de Ciencia y Tecnología, José Goldemberg, de no haberse adoptado esa práctica en el país, el consumo de gasolina de Brasil sería el doble de lo que es hoy.
"Con la actual producción de cerca de 12.000 millones de litros de etanol por año, Brasil emite diez millones de toneladas de carbono menos de lo que podría estar emitiendo. Esa reducción corresponde al 15 por ciento de todas las emisiones de carbono del país", afirmó Goldemberg. Tres décadas después de su lanzamiento, el Programa del Alcohol se convirtió en una "estrella", en momentos en que la energía y la preservación de medio ambiente constituyen preocupaciones centrales de los países desarrollados.
En los Estados Unidos, especialmente, el etanol se perfila como una forma de solucionar simultáneamente varios problemas que preocupan hoy a la administración Bush, que prometió reducir en un 20 por ciento el consumo de petroleo del país en la próxima década.
Ello no sólo acercaría el gigante norteamericano al cumplimiento de las metas establecidas en el Protocolo de Kyoto, sino que también contribuiría a reducir la dependencia estadounidense del petróleo importado de países a veces hostiles a Washington, como la Venezuela del presidente Hugo Chávez.
Para Brasil, la creación de una "OPEP del etanol" permitiría concretar el sueño de Lula de llevar a los vecinos latinoamericanos la tecnología brasileña en el campo de biocombustibles que, además de ser "ambientalmente correctos", ayudarían a atenuar la pobreza en el continente, a raíz de su bajo costo de producción.
Además, según la comentarista política Eliane Cantanhede, la alianza con los Estados Unidos en el campo del etanol abre para Lula la posibilidad de frenar el rítmo de la creciente influencia política de Hugo Chávez en el continente.
"Sin la riqueza y el poder político de los Estados Unidos y sin los petrodólares y el frenesí expansionista de Chávez, Brasil acaba de descubrir (...) el etanol. Esta es el arma que el gobierno de Lula sacó tanto para acercarse a los norteamericanos como para reforzar su presencia entre los sudamericanos", dijo Cantanhede, en un artículo reciente.
La asociación entre Brasil y Estados Unidos -que, conjuntamente, son responsables del 72 por ciento del etanol producido en el mundo- fue mencionada con entusiasmo por el subsecretario de Estado norteamericano para Asuntos Políticos, Nicholas Burns. "Los biocombustibles serán en el futuro el principal vínculo entre brasileños y estadounidenses", auguró Burns, durante la visita oficial que realizó a Brasil en febrero.
Fuente: DPA