Karthik Rajaram tenía 45 años. Estaba casado, tenía tres hijos y, hasta hace poco, había sido director financiero de una importante compañía multinacional. Años atrás, incluso, había ganado un millón y medio de dólares en un fondo de inversión londinense y, hasta ayer, vivía en una mansión en la ciudad de Los Angeles.
La crisis financiera, sin embargo, lo golpeó fuerte. Perdió su trabajo y, en cuestión de semanas, vio como sus acciones se desplomaron y como gran parte de su fortuna desaparecía de la noche a la mañana.
Desesperado, Rajaram optó por la más drástica de las soluciones. Compró un arma, escribió dos cartas y un testamento y, a sangre fría, mató a su esposa, su suegra y sus tres hijos. Finalmente, se suicidó.
Una de las cartas que dejó estaba dirigida a la policía. Hablaba de las dificultades financieras a las que se enfrentaba y daba cuenta de las opciones que evaluaba: suicidarse solo o llevarse a toda su familia con él. “Se convenció de que la segunda estrategia era la más honorable”, dijo Michel Moore, jefe de la policía de Los Angeles, al diario LA Times .
Amigos de la familia comenzaron a preocuparse luego de que la esposa de Rajaram no llegara al colegio de sus hijos ayer a la mañana. Se acercaron hasta la mansión en la que vivían y vieron que los dos autos del matrimonio seguían estacionados en el garage.
Cuando la policía entró en la casa familiar, encontró el cadáver de la suegra en el living. Los cuerpos de su esposa y sus tres hijos –Krishna, Ganesha y Arjuna- fueron descubiertos en las habitaciones del piso superior.
Los vecinos se mostraron shockeados al conocer la noticia. Uno de ellos dijo que, incluso, “ nunca había visto a un padre amar tanto a sus hijos” y que no podía creer que la vida de esta familia hubiera terminado de manera tan trágica.