Del vértigo por el surgimiento del opositor Juan Guaidó y su promesa de sacar rápidamente del poder a Nicolás Maduro, Venezuela ha pasado a un equilibrio de fuerzas en el que los militares y Estados Unidos, marcan la pauta.
Las masivas concentraciones convocadas por Guaidó tras su autoproclamación como presidente encargado, el 23 de enero, perdieron fuerza tras el fallido levantamiento militar contra Maduro del 30 de abril.
Ahora, el jefe del Parlamento recorre el interior con menos impacto mediático –en un país donde el chavismo mantiene la hegemonía comunicacional–, aferrado al reconocimiento de medio centenar de países liderados por Washington.
Fuerza. “La oposición está perdiendo un poco de vapor no solo por no poder desalojar a Maduro, sino también por las sanciones petroleras de Estados Unidos, que han empobrecido aún más a la población”, dijo David Smilde, experto en Venezuela del centro de investigación WOLA, de Washington.
Asfixiado por los castigos de Donald Trump, que agravan el desastre económico del país con la mayor reserva petrolera, Maduro ha apelado a su control de la Justicia y los militares para debilitar a Guaidó.
Un parlamentario opositor preso y 14 refugiados en sedes diplomáticas o en la clandestinidad deja la ofensiva judicial por los hechos del 30 de abril, que Maduro denunció como un intento de derrocamiento y confirmaron fisuras en la Fuerza Armada.
“Su gobernabilidad está pulverizada y su posibilidad de mantenerse en el poder está restringida a la fuerza y la represión”, señaló el presidente de la encuestadora Datanálisis, Luis Vicente León.
En mayo, una encuesta situó la aprobación de Guaidó en 56,7%, frente a 10,1% de Maduro, su nivel más bajo desde que asumió el poder en 2013.
“Equilibrio destructivo”. En vano, Guaidó y Estados Unidos han llamado hasta el cansancio a los militares a darle la espalda a Maduro, que les ha otorgado amplio poder.
A juicio de León, los intentos del opositor para generar ese quiebre están mal enfocados, pues la Fuerza Armada es un “sector corporativista que actúa en conjunto y no ha recibido una oferta de garantías creíble para su futuro, como preservar su poder, su integridad y su dinero”.
Así, Maduro, sin margen para detener la hemorragia económica, y Guaidó, sin fuerza para sacarlo, se encuentran en una paridad en medio de la cual las condiciones de vida se deterioran sin cesar.
“Ambos sectores se debilitan y podríamos llegar a un equilibrio destructivo donde nadie termina con el otro, pero sí con el país”, comentó León.
Smilde prevé una nueva ola migratoria que engrosaría los cuatro millones de venezolanos que –según la ONU– dejaron el país en los últimos años.
En mayo, ambos bandos mantuvieron un diálogo exploratorio con la mediación de Noruega. Guaidó sostiene que toda mediación debe llevar a la salida de Maduro, cuya reelección considera ilegítima, y a nuevas elecciones; Maduro amenaza con anticipar las legislativas para quitar a la oposición el único poder que controla.
“A pesar de la percepción popular de que las conversaciones de Noruega están permitiendo que Maduro ‘gane tiempo’, en realidad han brindado un respiro a la oposición que muestra signos de fatiga”, opina Smilde.