INTERNACIONAL
Los problemas de occidentalizar a Oriente

El velo islámico, un símbolo de la resistencia

Mientras el gobierno inglés quiere prohibir su uso en las escuelas, las musulmanas se aferran más que nunca a su utilización. La historia del hijab es compleja, pero en Occidente se convirtió en un símbolo de la resistencia a la opresión. THE GUARDIAN.

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En la actualidad, la mujer que usa un velo representa una afrenta explcita a valores que son esenciales a nuestra identidad cultural: igualdad entre sexos, libertad, transparencia y apertura. | Cedoc

Londres, The Guardian - Pasé siete años de mi infancia escondida detrás de un velo: no se trataba de un nigab musulmán, sino del hábito de una monja. Llevábamos largos vestidos negros, grandes rosarios y crucifijos y una cofia muy elaborada: se podía ver una pequeña parte de mi cara desde el frente, pero de costado, estaba completamente tapada.

Seguramente parecíamos extrañas, caminando juntas en medio del carnaval de colores que era Londres en los 60, pero nunca nadie nos pidió que cambiemos nuestro atuendo por uno más convencional.

Cuando mi orden fue fundada en 1840, no mucho después de la emancipación católica, la gente se enfurecía al ver monjas por la calle vistiendo sus hábitos, y les tiraba fruta podrida y bosta de caballos. Las monjas habían estado prohibidas en Inglaterra desde la Reforma protestante, pero su retorno parecía provocar el resurgimiento del barbarismo.

Doscientos cincuenta años después de que una conspiración intentara volar el Parlamento de Westminster y asesinar al rey, el Catolicismo todavía era temido, inadmisible dentro del ethos británico y una columna aliada a peligrosos enemigos en el extranjero.

En la actualidad, la mujer que usa un velo representa la amenaza islámica, de la misma manera que las monjas alguna vez simbolizaron a los demonios del Papado. Representa una afrenta explícita a valores que son esenciales a nuestra identidad cultural: igualdad entre sexos, libertad, transparencia y apertura.

Pero en el mundo musulmán, el velo también adquirió un nuevo simbolismo. Para que los funcionarios del Gobierno debatan el tema de manera fructífera, tienen que –primero- familiarizarse con la amargamente irónica historia del velo durante los últimos 100 años.

Hasta fines del siglo XIX, el velo no era ni central ni universal en el mundo Islámico. El Corán no ordena a las mujeres que se cubran las cabezas, y el velo completo era solamente utilizado por las mujeres aristocráticas, como símbolo de status.

En Egipto, durante el período en el que Muhammad Ali gobernaba el país (1805-48), la suerte de las mujeres mejoró drásticamente, y muchas abandonaban el velo y se movían más libremente en la sociedad.

Pero después de la invasión británica en 1882, el cónsul general, Lord Cromer, ignoró los avances y argumentó que el uso del velo era un “obstáculo fatal” que no permitía que los egipcios participaran de manera activa de la civilización occidental.

En Egipto, el tema del velo se convirtió en el centro del debate. En 1899, Qassim Amin publicó ``La liberación de la mujer``, en el que obsecuentemente halagaba la cultura europea y argumentaba que el velo representaba todo lo que estaba mal con el Islam y Egipto.

No es que fuera feminista. Las mujeres egipcias, según Amin, eran sucias, ignorantes y malas madres. El libro fue furor y el velo se convirtió en un símbolo de la resistencia contra el colonialismo.

El problema existía también en otros países del mundo islámico, adonde gobiernos reformistas querían que sus ciudadanos parecieran “modernos”, aún cuando la mayor parte de la población no conociera ni comprendiera a la cultura occidental.

Cuando Ataturk secularizó Turquía, se forzó a hombres y mujeres a usar vestimentas europeas que se sentían como vestidos de fiesta.

En Irán, los soldados del Shah marchaban por las calles arrancando los velos de las mujeres. En 1935, Shah Reza Pahlavi ordenó al ejército disparar contra manifestantes desarmados que protestaban en contra de la ley que obligaba a usar ropa occidental.

Cientos de iraníes murieron ese día. Muchas mujeres, cuyas madres habían dejado de usar el velo, volvieron al hijab como forma de lucha contra regímenes seculares y agresivos.

Esto también ocurrió en Egipto, durante el mandato del presidente Anwar Sadat y sigue ocurriendo bajo el mando de Hosni Mubarak.

Cuando el Shah prohibió el chador, durante la revolución iraní, las mujeres lo utilizaban por una cuestión de principios, inclusive aquellas que usaban ropa occidental cotidianamente.

Hoy en Estados Unidos, más y más mujeres musulmanas usan el hijab para distanciarse de la política exterior de la administración de Bush, y algo similar puede estar ocurriendo en el Reino Unido.

Mi hábito me resultaba liberador: durante siete años nunca tuve que pensar ni en la ropa, ni en el maquillaje, ni en el pelo. Todas esas cosas que llenan las cabezas de las más liberadas de las mujeres occidentales.

De la misma manera, las mujeres islámicas sienten que el velo las libera de los peores aspectos de la modernidad occidental. Dicen que no hay que parecer occidental para ser moderno.La mujer velada desafía los mitos sexuales de Occidente, con su extraña tendencia a “revelarlo todo”.

Mientras que los hombres y mujeres occidentales muestran sus carísimas vestimentas y sus cuerpos descubiertos como signo de status, la uniformidad de la vestimenta tradicional musulmana pone el acento sobre el ethos comunitario e igualitario del Islam.

El jefe de Gabinete británico Jack Straw y sus seguidores deben comprender que, por su compleja historia, los musulmanes sospechan de las intervenciones occidentales y ven en ellas motivos ulteriores.

En vez de mejorar las relaciones entre culturas, el intento de prohibir el velo en las escuelas del Reino Unido, las empeora. Cuando a las mujeres se les prohíbe usar el velo, se intensifica su deseo de llevarlo.

En la época victoriana, las monjas creían que hasta que pudieran aparecer en público con sus hábitos, los católicos no serían aceptados en el país.

Pero a fines de los 60, poco después de que dejé mi orden, se decidió dejar de usar el hábito completo. La decisión expresaba, entre otras cosas, una nueva confianza.

Pero los musulmanes de hoy en día no se sienten tan seguros.

La interminable tragedia de Medio Oriente convenció a algunos de que Occidente está obsesionado con la destrucción del Islam.

La demanda de que abandonen el velo no hace más que exacerbar estos miedos y hace que algunas mujeres se aferren con más fuerza a una prenda que pasó a simbolizar su resistencia a la opresión.

Traducción: Carolina Thibaud