"¿Hola, Elisabetta?". Así sorprendió por teléfono el flamante papa Francisco a la corresponsal de La Nación en Roma el 14 de marzo pasado, un día después del ya famoso Habemus Papam que lo elevó como cabeza máxima de la Iglesia católica.
La periodista Elisabetta Piqué pudo conocer a Jorge Mario Bergoglio hace 14 años, y desde entonces se forjó una relación de confianza que es la envidia de los más distinguidos vaticanistas italianos. Fue quien anticipó que "el padre Jorge" podía ser "la sorpresa" de la quinta votación efectuada durante el segundo día de cónclave.
En su último libro "Francisco. Vida y revolución", publicado por Editorial El Ateneo, da cuenta de cómo este jesuita de bajo perfil saltó del barrio porteño de Flores hasta llegar al Vaticano, no sin atravesar a aguerridos adversarios dentro y fuera de la Iglesia.
— Años atrás cubrió conflictos bélicos en Afganistán, Irak y la Franja de Gaza entre otros destinos. ¿Cómo se produce la transformación de una corresponsal de guerra en vaticanista?
— En realidad no es una cosa tan repentina. La corresponsalía para La Nación siempre fue entendida como 'itinerante'. Por ejemplo, no terminé de alquilar la casa en Roma en 1999, que poco tiempo después ya estaba destinada en Kosovo. Por otra parte, al año siguiente era el Jubileo al cual por supuesto debía cubrir para el diario y para CNN en Español. También cubrí los últimos viajes de Juan Pablo II, seguí todo el final de su pontificado.
— ¿Cómo fueron los primeros contactos con Jorge Mario Bergoglio?
— Lo conozco cuando Juan Pablo II lo nombra cardenal en febrero de 2001 y Bergoglio viaja a Roma. Me informan que él no suele dar entrevistas, pero que conmigo va a hacer una excepción. Era bastante cuidadoso de sus palabras y de los encuentros con periodistas. Desde la casa del clero me piden que envíe previamente las preguntas por fax. Mandé los temas, pero él estaba un tanto asustado y para romper el hielo le digo entonces que no soy experta en cuestiones de Iglesia y allí comienza nuestra relación.
En el libro cuento que luego del encuentro, el propio Bergoglio me llama para agradecerme la nota, algo que entre los periodistas sabemos que no es nada usual que pase de parte de cualquier entrevistado. Le dí mi primer libro sobre mi experiencia como corresponsal de guerra y cuando más tarde se enteró que yo era enviada a la Franja de Gaza, él rezaba por mí. Es muy fuerte. Es una persona interesada no sólo en lo local o coyuntural, sino en lo que pasa en todo el mundo.
Piqué detalla en el libro los pormenores y secretos del crecimiento del nombre de Bergoglio, tras la renuncia de Benedicto XVI, entre los participantes del cónclave que debían elegir al nuevo Sumo Pontífice. "Bergoglio deslumbró a los demás cardenales en su intervención, de tres minutos y medio, que hizo vibrar al auditorio, en la congregación general del jueves 7 de marzo. (...) Sus palabras fueron breves pero intensas."
— Ahora que usted se convirtió en una de las vaticanistas argentinas más reconocidas, ¿cómo es el enigmático trabajo de los especialistas en la Santa Sede?
— Sobre la calificación de 'vaticanista', digamos que ahora, con este Papa argentino, me estoy convirtiendo en una del grupo, y sobre todo quizás después del lanzamiento de este libro. Respecto del trabajo de los vaticanistas, normalmente cuando hay una información muy fuerte, se comparte o comenta sólo si se tiene muchísima confianza con el colega, sino absolutamente no. Pero obtener información es diferente desde que está Francisco. Antes, los argentinos no éramos tan tenidos en cuenta. Esto se notaba cuando se producía un viaje del Papa y sólo invitaban a periodistas de medios 'grandes'. Los primeros años, como corresponsal pedí subir al avión y no me lo permitían. Si hubiera sido del New York Times o del Figaro, me subían. El eurocentrismo se veía también en eso.
Eran pocos los que también tenían la corazonada de que Bergoglio era un papabile, entre ellos, el padre Alejandro Russo, rector de la Catedral de Buenos Aires. Mucho tiempo atrás -en 1957- la madre del actual Santo Padre, Regina, reaccionaba mal cuando se entera que Jorge entró al seminario sacerdotal. Durante años no aceptó su decisión, reseña Piqué en el libro.
— Muchos destacan los gestos del papa Francisco, ¿pero en qué radica su real reforma? ¿Se pueden esperar mayores cambios?
— Si se ven estos ocho meses parece que pasaron siglos desde que está Francisco. Yo creo que ya hay un cambio evidente e impresionante. Él levanta una Iglesia totalmente en crisis, vuelve a llenar las iglesias, hace volver gente alejada a la Iglesia. El mundo musulman, por ejemplo, está muy entusiasmado con este Papa. Los ortodoxos ya hablan de tener al Papa en Moscú. Francisco es amigo de un rabino al que invita a pasar con él una estadía en Santa Marta. Skorka va a viajar además a Tierra Santa el año que viene con él. Pero sobre la expectativa que se tiene sobre Francisco hablé con el cardenal alemán Kasper y me dijo que: 'No hay que sobrecargar al nuevo pontificado con expectativas exageradas que necesariamente terminarían en nuevas desilusiones. Un nuevo Papa puede renovar a la Iglesia pero no puede inventar una Iglesia nueva'.
No hay que esperar cambios radicales sólo porque por una vez se hacen preguntas acordes a la realidad sobre la familia en el sondeo previo al sínodo. Es que este Papa vive la realidad. Él sabe que un montón de gente se separa, sabe que hay personas del mismo sexo que conviven, entonces el ya sabe cuáles son los problemas. Pero, ¿va a decir que a partir de ahora el matrimonio no es más indisoluble? Obviamente no va a cambiar eso. Por más que diga que Dios perdona todo o que no se cansa de perdonar, ¿va a decir que el aborto está bien? ¿Va a decir que el matrimonio homosexual está bien y que se casen todos? No.
Con el tema de los divorciados vueltos a casar, podría llegar a haber un cambio. Es muy complicado porque es algo a nivel teológico, es un sacramento. En el viaje a Brasil, Bergoglio recordaba a monseñor Quarracino que decía que 'cuántos matrimonios hay nulos y cuánta gente se casa inmadura y sin saber que en realidad es para toda la vida'. Él habla en realidad de acompañar a los heridos, como cuando dijo que considera a la Iglesia un 'hospital de campaña después de una batalla'. Entonces eso ya fue una revolución. Por eso quise que se llame el libro 'Francisco. Vida y Revolución'. La revolución él ya la hizo. Y ya está también desde los llamados 'gestos'. Son revolucionarios. Él dijo 'hagan lío', pero el lío lo está haciendo él.
La extensa investigación realizada por la corresponsal de La Nación en Roma y la Santa Sede incluye perlitas como las clases que Borges y Bergoglio impartieron juntos; las rivalidades que buscaron detener el crecimiento del religioso; la ayuda que brindó en silencio a los perseguidos durante la última dictadura; la 'importación' de la imagen de la Virgen Desatanudos; la real duración del exilio cordobés; y hasta su relación con los medios y la prensa.
— ¿Tiene miedos o preocupaciones el Papa?
— Absolutamente no. Él ya lo dijo en el avión a Brasil. No quiso por ejemplo el Papamóvil blindado. Cuento en el libro que a Domenico Giani (inspector general de la Cuerpo de Gendarmería de la Ciudad del Vaticano), que lo conozco desde los viajes de Juan Pablo II, le pregunto si Francisco al menos va a llevar chaleco antibalas. Y me responde: '¡Estás loca! ¿Querés que me echen?'. Él lo dijo bien claro en una entrevista en Brasil: 'Si yo voy a visitar a una familia que quiero ver, ¿voy a ir en una caja de vidrio? Yo quiero ir a abrazar'. Él dijo que siempre hay un loco dando vueltas, pero lo que es una real locura sería que él no estuviera cerca de la gente. Además, es muy bromista sobre el tema. '¿Qué me van a dar, un tecito?', suele responder con humor sobre un hipotético envenenamiento.
— ¿Que le dejó la experiencia de cubrir al Papa durante los viajes a Brasil y durante la Jornada Mundial de la Juventud?
— Los viajes y las jornadas de trabajo allá fueron apoteóticas. La noche de la vigilia en Copacabana y ver toda esa gente era impresionante. Cuando me encuentro con mi amigo el periodista español Antonio Pelayo le pregunto si eso era parecido a lo que él vivió con Juan Pablo II. 'Esto es mucho más, es mucho más', me respondió. Y es verdad, ahora, durante los miércoles, tienen que cortar la Vía della Conciliazione. Nunca se había cortado antes para las audiencias, sólo para beatificaciones o funerales de pontífices.
Por eso cuando la gente se pregunta sobre qué se puede esperar de él... ¿Algo más de lo que ya hizo? Sin contar todas las comisiones de reforma creadas, el G8, y todas las demás cosas concretas que ya hizo. Está poniendo en marcha una reforma impresionante.
El "Papa Villero" fue y es conocido por su trabajo cerca de los pobres, los adictos, los enfermos y todo aquél que necesitara de ayuda. "Si hay que vender los cálices, los vendemos", dijo en una ocasión en referencia al tratamiento que necesitaba la enfermedad de un pastor valdense que decidió hospedar en el Hogar Sacerdotal católico.
— ¿Fue necesario para la llegada de Francisco que antes hubiera un Benedicto XVI?
— Totalmente, porque yo creo que nada es casual. Creo que no es casual que en el 2005 fuese segundo, pero en ese momento hacía falta un Benedicto. Haciendo este libro me doy cuenta que bien o mal él se fue preparando y creo que fue necesario Benedicto para la llegada de Bergoglio al Vaticano. Evidentemente los cardenales entendieron que había que dar vuelta la página y por eso eligen a una Papa del fin del mundo. Ahora hacía falta alguien que agite un poco las aguas, y él está haciendo eso.
La voz del papa Francisco, decenas de testimonios, y cientos de anécdotas e historias, fueron reflejados por Elisabetta Piqué, quien recibió desde duras presiones de obispos para que dejara de investigar el lobby contra Bergoglio hasta el privilegio de poder acompañar al Sumo Pontifíce en su flamante "revolución".
(*) De la Redacción de Perfil.com.