En el segundo día de su histórica visita a Armenia, el papa Francisco homenajeó ayer al millón y medio de víctimas del genocidio perpetrado contra el pueblo armenio hace un siglo y rezó para que “nunca más haya tragedias como esta, para que la humanidad no olvide y sepa ganar con el bien al mal”. Fue durante una emotiva ceremonia protagonizada por el Pontífice en el memorial de Tzitzernakaberd, el monumento más emblemático del país, en la capital, Erevan.
El acto tuvo lugar un día después de que Jorge Mario Bergoglio decidiera utilizar explícitamente la palabra “genocidio” para referirse a la matanza de armenios a manos del Imperio Otomano. La postura oficial del Vaticano frente a este tema causa la irritación del gobierno de Turquía, que intenta minimizar la magnitud de la masacre y desacreditar a quienes la equiparan con el Holocausto nazi o con el exterminio de disidentes durante el estalinismo.
“Que Dios custodie la memoria del pueblo armenio –escribió el Papa en el libro de honor del memorial que recuerda a las víctimas del Gran Mal, como los armenios llaman al genocidio–. La memoria no debe ser diluida ni olvidada, la memoria es fuente de paz y de futuro”. Mientras se oía el silbar de las tradicionales flautas armenias, el Pontífice rezó junto a Karekin II, patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia, frente a la llama eterna que flamea dentro del monumento que se alza sobre la Colina de las Golondrinas, a donde había llegado por la mañana junto al presidente Serzh Sargsyan y su esposa. Francisco dejó dos rosas blancas en el centro del memorial y luego se dirigió a un jardín del complejo en el que hay árboles plantados por personalidades internacionales que reconocieron el genocidio. Allí saludó a una decena de descendientes de las víctimas de la matanza.
Más tarde, el Papa voló media hora hasta la ciudad de Gyumri, al norte del país y a sólo diez kilómetros de la frontera con Turquía. Allí vive una de las mayores comunidades católicas del país. El 90% de los armenios son cristianos ortodoxos y menos del 10% son católicos, pero ambas Iglesias conviven sin conflictos y se consideran hermanas. En Gyumri, el Papa envió un mensaje de aliento a los cristianos, que son minoría religiosa en el Cáucaso: los convocó a “construir y reconstruir, sin desfallecer, caminos de comunión y puentes de unión para superar las barreras que nos separan”.
Bergoglio volvió luego a Erevan para encabezar un encuentro por la paz en la Plaza de la República. Allí se refirió una vez más al genocidio: “No dejo de pensar en las pruebas terribles que su pueblo ha experimentado: apenas ha pasado un siglo del Gran Mal que se abatió sobre ustedes, ese exterminio terrible y sin sentido”. Dijo que recordar la masacre “no es sólo oportuno, sino necesario: que sea una advertencia en todo momento, para que el mundo no caiga jamás en la espiral de horrores semejantes”.
Historia. El genocidio armenio jamás fue reconocido ni condenado por el Estado turco, heredero moderno del Imperio Otomano. La matanza tuvo su origen cuando, en medio de la decadencia de aquella potencia a fines del siglo xix, nació un movimiento nacionalista llamado Jóvenes Turcos que conquistó el poder en 1909. El pueblo armenio representaba un obstáculo para sus aspiraciones expansionistas. En 1915, mientras se libraba la Primera Guerra Mundial, comenzaron las deportaciones, los secuestros, las torturas y los asesinatos contra cientos de miles de armenios dentro del Imperio.
En 2015, Francisco ya había calificado de “genocidio” al exterminio de armenios (ver aparte), lo que en aquel momento había causado una indignada reacción política y diplomática del gobierno turco del presidente Recep Tayyip Erdogan.
Junto a Melconian
Una delegación de 200 argentinos acompañó al Papa en su gira por Armenia. Entre ellos estuvo Carlos Melconian, presidente del Banco Central y descendiente de armenios. “El mensaje del Papa da un importante y definitivo apoyo a Armenia en su reclamo por que sea reconocido el genocidio”, comentó el funcionario a PERFIL, y agregó que el discurso papal sobre este tema es de un “significado fenomenal” ya que “es la aceptación de que los turcos cometieron el primer genocidio mundial y de que no se trató de una guerra civil, como afirma Turquía”. Según Melconian, la visita causó “euforia” en el país