Desde Amsterdam
“Yo a Trump no le debo nada. Defiendo mis ideas mucho antes de que apareciera Trump”. Harto de ser “explicado” como parte de la ola xenófoba e intolerante que recorre el mundo tras el Brexit, la elección en Estados Unidos y el avance de Marine Le Pen en Francia, así reaccionó días atrás el holandés Geert Wilders, el líder de la extrema derecha que amenazaba con ser el gran ganador de las elecciones parlamentarias del miércoles.
No pudo ser. Aunque obtuvo veinte bancas, cinco más de las que tenía, el Partido por la Libertad (PPV) de Wilders quedó lejos de su mejor marca –25 bancas, en 2010– y mucho más lejos de las 36 que le auguraban las encuestas. El primer lugar lo obtuvo el Partido Popular por la Libertad y la Democracia del primer ministro Mark Rute, con 33 bancas. “Eramos el tercer partido de Holanda. Ahora somos el segundo. La próxima vez seremos el primero”, tuiteó desafiante Wilders.
Un tema holandés. En Europa, muchos respiraron aliviados. La “trumpitis” que amenazaba con barrer con la UE tras el Brexit y la irrupción de los populismos de derecha como el de Wilders o el de Le Pen, parece haber sido al menos detenida. Pero ¿el “miedo a Trump” influyó en el voto, o se trató de un tema holandés?
“Los resultados no son muy diferentes a los de 2010 o 2002. Esto fue un tema holandés, no mundial. Por supuesto que Wilders quiere darle a su movimiento un contexto más grande que el de Holanda, pero no parece haberle funcionado muy bien”, dijo a PERFIL Jouke Turpijn, director del Departamento de Estudios Europeos de la Universidad de Amsterdam.
Holanda tiene un sistema de contrapesos políticos que hace imposible la aparición, o al menos la consolidación en el poder, de posiciones extremas o radicalizadas como las de Wilders. Con 28 partidos compitiendo en los comicios, y 15 con representación parlamentaria, es muy difícil que alguno supere el 50%, lo que obliga a crear coaliciones. Rute necesitará ahora al menos seis partidos para formar gobierno, un proceso que alguna vez superó los 200 días.
Desazón. Más allá de que no haya podido formar gobierno, Wilders ha logrado tener una influencia decisiva en la política holandesa. Muchos observadores consideran que su prédica antiislámica estuvo detrás de la dureza con la que el gobierno holandés rechazó la pretensión de al menos dos ministros turcos de participar en actos de campaña con los residentes turcos en Holanda en apoyo al referéndum con el que el presidente Erdogan quiere convalidar una reforma constitucional que le dará poderes casi absolutos.
Aunque no haya avanzado como se esperaba, la prédica de Wilders provoca desazón en amplios sectores de la sociedad holandesa. “Hace años que trabajamos para enseñar inclusión y tolerancia. Es frustrante ver el apoyo que tiene alguien que pide expulsar a los extranjeros”, dice Jan Dubbelman, responsable de proyectos educativos de la Casa de Ana Frank de Amsterdam. “Vivimos en un mundo que valora los extremos”, se lamenta por su parte el embajador holandés Henk Ovink.
Miedo para todos y todas
Si hay algo que tienen en común el Brexit, Donald Trump o Marine Le Pen es la manera en la que explotan el miedo y la inseguridad de muchos ciudadanos ante una realidad que cambia demasiado rápido. “A Wilders lo votó gente que se siente atemorizada por los cambios que crea la globalización”, explica el doctor Turpijn, de la Universidad de Amsterdam. “Las cosas cambian a su alrededor, y muchas veces no para mejor, o los cambios no son bien explicados por las autoridades. Wilders –agrega el especialista– explota ese resentimiento. Cuando los partidos tradicionales abandonaron sus ideologías y se volvieron tecnócratas, en los años 90, el populismo, tanto de derecha como de izquierda, entró al ring. Y también están los medios, que todo el tiempo muestran un mundo en llamas. Entonces la gente quiere proteger su propio mundo cerrando las fronteras”.
—¿Los resultados de Holanda pueden influir en las próximas elecciones de Francia y Alemania?
—No lo creo. Además de que se trata de países con sistemas políticos diferentes, el movimiento populista internacional no es lo suficientemente fuerte (por ahora) como para influir en diferentes elecciones.