Hillary Clinton ya puso primera en su camino hacia la Casa Blanca. La ex secretaria de Estado será nominada como candidata demócrata en la Convención Nacional que celebrará el partido en julio. Con la mira en las elecciones generales de noviembre, su comando de campaña estudia cuáles son sus principales fortalezas para seducir a los norteamericanos y cuáles los flancos más débiles que Donald Trump explotará durante la larga y dura campaña.
Entre sus principales activos se destacan su experiencia, el apoyo del presidente Barack Obama, la buena sintonía con las minorías y su amplia red de donantes y financistas. Hillary no sólo fue primera dama durante los ocho años de Bill Clinton en el Salón Oval, sino que también ganó una banca en el Senado y lideró a la diplomacia norteamericana. Es una veterana y hábil política que conoce como nadie los resortes del poder en Washington. Y tiene detrás un partido que apoya casi sin fisuras su candidatura, al contrario de su rival republicano.
Obama respaldó esta semana su candidatura, en momentos en que su popularidad trepa, según Gallup, al 51% entre el ciudadano promedio y 90% entre los demócratas, algo poco usual para un presidente en el último año de su segundo mandato. Otro punto fuerte de Hillary es su predicamento en las comunidades afroamericanas y latinas, que la apoyaron masivamente en las primarias y se volcarán nuevamente a su favor para evitar una presidencia de Trump.
El dinero tampoco será un problema para enfrentar al magnate inmobiliario. Desde que los Clinton incursionaron en política, hace 41 años, recaudaron tres mil millones de dólares para sus campañas y su fundación, según una investigación de The Washington Post. Steven Spielberg, George Soros y Sam Walton, fundador de Walmart, son algunos de sus donantes más célebres y prósperos.
Debilidades. Sus años en el poder también le juegan en contra. Hillary es percibida por gran parte del electorado como una integrante del establishment político y económico, con fluidos nexos con firmas de Wall Street vinculadas a la crisis económica de 2008.
Otro aspecto que preocupa a sus asesores es la falta de conexión con los trabajadores blancos, especialmente con los hombres. Teniendo en cuenta que ese segmento votó a Bernie Sanders en las primarias demócratas y a Trump en las republicanas, Hillary deberá esforzarse para persuadirlos.
El “mailgate” y la tragedia de Bengasi son otros de sus grandes dolores de cabeza. Las investigaciones del Congreso y el FBI por el uso de su casilla privada para enviar y recibir correos clasificados durante su paso por la Secretaría de Estado la hicieron caer en las encuestas nacionales. Por su parte, el asesinato en 2012 del embajador en Libia –Christopher Stevens– desnudó, según los republicanos, su mal juicio en política exterior. Ese no fue el único traspié que cometió en la arena internacional. “Una parte de su currículum es llamativamente débil: su apoyo a la guerra de Irak, una catástrofe que causó un enorme daño a Estados Unidos”, criticó en The Atlantic el periodista Conor Friedersdorf.
Desde 1988, cuando George H.W. Bush sucedió a Ronald Reagan, nunca un partido político mantuvo el poder durante tres períodos de gobierno consecutivos. Para que los demócratas igualen ese récord, Hillary deberá maquillar sus flaquezas y visibilizar lo más posible sus méritos, sin caer al barro al que quiere arrastrarla Trump.