INTERNACIONAL
peligra el documento final

Francisco, el árbitro del ‘superclásico sinodal’ entre ortodoxos y reformistas

El Sínodo de las Familias debate reformas, entre ellas la comunión a los divorciados. Los conservadores se niegan, pero otros piden una mayor apertura. El Papa, entre dos fuegos.

Recinto. Bergoglio dijo que la reunión no es un Parlamento, donde “hay que negociar”. Dos bandos se disputan la supremacía.
| AFP

El domingo 25 de octubre, Francisco tejerá una intrincada negociación política. Su máxima preocupación no será el resultado de las elecciones presidenciales en la Argentina, sino el cierre del Sínodo de las Familias, que puede arrojar cambios en la pastoral de la Iglesia Católica. Un encuentro que se vive en el Vaticano como un verdadero “superclásico”, en el que conservadores y reformistas disputan por conquistar voluntades e inclinar la balanza a su favor, divididos en torno a la comunión de los divorciados vueltos a casar, la indisolubilidad del matrimonio y las uniones civiles entre personas del mismo sexo. Tanto es así que la Santa Sede admitió ayer que tal vez no haya un documento final.

“Decidirá el Papa”, explicó el padre Federico Lombardi, vocero del Vaticano, al referirse sobre si se divulgará un texto que reúna las conclusiones del Sínodo. La controversia entre los 270 obispos y religiosos que participan de la cumbre se despertó tras la lectura del documento introductorio, a cargo del cardenal húngaro Peter Erdö. Sorpresivamente, el relator general del Sínodo cerró la puerta a una reforma que habilite la comunión a los divorciados. “Si vinieron a Roma con la idea de un cambio espectacular de la doctrina, quedarán desilusionados”, confirmó a los periodistas el cardenal de París, André Vingt-Trois.

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Esas declaraciones generaron malestar en un considerable grupo de purpurados, encabezados por el cardenal alemán Reinhard Marx, quien pidió que no se cierre el debate sobre los divorciados. “Todo o nada no es una opción”, disparó el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana. “Este Sínodo no se reúne para no decir nada”, agregó el arzobispo de Chieti y secretario especial de la asamblea sinodal, Bruno Frote, desnudando las divergencias en el seno de la Iglesia. El obispo de Amberes, Bélgica, Johan Bonny Jozef, fue aún más allá y llamó a reconocer los “elementos positivos” en las uniones civiles y a prestar atención en los “granos de verdad” que habría en ellas.

Lobbies. Andrea Tornielli, vaticanista del diario La Stampa, consideró que si el Sínodo fuese un torneo de fútbol, el primer partido lo habría ganado el equipo de los que están en contra de cualquier cambio en la praxis de la Iglesia. El papa Francisco es el árbitro de esa disputa, tironeado entre las dos posiciones. “El Sínodo no es un Parlamento, donde hay que negociar, pactar o llegar a compromisos”, marcó la cancha el lunes pasado, en la apertura del encuentro. Su advertencia apuntaba contra los “lobbies” que tanto lo irritan. Parecían tener como destinatario al sacerdote y teólogo polaco, Krzysztof Charamsa, quien dijo que era gay y presentó a la prensa a su pareja, Eduard Planas, un día antes del comienzo de las deliberaciones.

Las conclusiones de los 270 “padres sinodales” serán entregadas el 25 de octubre a Jorge Bergoglio. El Sínodo es un órgano consultivo, pero el Papa puede otorgarle potestad deliberativa.
Si bien no habrá un cambio en la doctrina católica, sí podría haber novedades en la pastoral –evangelización y relación con los fieles–. De cualquier manera, la última palabra será del religioso argentino, que el 25 de octubre estará con un ojo atento a la elección presidencial y con el otro al Sínodo que definirá si autoriza cambios o si le cierra la puerta a las reformas.