En poco más de dos años al frente de la Iglesia Católica, el papa Francisco imprimió su propio sello a la política vaticana. Con su carisma y sus gestos de humildad, jugó fuerte en la escena internacional, muchas veces sin viajar tanto como sus antecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Fue clave en el histórico acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, se opuso a un bombardeo en Siria, hizo un fuerte llamado a la paz en Ucrania y, ahora, se manifestó a favor de un Estado Palestino y del fin del conflicto entre aquel país e Israel.
Entre las personas más influyentes del mundo según Time, Jorge Bergoglio desafió los límites preconcebidos de lo posible en la política internacional. Cautivó a Barack Obama, quien lo elogió en público en varias ocasiones. Supo aliarse con Vladimir Putin para frenar un bombardeo norteamericano al régimen de Bashar al-Assad. Y se erigió en una figura clave para América Latina, cuyos líderes desfilan por Santa Marta semana a semana. Uno de ellos fue Raúl Castro, quien lo visitó el domingo pasado y le confesó que gracias a él había “vuelto a creer”. Ese encuentro fue de alto voltaje político, en pleno deshielo con Washington y aún con muchos desafíos en el horizonte. “El rol del Papa en la política de la región es fomentar la tolerancia política, un aspecto fundamental de la convivencia democrática”, afirmó a PERFIL Gabriel Salvia, director general del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (Cadal).
Estado Islámico. Otro desafío geopolítico de Francisco es frenar la expansión del califato comandado por Abu Bakr al-Baghdadi. Por eso su frecuente preocupación por la seguridad de las comunidades cristianas en Medio Oriente. Su última decisión fue enviar hace dos semanas al obispo argentino Leonardo Sandri, prefecto para la Congregación de las Iglesias Orientales, a Bagdad. El mensaje fue claro: no están solos.
Asia. En su pontificado, Francisco hizo nueve viajes. Siete de ellos fueron a Asia: Corea del Sur, Filipinas, Sri Lanka, Jordania, Palestina, Israel y Turquía, ubicada en la frontera entre ese continente y Europa. En sus periplos orientales apuesta por extender la influencia de la Iglesia y atraer más fieles. Pero su gran desafío en la región pasa por restablecer relaciones diplomáticas con la República Popular China. Para eso cuenta con un as bajo la manga: es jesuita, al igual que Matteo Ricci, el mártir católico que predicó el evangelio a fines del siglo XVI en el Reino Medio.
Cuando llegue en septiembre a los Estados Unidos será aclamado por su mediación con Cuba y se convertirá en el primer papa en hablar ante el Capitolio. En tan sólo 26 meses, Francisco no sólo se convirtió en el argentino más poderoso del mundo, sino también en una de las figuras más influyentes en la política internacional.