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Irlanda tiene en vilo a toda la Unión Europea

El resultado de un referéndum a sostenerse esta semana en la isla podría dar lugar a una crisis política en la UE. Los sondeos indican un resultado ajustado.

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| Cedoc

El martes, el primer ministro de Irlanda, Brian Cowen, cumplió una de las grandes demandas de la poderosa Asosiación de productores agrícolas de su país al prometerles que vetaría en el Consejo de la Unión Europea cualquier posible acuerdo de liberalización que pudiera derivar de la actual ronda de negociaciones de la Organización Mundial del Comercio.

La promesa podrá  parecerle intrascendente a muchos, pero produjo alivio entre la dirigencia de la Unión Europea porque podría ser fundamental para asegurar el bienestar de la comunidad en el corto plazo. Con la promesa vino el respaldo de la Asociación al Tratado de Lisboa, que tiene altos niveles de rechazo en Irlanda.

El 12 de junio, los irlandeses deben votar si aceptan o no el Tratado. Irlanda será el el único país de la Unión Europea donde se realice un referéndum al respecto, mientras el resto de los países de la UE tratarán el tema a través de procesos parlamentarios. El Tratado de Lisboa fue aprobado, en diciembre de 2007, para reemplazar la fallida Constitución comunitaria, desechada luego de que ganara el "No" en plebiscitos en Holanda y Francia en 2005.

Los productores agrícolas son cada vez menos en Irlanda, pero su asociación sigue siendo fuerte. Un sondeo reciente indicó que el 41 por ciento de ellos se opone al Tratado, de allí la importancia del acuerdo entre Gobierno y la Asociación agraria.

Una victoria del "No" el próximo jueves podría ser devastadora para los proyectos inmediatos de burócratas y líderes europeos, inmersos en planes para ampliar la integración comunitaria. La derrota del proyecto de la Constitución ya había sumergido a la Unión en una crisis política cuya salida pareció ser el Tratado.

Si bien en la práctica el Tratado parece tener pocas consecuencias directas para los ciudadanos de a pie, a los ojos de los dirigentes comunitarios su aprobación marcaría un hito en el proyecto de estabilidad e integración europeo.

Un Taoiseach hiperactivo. Las estimaciones indican que ante una menor participación de votantes, mayor la posibilidad de una victoria del "No", resultado que sería humillante para el Taoiseach (título con el que se conoce al primer ministro irlandés) Cowen.

Irlanda fue durante muchos años uno de los países más europeístas, en gran parte porque fue uno de los mayores beneficiarios del proyecto comunitario. Pero la victoria del "No" a la Constitución en Francia en 2005 demostró que incluso los votantes de los países tradicionalmente más pro-Unión Europea son capaces de darle la espalda a la comunidad en caso de estar insatisfechos con otros temas. Cowen lo sabe: era director de campaña de su partido en 2001, cuando en Irlanda ganó el "No" a otro tratado, el de Niza.

Los principales partidos, con la excepción del nacionalista Sinn Féin, apoyan el Tratado y la oposición la llevan adelante una diáspora de organizaciones y pequeños partidos, entre quienes se destaca la influyente Iglesia Católica, a quien le preocupa que el Tratado pueda dar lugar a leyes laxas hacia el aborto.

Por eso el Taoiseach, a quien le juega en contra haber admitido que "no leyó bien el Tratado" , está de campaña en todo el país desde hace varios días, al punto que un alto funcionario gubernamental afirmó "se ha vuelto a la vieja escuela de hacer política para hacer que la gente vaya a votar", según informó el diario de mayor circulación del país, el Irish Times , en referencia a políticos que hacen campaña en la calle más que en sus oficinas. El gobernante partido Fianna Fáil moviliza 65,000 afiliados este fin de semana para distribuir unos 1,8 millón de panfletos.

Defensa y cháchara burócrata. Como tanto otros acuerdos y tratados comunitarios, el contenido del Tratado de Lisboa es en esencia técnico y poco comprensible para los ciudadanos comunes.

Es un tratado que trata sobre reforma institucional más que cualquier otra tema y sus puntos salientes tienen que ver mayormente con la ampliación de poderes del Parlamento Europeo, la creación del ministerio de relaciones exteriores de la Unión y la creación del cargo de presidente comunitario (puesto para el cual se barajan los nombres del británico Tony Blair, el austriaco Wolfgang Schüssel, Jean-Claude Juncker de Luxemburgo, y el danés Anders Fogh Rasmussen). Sus defensores dicen que aumentará el integración judicial y la estabilidad de la comunidad.

El tratado también contempla la creación de una estrategia común de defensa (lo cual no implica la creación de una fuerza armada común). Un argumento extendido entre los partidarios del "No" es que con el Tratado, Irlanda se vería involucrada en una militarización europea que iría en contra de su tradición de neutralidad.

El as de espadas del "No", sin embargo, pasa por la insatisfacción de muchos irlandeses con el devenir económico. Al igual que en Francia y Holanda en 2005, el referéndum es utilizado por críticos del Gobierno como una forma de mostrar su disconformidad con las políticas oficiales. De ahí que el ausentismo sea clave. Se supone que los disconformes son más propensas a ir a las urnas por que los satisfechos.

Sí y No, A y B. La pelea es reñidísima: un sondeo presentado hoy le da al "Sí" una ventaja de sólo 3 puntos porcentuales, por 42 a 39. Así, ambos bandos apuntan todos sus armas a los indecisos. La leve ventaja da un respiro al oficialismo, tras el sondeo publicado el viernes por el Irish Times que daba al "No" una ventaja de 35 a 30 por ciento.

En Bruselas, una posible derrota es vista como un golpe devastador, "porque no hay Plan B", según José Barroso, presidente del Consejo Europeo.

Fin del mundo, a la europea. Una victoria del "No", no marcaría necesariamente la defunción del Tratado. A pesar de las palabras de Barroso, existen alternativas. Cuando Irlanda rechazó el Tratado de Niza en 2001, hubo una segunda vuelta. Podría repetirse la solución en esta ocasión, pero es poco probable. Tampoco parece posible re-formular el Tratado como se hizo tras las victorias del "No" en Holanda y Francia hace dos años con la re-formulación de la Constitución a través de la escritura del Tratado.

Más probable parece aprobar el Tratado a través de las ratificaciones de los otros 26 países, sin importar qué voten los irlandeses. Esta posibilidad conlleva el problema de atentar contra la imagen de legitimidad democrática y solidez institucional que, en gran parte, se quiere transmitir con el Tratado.

Sea cual sea el resultado, es todo un indicativo del nivel de integración europeo que un país cuya población de 4 millones representa el 1 por ciento del total comunitario tenga en vilo a toda la clase política continental.

*Editor de Perfil.com.