Los cambios de era necesitan símbolos para materializarse. Por eso el de ayer fue un día histórico: la bandera de los Estados Unidos volvió a flamear en Cuba después de 54 años de ruptura de las relaciones diplomáticas. Con la presencia estelar del secretario de Estado estadounidense, John Kerry, la ceremonia de izado en La Habana coronó el acercamiento propiciado por Barack Obama y Raúl Castro desde diciembre pasado, y al mismo tiempo abrió expectativas sobre cuál será el próximo capítulo. Washington espera ahora que el gobierno cubano marche hacia una apertura democrática, mientras que Cuba desea que el Capitolio levante el bloqueo económico a la isla.
Por primera vez en setenta años, un jefe del Departamento de Estado pisó ayer territorio cubano. Kerry realizó una visita relámpago de apenas doce horas, que le dio tiempo a asistir al alzamiento de la bandera de barras y estrellas frente al Malecón. En nombre de Obama, llamó a dejar de ser “rehenes de la historia” y dijo que “no hay nada que temer” del deshielo. “Durante todo este tiempo nuestras relaciones permanecieron enclaustradas en el pasado –lamentó–. Sabemos que el camino es largo, por eso tenemos que empezarlo en este preciso instante”.
Cientos de cubanos presenciaron su discurso en un escenario urbano cargado de historia: Kerry habló a pocos metros de la “tribuna antiimperialista” montada por los Castro ante la ahora antigua Sección de Intereses de Estados Unidos (SINA, por sus siglas en inglés), con la proclama “Patria o muerte” estampada en letras rojas. Desde el 20 de julio, cuando las embajadas estadounidense y cubana reabrieron oficialmente sus puertas en La Habana y Washington, el viejo edificio gris normalizó su funcionamiento como sede diplomática. Ayer, los mismos tres marines que arriaron la bandera el 4 de enero de 1961 entregaron la enseña a la guardia actual.
Kerry fue conciliador al asegurar que Obama pretende “dar más pasos para aligerar las restricciones para conectar a los cubanos al mundo y mejorar sus vidas”. Aunque no evitó poner sobre la mesa las clásicas demandas al gobierno cubano. “El embargo ha sido una calle de dos direcciones, y en las dos calles hay que eliminar trabas”, advirtió.
Fue directo en su reclamo: “Seguimos convencidos de que lo mejor para los cubanos sería una democracia auténtica, donde el pueblo pueda elegir a sus líderes y expresar sus ideas. Seguiremos reclamando al gobierno de Cuba que cumpla sus obligaciones según las convenciones de derechos humanos”. Más tarde, en una rueda de prensa conjunta en el Hotel Nacional, su par cubano Bruno Rodríguez le respondió: “Nosotros también estamos preocupados por los derechos humanos en Estados Unidos”.
Ambas partes son conscientes de que falta mucho por recorrer en el camino de la reconciliación. Más allá del bloqueo y la cuestión de los derechos humanos, hay otros temas pendientes, como el cierre de la cárcel de Guantánamo y las demandas por las expropiaciones que ejecutó Cuba en los albores de la Revolución. Los obstáculos quedaron ayer de manifiesto con la ausencia de un nuevo embajador estadounidense, ya que el Senado de Estados Unidos aún no dio luz verde a su designación. Del lado cubano, la máxima representante del gobierno fue la diplomática Josefina Vidal, una articuladora clave de las negociaciones con Washington.
Pero la transformación de la vieja Sección de Intereses en embajada tiene implicancias prácticas. A partir de ahora, los diplomáticos estadounidenses podrán moverse con mayor libertad en la isla. Ese fue un reclamo fundamental de los EE.UU., que Cuba aceptó luego de años de oponerse a él por temor a que los funcionarios de la SINA realizaran tareas de espionaje y conspiración. Recelos que pronto parecerán de otra época.
Enojo de disidentes
Organizaciones de disidentes y opositores al gobierno de Raúl Castro manifestaron ayer su malestar por no haber sido invitados a la ceremonia oficial de izado de la bandera estadounidense en la embajada en La Habana. El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, les reservó un lugar marginal en su agenda: sólo los invitó a una reunión de bajo perfil en la residencia del embajador. Washington explicó que la ceremonia en la embajada era una cuestión “de gobierno a gobierno” y que el espacio limitado no permitía la presencia de una gran cantidad de invitados. Pero las excusas no convencieron a la oposición cubana, ni en la isla ni en Miami. La líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, se negó a ir al encuentro informal en la residencia diplomática y disparó: “Creemos que no debemos de asistir a una recepción de bajo perfil”.