El espectacular desarrollo de las últimas décadas, que convirtió a China en una superpotencia, disparó la competencia estratégica con Estados Unidos, agudizada con Donald Trump y sostenida por Joe Biden. Hasta ahora, esa disputa se libró en el plano tecnológico, comercial y retórico, con 5G, semiconductores, aranceles y acusaciones mutuas como armas. ¿Existe el riesgo de que ese armamento sea reemplazado por otro más letal, como misiles, aviones de combate o tanques? Algunos analistas tienen una palabra y un lugar para decir que existe: Taiwán.
“China podría reclamar Taiwán por la fuerza en los próximos seis años”, dijo recientemente ante un comité del Congreso en Washington el máximo comandante de las fuerzas militares estadounidenses en la región, el almirante Philip S. Davidson.
Beijing parece estar desarrollando una nueva y más agresiva política frente a la isla a la que considera una provincia. Días atrás desplegó un portaaviones cerca de las costas de la isla y poco después la marina divulgó un comunicado en el que sostuvo que “ejercicios similares se realizarán periódicamente en el futuro”.
Ambigüedad. Estados Unidos y China reestablecieron sus relaciones diplomáticas en 1971, cuando Henry Kissinger negoció, a pedido de Richard Nixon, el apoyo de Beijing para una salida honrosa de Vietnam y con el objetivo de insertar una cuña en el “bloque comunista” que el gigante asiático integraba con la Unión Soviética. El primer ministro chino de entonces, Zhou Enlai, recordó el analista Niall Ferguson en un reciente artículo, tenía un solo pedido a cambio: Taiwán.
Para Davidson, que lidera el Comando Indo-Pacífico, se debería “reconsiderar” la política de “ambigüedad estratégica” hacia Taiwán que Estados Unidos aplica desde los acuerdos de Kissinger: no lo reconoce, pero le vende armas, por ejemplo.
“China quiere mostrarle a Estados Unidos que está jugando con fuego, y que Taiwán es una línea roja. Pero de ahí a un conflicto abierto hay bastante. China solo se embarcará en él cuando disponga de garantías suficientes de victoria. Lo contrario sería un suicidio”, opina Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China.
De todos modos, el especialista español cree que “a mediano plazo, la hipótesis de un conflicto es cada vez más verosímil por dos razones. Primero, porque la posibilidad de una reunificación pacífica cotiza claramente a la baja en virtud de la coyuntura política en la isla. Segundo, porque la renuncia a Taiwán no es asumible para el Partido Comunista chino”.
Urgente y vital. Para Ferguson, el presidente Xi Jinping considera a la cuestión de Taiwán como lo hacía Zhou Enlai: “urgente y vital”, algo que, cincuenta años después, sigue siendo prioridad del PCCh.
“A Xi todo esto le viene bien para estimular el nacionalismo en casa y afianzarse internamente de cara al XX Congreso el año próximo”, considera Ríos, quien apunta que, en 2027, cuando se cumplen los seis años estimados por el almirante Davidson para una eventual invasión, “es el centenario de la creación del Ejército Popular de Liberación”. Otra fecha muy significativa es 2049, cuando se cumpla un siglo de la República Popular. “Esas fechas están sobre la mesa. Lo que ocurra con el pulso global entre China y Estados Unidos tendrá un efecto sustancial sobre el futuro de Taiwán”, agrega.
Patricio Giusto, director del Observatorio Sino-Argentino, coincide en que la tensión militar en torno a Taiwán ha aumentado considerablemente. “La administración Biden ha confirmado nuevas ventas de armamento a la isla, y China está más agresiva, con incursiones con aviones y el despliegue de parte de su flota”, subraya.
“Hay más movimientos militares y la retórica se endurece, pero se mantiene el status quo: las dos partes saben que afrontarían una situación intolerable si hubiera un choque militar directo. Y una eventual invasión china a Taiwán involucraría en forma directa a Estados Unidos en la región, algo que China siempre ha querido evitar”, agrega Giusto.
Por el momento, como sostiene el analista Tim Culpan, China desarrolla una estrategia a largo plazo para convencer a la comunidad internacional de que la reincorporación de Taiwán es solo una cuestión de tiempo, basada en tres principios: “Taiwán es parte de China; Beijing está dispuesto a ir a la guerra antes de que renunciar a ese territorio y, enfrentado a un conflicto armado, cualquier aliado verá que es muy alto el precio a pagar para defender a los 23 millones de taiwaneses”. Es decir, es una causa perdida.
Filipinas. Docente del Posgrado sobre China Contemporánea de la UCA y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang (China), Giusto destaca que los cruces por Taiwán opacan el verdadero riesgo de desequilibrio en la zona: los choques entre China y Filipinas.
Manila criticó duramente la presencia de pesqueros chinos que, asegura, operan hace tiempo en aguas de su zona económica exclusiva. Beijing desplegó su flota militar en protección de esas embarcaciones. “Eso puede ser un imponderable mayor que lo que puede desarrollarse en Taiwán”, afirma Giusto, “sobre todo por el personaje impredecible y cambiante que gobierna Filipinas, Rodrigo Duterte, que pasó de ser pro-China a volver a los brazos de Estados Unidos ahora”.
Ezequiel Ramoneda, secretario académico del departamento de Asia y Pacífico de la Universidad de La Plata, destaca que esa actitud más agresiva de China en la zona no se limita a Taiwán o Filipinas, sino también a sus vecinos del sur.
“La tensión en el Mar del Sur (para China), el Mar del Este (para Vietnam) o el Mar del Oeste (para Filipinas) ha crecido mucho a causa del accionar de pesqueros chinos, lo que ha provocado escamaruzas”, recuerda.
En esas aguas en disputa, desde hace años “China está construyendo islas artificiales, sobre bancos de arena, superestructuras en las que puede construir hangares, pistas de aviones, satélites. No es una invasión, pero esto preocupa a los vecinos”, afirma el analista.
Ramoneda destaca que, a principios de este año, se sancionó en China la ley de la guardia costera, que desde el punto de vista jurídico incluye disposiciones que extienden su derecho interno a estas áreas en disputa. “Proyecta su derecho doméstico o interno a este territorio donde hay reclamos yuxtapuestos. No hay declaraciones grandilocuentes, pero sí de hecho”, apunta.
Indo-Pacífico. Todo esto deja en evidencia que, más allá de la importancia simbólica para Beijing que tiene Taiwán, los riesgos para un agravamiento de la tensión militar involucran a toda la región, a la que Estados Unidos y sus aliados definen como el “Indo-Pacífico”, un concepto que, como sostiene el analista Andrés Serbin, rechazan tanto China como Rusia.
“La estrategia del Indo-Pacífico derivó en la idea de un “Indo-Pacífico libre y abierto” (FOIP, por sus siglas en inglés), a la que Washington sumó un componente democrático en la medida en que promovía la coordinación entre cuatro democracias de la región: Estados Unidos, Japón, India y Australia”, explica Serbin.
Es evidente, entonces, la clave “anti-China” que tiene este concepto, que dio paso al Diálogo Cuadrilátero de Seguridad (QUAD, por sus siglas en inglés) como un mecanismo que permite la cooperación y la coordinación entre las cuatro naciones en materia de seguridad, que Donald Trump ignoró, pero que Biden ha reavivado con una cumbre virtual que fue una de sus primeras actividades vinculadas a la política internacional.
Para Serbin, la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán, anunciada por Biden esta semana, muestra “la necesidad de concentrarse en uno de los teatros de operaciones de mayor conflictividad para Estados Unidos, el Indo-Pacifico”.
Giusto coincide en que Biden “está apostando a conformar una gran coalición de los países del Indo-Pacífico contra China”, y destaca que en breve habrá “mega maniobras militares con participación de Estados Unidos, India, Australia, Japón, Corea del Sur, Vietnam, Filipinas y hasta Alemania”.
Un eventual conflicto en Taiwán no representaría la primera vez que Estados Unidos se enfrenta a una potencia comunista por una isla. Sucedió ya en 1962, con la “crisis de los misiles” con la URSS por Cuba. Pero casi sesenta años después, la cuestión es la inversa. Hoy le toca defender a una isla de una amenaza de invasión.
Japón frente a los “desafíos” de Beijing
AFP
Joe Biden y el jefe de gobierno japonés, Yoshihide Suga, el primer dirigente extranjero recibido en Washington por el nuevo presidente estadounidense, se comprometieron el viernes a enfrentar “juntos” los “desafíos” planteados por China.
“Estamos decididos a trabajar juntos para enfrentar los desafíos planteados por China y en problemas como el Mar de China Oriental, el Mar de China Meridional, pero también Corea del Norte”, dijo el Biden. “Estamos trabajando juntos para demostrar que las democracias pueden ganar los desafíos del siglo XXI aportando resultados para sus pueblos”, en un enfrentamiento ideológico contra las “autocracias”.
Coincidiendo con Biden, el jefe del gobierno japonés habló de una alianza entre ambos países fundada en “la libertad, la democracia y los derechos humanos”. Aseguró Suga igualmente que ambos aliados se opondrán a “toda tentativa” china de “cambiar el statu quo por la fuerza o la intimidación en los mares de China Meridional y Oriental”.
Deseoso de presentar avances tangibles, el presidente de Estados Unidos dijo que trabajaría con Tokio para “promover redes 5G confiables y seguras”, un compromiso de 2.500 millones de dólares del lado estadounidense y 2.000 millones de dólares asumidos por Japón.
Biden, que parece decidido a continuar esa ofensiva, afirmó que las tecnologías ubicadas en el centro de la competencia global están “gobernadas por estándares establecidos por las democracias, no por las autocracias”.
Taiwán. Los dos líderes también discutieron sobre las crecientes tensiones sobre Taiwán, que denuncia acciones cada vez más hostiles por parte de Beijing. En un comunicado conjunto, subrayaron “la importancia de la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán”. Aunque expresada con mesura, es la primera vez que un dirigente japonés emite una declaración común con un mandatario estadounidense sobre Taiwán desde que los dos aliados reconocieron a Beijing por encima de Taipéi, en los años ‘70.
La embajada de China en Estados Unidos expresó ayer su “fuerte descontento” tras esos comentarios que afectan intereses fundamentales de Beijing, que no tolerará “ninguna injerencia” en sus asuntos internos.
“No puede ser más irónico que un intento de este tipo de atizar la división en (la región) Asia-Pacífico y construir pequeños bloques dirigidos contra países terceros sea presentado como ‘la libertad y la apertura”, señaló la embajada en referencia a la voluntad estadounidense de construir una “región indo-pacífica libre y abierta”.