El capitán Bligh, el comandante de un barco de la corona inglesa que junto a un grupo de presos exploraba el remoto océano Pacífico, nunca hubiera imaginado el destino que le esperaba de manos de su propia tripulación.
Liderados por uno de los prisioneros, de nombre Fletcher Christian, los marineros se rebelaron contra el capitán, lo degollaron y se hicieron con el control de la embarcación.
Corría 1789 y este grupo de fugitivos, conocidos como los “amotinados”, que venían de visitar Tahití, decidieron que la vida en una isla desierta era mucho más atractiva que la horca que los esperaba en Inglaterra.
Una vez al mando del barco, Christian eligió la isla Pitcairn, que ya figuraba en un mapa de la época, como el destino perfecto para esconderse de la Corona británica. Tras navegar cerca de 8.000 millas y recoger a varias mujeres tahitianas, el grupo divisó la tierra de su propio paraíso.
“No tenemos muchos datos de aquellos primeros años en la isla. Sabemos que los habitantes de Pitcairn tenían que producir su propia comida y conseguir agua para tomar ya que en esa época ningún barco anclaba en la isla”, relató Herbert Ford, director del Pitcairn Islands Study Center.
Pasaron las décadas y la población de la isla aumentó hasta superar los 200 habitantes, lo que hacía imposible la supervivencia de la población en Pitcairn. Con el acuerdo de los habitantes de la isla, la corona inglesa los trasladó a la isla de Norfolk, más grande y mucho más cercana al continente.
La mayoría permaneció en la isla, pero algunas familias extrañaban Pitcairn y decidieron volver. Cerca de 400 descendientes de los “amotinados” viven hoy en Norfolk, mientras que sólo 45 quedaron en Pitcairn.
La aventura de los “amotinados” fue retratada en una novela de Julio Verne, La isla misteriosa, un cuento de Mark Twain y una serie de películas –conocidas como la saga de Mutiny on the Bounty (Motín a bordo) - protagonizadas sucesivamente por Errol Flynn, Clark Gable, Marlon Brando y Mel Gibson.
*Redactora de Perfil.com.