Máxima y Guillermo de Holanda querían un lugar fijo para pasar las vacaciones y la encontraron por casualidad en 2010, durante el casamiento de un príncipe en Grecia. Enamorados de la zona, los entonces príncipes (y ahora reyes) buscaron en los catálogos de las inmobiliarias locales hasta dar con un terreno con espectaculares vistas al mar Mediterráneo, repleto de árboles y bañado por un sol generoso. El heredero del trono holandés y su esposa querían pasar sus veranos en privado y lejos de Holanda, por lo que compraron el terreno, pero la polémica se repitió, polémica también suscitada en 2011 con la compra de una villa en una de las zonas más pobres de Mozambique.
La residencia levantó críticas de parte de partidos políticos esta semana después de que se conociera que el Estado holandés pagó casi medio millón de euros por el uso de un terreno para levantar una valla de seguridad, más de diez veces el supuesto valor real. El Estado pagó a un vecino 461.000 euros por dos franjas de tierra que tenían en realidad un valor de mercado más de 10 veces menor, según documentos confidenciales publicados con el canal de televisión RTL. “La persona, la familia y el entorno del rey deben ser protegidos por el gobierno holandés”, dijo un vocero del Servicio de Información del Estado. “Para las vacaciones reales en Grecia se tomaron una serie de medidas por parte del Consejo Nacional para la Lucha contra el Terrorismo y Seguridad”.
El servicio de información del Estado holandés no quiso pronunciarse sobre los detalles del acuerdo y solo indicó que el terreno “es necesario para medidas de seguridad” en torno a los reyes de Holanda. Aunque se desconoce en cuántos más gastos incurrió el Estado holandés por la residencia griega del rey Guillermo, el Parlamento exigió al primer ministro, Mark Rutte, que aclare sobre el rol preciso del Gobierno en esta residencia privada y las implicaciones para el Tesoro.
En agosto de 2013, los príncipes terminaron la construcción de una villa de lujo en Kranidi, en la Península griega del Peloponeso, la misma localidad en la que suelen veranear el primer ministro ruso Vladimir Putin y el actor Sean Connery. La finca, que produce naranjas y aceite, tiene piscina, playa privada, tres viviendas, piscina y muelle propio, en una superficie de 4.000 metros cuadrados. Guillermo y Máxima pagaron 4,5 millones de euros a su anterior dueño, el fotógrafo alemán Manfred Rieker, después de vender su otra villa de vacaciones en Mozambique, de la que tuvieron que desprenderse por las críticas políticas y ciudadanas desatadas.
(*) Especial para Perfil.com.