Un fraterno saludo y un sincero agradecimiento al Presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, a sus colaboradores y al pueblo de este hermoso país de la cintura de Nuestra América, por la cálida acogida que nos dispensan.
Deseo saludar al nuevo Secretario General de la OEA, Luis Almagro, recientemente elegido en la reunión de la Asamblea General de Washington, y tiene ante sí un reto difícil pero insoslayable: transformar radicalmente esa institución. Enviamos un saludo solidario al pueblo de Chile y su Presidenta, Michelle Bachelet, que sobrellevan con coraje los nefastos efectos de las recientes inundaciones en sus países. Todo nuestro apoyo al presidente Santos y su voluntad política inquebrantable de continuar en el camino hacia la paz definitiva en Colombia. Pero la paz no es solo ausencia de guerra. La insultante opulencia de unos pocos en América Latina, al lado de la más intolerable pobreza, son también balas cotidianas en contra de la dignidad humana.
Por ello, creo que el lema de la Cumbre en lugar de “Prosperidad con equidad” debería ser “Equidad, para la Prosperidad”. Hoy asistimos a un evento histórico. En un triunfo irrestricto de la dignidad, la soberanía y la solidaridad entre los pueblos, acogemos a la hermana República de Cuba como un miembro de pleno derecho de este foro del que nunca debió ser excluida. Sin embargo, nuestra alegría no puede ser completa. Aún queda por extirpar el inhumano e ilegal bloqueo contra Cuba. También está pendiente la devolución a Cuba del territorio ocupado de Guantánamo.
Compañeras, compañeros:
En la guerra fría se sostenía en la región a las dictaduras más sangrientas, entonces sí, sin importar en absoluto libertades de prensa, derechos humanos, la misma democracia. Recordemos por ejemplo que la Asamblea de la OEA de 1976 realizada en Santiago de Chile fue presidida por el canciller de Augusto Pinochet. La acción invasiva e injerencista durante esos años se basaba en el combate al comunismo. Ahora el argumento es la “defensa de los Derechos Humanos”. La orden ejecutiva del Presidente Obama contra Venezuela viola flagrantemente el derecho internacional y particularmente el literal e) del art. 3 de la carta de la OEA. La respuesta que ha dado la región ha sido contundente, rechazando la Orden Ejecutiva y pidiendo su retiro. Nuestros pueblos nunca más aceptarán la tutela, la injerencia ni la intervención. Su memoria está lacerada por los abusos y la violencia del pasado. Panamá es un buen ejemplo de ello, con la invasión de diciembre de 1989 que provocó miles de muertes, para sacar al sangriento dictador que los mismos invasores habían apoyado. Sin embargo, continúan los ilegales intervencionismos. Hace pocas semanas, funcionarios del Departamento de Estado solicitaron al Congreso de los Estados Unidos recursos para, cito, “apoyar la libertad de prensa, los derechos humanos y la democracia en el Hemisferio, incluyendo Cuba, Venezuela, Ecuador y Nicaragua”.
¿Nos interesan realmente estos temas? Pues bien, tratémoslos en este foro. Hablemos de derechos humanos. De acuerdo a la CEPAL, en el período 2007-2013 Ecuador es de los tres países latinoamericanos que más ha reducido desigualdad. Durante nuestro gobierno, de la histórica reducción de pobreza en 12,5 puntos, tan solo 5,4 puntos son por efecto crecimiento, y 7,1 por efecto redistribución. En Ecuador no tenemos torturas, pena de muerte ni ejecuciones extra judiciales. Con la reforma judicial aprobada por los ciudadanos en consulta popular del año 2011, los jueces son seleccionados por concurso público de méritos organizado por un ente autónomo del Ejecutivo. Finalmente, Ecuador es uno de los tan solo 7 países de los 35 del hemisferio que ha suscrito absolutamente todos los instrumentos interamericanos de Derechos Humanos. Muchos países ni siquiera han ratificado la Convención Interamericana de Derechos Humanos o Pacto de San José. La realidad es que necesitamos no solo un nuevo sistema de derechos humanos, sino un nuevo sistema interamericano. Debemos entender que las Américas al norte y al sur del río Bravo son diferentes, y debemos conversar como bloques. La Organización de Estados Americanos, OEA, ha sido históricamente capturada por intereses y visiones de América del Norte, y sus sesgos y atavismos acumulados la vuelven ineficiente y poco confiable para los nuevos tiempos que viven Latinoamérica y el Caribe.
Un ejemplo fue la guerra de las Malvinas, donde se destrozó el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, el TIAR, lo cual debió ser suficiente para que la OEA desapareciera. Nuestro abrazo solidario al pueblo argentino y su lucha por las Malvinas, ejemplo descarado de colonialismo en el siglo XXI.
Otro ejemplo fueron las décadas que Cuba estuvo absurdamente excluida de la OEA, o el mismo bloqueo criminal contra Cuba. La Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe -CELAC- debe ser el foro para las discusiones latinoamericanas y caribeñas, y OEA debiera convertirse en el foro en el que, como bloques, CELAC y América del Norte procesen sus coincidencias y conflictos. En cuanto al sistema interamericano de derechos humanos, es necesario un poco de coherencia: que sólo podamos participar en las diferentes instancias los países que hemos ratificado la Convención Interamericana. Por ejemplo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos tiene sede en Washington, que no ha ratificado el Pacto de San José, y -además es innecesaria. La Corte Interamericana con sede en San José puede y debe tener las funciones de promover los derechos humanos y juzgar los atentados contra éstos, como ocurre en el sistema europeo, donde no existe comisión, tan solo corte.
Como entendemos muy bien que por los intereses creados lo anterior es difícil de lograr, probablemente ya es hora de tener un sistema latinoamericano de derechos humanos. Todo está listo, porque básicamente somos los países de América Latina los que hemos ratificado el Pacto de San José, y en consecuencia somos los únicos que reconocemos y nos sometemos a la Corte Interamericana.
Y hablemos de democracia. Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, es el principal autor de uno de los documentos más bellos de la historia de la humanidad, la Declaración de Independencia que, en su segundo párrafo, dice: “Todos los hombres son creados iguales, son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Palabras maravillosas, pero el mismo Jefferson era propietario de centenas de esclavos. En aquella época incluso para estos extraordinarios hombres era inimaginable que los negros tuvieran derechos. Tuvo que pasar casi un siglo desde la declaración de independencia para la eliminación de la esclavitud, y exactamente un siglo más para la supresión de la segregación racial. Hoy en día, las élites latinoamericanas aún son incapaces de comprender que los derechos fundamentales son para todos. Cuando estas élites denuncian el irrespeto a sus derechos humanos, es porque por primera vez están en igualdad de condiciones bajo el imperio de la ley. Cuando denuncian dictaduras y autoritarismos, es porque ya no pueden someter nuestros gobiernos a sus caprichos e intereses.
Y hablemos de libertad de prensa. Cuando las élites latinoamericanas afirman que no existe libertad de prensa, es porque sus medios de comunicación ya no tienen impunidad para manipular la verdad, o porque nos atrevemos a contestarles, a disputar su hegemonía, a desenmascarar sus mentiras.
Cabría preguntarse si una sociedad puede llamarse verdaderamente libre cuando el derecho a la información y la propia comunicación social está en manos de negocios privados con fines de lucro.
Y aunque este es un problema planetario, en Latinoamérica —dado los monopolios de medios, su propiedad familiar, sus serias deficiencias éticas y profesionales, y su descarado involucramiento en política— el problema es mucho más grave. Creo que todos coincidimos en que una buena prensa es vital para una verdadera democracia, pero también debemos coincidir en que una mala prensa es mortal para esa misma democracia… ¡y la prensa latinoamericana es mala, muy mala! Ahora se nos acusa de dividir a nuestros países. Fíjense qué casualidad. Lo mismo le decían a Abraham Lincoln, considerado el mejor presidente estadounidense de la historia. Lo llamaron “tirano”, “déspota’,’ “fanático”, “loco” por su noble lucha por la abolición la esclavitud. Provocó una guerra civil, que en caso de derrota hubiese generado la división del país y Lincoln probablemente hubiese pasado a la historia como un criminal. Lean lo que decían los medios esclavistas de aquel entonces. Aprendamos algo de la historia.
Queridos amigos:
Con el descubrimiento del nuevo continente, Norteamérica y Latinoamérica prácticamente empezaron al mismo tiempo su historia. ¿Alguna vez se han preguntado por qué Latinoamérica no es Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, y viceversa? Este es uno de los grandes enigmas del desarrollo. Las respuestas son múltiples y complejas, pero sin duda una de esas respuestas es la clase de élites que dominaron y dominan aún a nuestra América. Ojalá, Presidente Obama, se entienda que por defender sus intereses o por mala información, ustedes sostienen a esas élites que tanto daño nos han hecho. “Todos los hombres son creados iguales, son dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables, entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. En Ecuador y en toda América Latina, también sostenemos estos principios y los haremos realidad a cualquier costo, y no sólo para las élites o en algún momento futuro, sino ahora… ¡y para todos!
¿Prosperidad con equidad? Yo diría: equidad para la prosperidad, pero también soberanía y dignidad. Llegó la hora de la segunda y definitiva independencia para nuestra América.