INTERNACIONAL
Elecciones clave

La verdadera dimensión de la extrema derecha europea

Son ruidosos y saben ganar espacio en los medios, pero hoy no están cerca del poder en la mayoría de los países de Europa. Su surgimiento, a caballo de un sentimiento de frustración, fragmentó y polarizó el sistema de partidos.

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Bravas. Giorgia Meloni, de Fratelli d’Italia, fuera del Congreso. | afp

En Italia, movimientos de extrema derecha protestaron contra la introducción de un pase verde que obliga a los ciudadanos a vacunarse para poder trabajar. En Francia, la versión gala de Trump, Éric Zemmour, que aún no es candidato a las elecciones presidenciales de 2022, aparece en la portada de todos los periódicos y es invitado a todos los escenarios. En Alemania, en la región de Turingia, el partido Alternativa para Alemania (AfD) se ha convertido por primera vez en la formación más fuerte en las elecciones al Bundestag. Los partidos de extrema derecha ganan popularidad en Europa occidental en estos tiempos de post-Covid: ¿realidad o mediatización?

En común. Estos partidos son difíciles de definir, porque son diferentes en cada país de Europa, pero lo que tienen en común es que son anti-sistema, anti-élites políticas y anti-inmigración. Y comparten otra característica: son síntoma de un malestar en la sociedad, ex que “ha creado grupos enteros que se sienten totalmente alienados”, explica Claudio Tocchi, que estuvo al frente del área de Derechos Humanos del Ayuntamiento de Turín en Italia. 

Por su parte, Flavio Grazian, Gerente de Democracia Participativa de la ONG European Citizen Action Service recuerda que “en los países mediterráneos, la crisis migratoria que comenzó en 2015 y 2016 nunca terminó”, mientras que en países como en Holanda o Alemania ya no es un tema tan presente. 

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La cuestión migratoria provocó “una falta de confianza en las élites, sobre todo en los países mediterráneos” y por eso quizás los partidos de ultraderecha son más fuertes en Italia que en Alemania. Mientras que en Italia, en 2019 el 64% de la población pensaba que su sistema político ha sido capturado por una élite corrupta, en Alemania esa afirmación era compartida por el 41%.  En países donde los partidos de extrema derecha ya eran populares, “covid se ha convertido en un factor más de su popularidad”, explica Grazian.

Medios. Sin embargo, Esos partidos no son tan populares como cierta prensa sugiere. Sólo 9 diputados del “Front National” fueron votados para formar parte de los 577 que integran la Asamblea Nacional en Francia, y Éric Zemmour, aunque popular, hoy no ganaría las elecciones presidenciales según las encuestas. Más al sur, en Italia, el actual gobierno está dirigido por la derecha liberal, el 63% de la población confía en el gobierno del primer ministro italiano Mario Draghi y el parlamento no cuenta con ningún miembro del partido “Fratelli di Italia”. En España el partido Vox es sólo el tercer partido político y en Alemania la AfD perdió abismalmente las elecciones del Bundestag. 

Tocchi subraya además que “es importante diferenciar los grupos extremistas de los partidos de extrema derecha. A estos grupos les gusta ser visibles en los medios de comunicación, y al sistema mediático le gustan mucho los debates y las posiciones ocultas. Sin embargo, no son tan relevantes a nivel institucional y es discutible decir si tienen un apoyo de base”. 

“Los partidos de extrema derecha, explica, son los menos capaces de movilizar a la gente y mostrar acción, al menos en Italia. Consiguieron hacer algo con el #novaccine, el no al pase verde con los movimientos en las calles, pero no partió de la extrema derecha. Se sumaron a un movimiento”. 

Ese análisis es compartido por el historiador Yoram Carboex, profesor de Historia Europea la Universidad de Maastrich, que destaca que los partidos de extrema derecha “son una factura permanente en la política europea de hoy, pero en la mayoría de los países no han sido capaces de pasar de esa gran minoría que atrapan. Para conseguir cualquier tipo de poder político en los sistemas democráticos europeos, hay que construir algún tipo de coalición, y eso suele ser un equilibrio bastante difícil de conseguir para ellos.”

Legado. Aunque no son tan prominentes en Europa Occidental como para ganar elecciones nacionales o tener éxito en los parlamentos, esos partidos dejarán su legado en Europa. “El sistema democrático, explica el historiador Carboex, ha sido capaz de integrar en cierta medida estas voces dentro del discurso político. Los mensajes anti-inmigración se han integrado en el espectro político y, de alguna manera, estos partidos se han convertido en una característica de Europa en los diferentes parlamentos y en el Parlamento Europeo”.

Esto, afirma por su parte Aku Aarva, director ejecutivo de la ONG Movimiento Europeo de Finlandia y experto en la UE, ha creado un “sistema político más polarizado y fragmentado dentro de Europa”.

También, según Grazian, el ascenso de la extrema derecha “hizo entender a los otros partidos, pero también a las instituciones, que tienen que estar más cerca de los ciudadanos” y por eso “ya estamos viendo un cambio con el activismo de las ciudades y el activismo institucional”. El ejemplo perfecto sería la Conferencia sobre el Futuro de Europa, un proceso participativo destinado a reunir a ciudadanos de toda Europa para debatir los retos y prioridades de la UE y determinar el futuro colectivo que desean. Para Grazian y Aarva es un paso para que los ciudadanos se impliquen más.