INTERNACIONAL
en la casa blanca, el congreso y la corte

Los católicos de EE.UU. nunca tuvieron tanto poder político

Desde Joe Biden para abajo, ocupan los principales cargos. Pero no actúan en bloque, como el evangelismo latinoamericano.

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Oremos. La primera actividad formal de Joe Biden tras jurar como presidente fue asistir a misa. La oración de su inauguración la hizo un jesuita. | apf

A pesar de lo que sostienen algunas de las teorías de conspiración más populares en los Estados Unidos, el Vaticano no dominará el país a partir de ahora, aunque los católicos hayan conseguido un poder inédito en Washington con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, cuyo primer acto público como presidente fue ir a misa. 

Conspiranoicos de diversas extracciones, entre ellos muchos de los que participaron del asalto al Capitolio, hablan de El Gran Reemplazo, un movimiento secreto que impulsa una mutación cultural para liquidar la tradición blanca, anglosajona y protestante del país y reemplazarla por una mayoría “marrón” y católica. 

“Es verdad, los católicos ocupan muchos puestos de poder, pero no pensemos que recibirán órdenes del papa Francisco”, explica Mark Pattison, un especialista en la Iglesia local que escribe para el Catholic News Service (CNS), la agencia de prensa de la Conferencia Episcopal norteamericana.  

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Creado por colonos que llegaron para vivir libremente su fe, Estados Unidos es sin duda uno de los más religiosos entre los países desarrollados, con más de un 50% de su población que sostiene que su fe es algo central en su vida. 

Biden es apenas el segundo presidente católico después de John Fitzgerald Kennedy, con quien comparte la ascendencia irlandesa, reflejo de una sociedad que desde sus orígenes y hasta pocas décadas atrás tuvo un fuerte prejuicio contra la “Gran Ramera de Babilonia”, como el propio Ku Klux Klan llamaba a la Iglesia católica, a cuyos miembros persiguió con tanto fervor como a los negros. 

Pero hoy todo ha cambiado. Gracias a las oleadas de inmigrantes latinos, que se sumaron a las ya integradas comunidades de irlandeses, italianos y polacos, los católicos son la principal confesión cristiana de Estados Unidos, y más de un 25% del total de su población. Y con una curiosidad: el 30% de ellos no nació en el país. 

Washington. La presencia de católicos en puestos influyentes de la maquinaria de Washington es impresionante. El propio Biden ha nominado a nueve de ellos para su gabinete, incluyendo al secretario de Defensa, el general Lloyd Austin, el primer negro que conducirá el Pentágono. También son católicos seis de los nueve jueces de la Corte Suprema, así como el 39% de los legisladores del Congreso, entre ellos la “speaker” de la Cámara de Representantes, la poderosa Nancy Pelosi. 

Pero lejos está esa presencia de constituir un bloque homogéneo, a la manera de los pastores neopentecostales brasileños –cuatro de ellos en el gabinete de Jair Bolsonaro– disciplinados y persistentes en la defensa de sus intereses, sea desde el Poder Ejecutivo como desde el Congreso, donde conforman la “bancada evangélica”, de notable influencia política en áreas como educación y derechos civiles. 

“No existe un ‘poder católico’ en la política norteamericana, ni una ‘bancada católica’. En realidad, la mayoría de los políticos adaptan su fe para justificar sus posturas, y no al revés. Son muy pocos los que afirman no tener otra opción que votar de cierta manera sobre un tema porque su fe los obliga”, explica Pattison. 

La analista Rhina Guidos, que también acompaña la realidad católica norteamericana, cree que existen algunas organizaciones católicas con un poder relativo, como la conferencia episcopal, o la ONG Caballeros de Colón, que apoyaron a los inmigrantes durante los duros años de la administración Trump. 

“Pero las encuestas de laicos revelan un mar de diferencias entre católicos anglosajones y las nuevas generaciones de origen latinoamericano sobre la migración, por ejemplo”, agrega Guidos.

Pattison recuerda que “una gran mayoría de los católicos blancos votaron por Trump. Biden se impuso entre los católicos por un margen muy pequeño, gracias al voto de hispanos y negros”.

Grieta. “En la Iglesia católica de Estados Unidos, agrega el periodista de la CNS, hay una gran batalla entre sectores progresistas, cercanos a los demócratas y alineados con los cambios que ha impulsado Francisco desde la Santa Sede, y los conservadores, más cercanos al papa Juan Pablo II” y a los republicanos.

De hecho, desde el seno de la Iglesia católica nortamericana partieron en los últimos años algunos de los ataques más duros a Francisco y sus esfuerzos por transformar la Santa Sede y el poder de la curia. Y uno de los más notorios líderes de la resistencia al papa argentino es el arzobispo de Saint Louis, el cardenal Raymonde Burke.

Por otra parte, otro de los influyentes cardenales de Estados Unidos, el arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, elogió en plena campaña la “sensibilidad” hacia las comunidades religiosas de Trump y bendijo la ceremonia inicial de la convención republicana que lo consagró como candidato.

La resistencia católica más firme a las políticas del ex presidente, en especial su dureza con los migrantes, provino, entre otros, de los jesuitas, la orden de Francisco. América, la revista que edita la Compañía de Jesús, se sumó días atrás a los pedidos de impeachment a Trump por el ataque al Capitolio. “Debería ser sometido a juicio político, destituido y excluido de cualquier cargo federal futuro, inmediatamente”, escribió la publicación en un editorial. 

Políticos. La profesora de la Universidad de Iowa Amy Erica Smith, que investiga la relación entre política y religión en Brasil y América Latina, coincide en destacar que esas diferencias que se dan en el clero también se dan entre los políticos. 

Son católicos, por ejemplo, notorios exponentes de la derecha republicana, como el senador Marco Rubio, o una de las líderes del “socialismo” demócrata, Alexandria Ocasio-Cortez.

“A pesar de que todos estos políticos son católicos, hay una diversidad enorme en el significado político de su fe católica, que va desde la extrema derecha hasta la izquierda”, afirma Smith.

“Si les preguntas tanto a Joe Biden como a Marco Rubio, creo que los dos te van a decir que su fe católica es importante para su pensamiento político. La cuestión es que los dos interpretan su fe de maneras diferentes”, afirma la autora del libro Religión y democracia brasileña. 

Francisco. Más allá del peso del catolicismo en la política local, es evidente que Joe Biden tendrá una relación diferente con el papa Francisco que la que tuvo su predecesor, Donald Trump. En 2016, el Papa llegó a decir que el magnate “no es cristiano” por su retórica contra los migrantes y su obsesión por levantar un muro en la frontera con México.

A lo largo de los últimos cuatro años los desacuerdos entre la Santa Sede y la Casa Blanca fueron constantes. En la audiencia que mantuvieron a solas, en 2017, Francisco le regaló a Trump una copia de su encíclica Laudato Sí, centrada en el cuidado del medio ambiente, poco antes de que el presidente retirara a Estados Unidos del Acuerdo de París. Y un año antes, en la tradicional ceremonia de Jueves Santo, Bergoglio lavó los pies de solicitantes de asilo musulmanes, mientras Trump firmaba un decreto para impedirles entrar al país. Esa predominancia católica en los puestos de poder de Washington contrasta con fuerza con el avance de los sectores evangélicos en América Latina en gobiernos y parlamentos, donde sí actúan coordinadamente en defensa de sus temas. 

Como escribió Roberto Bosca, profesor de la Universidad Austral, “la emergencia de un presidente católico en el cenit del poder mundial se percibe como un nuevo dato a tener en cuenta cuando varios parlamentos y otras instancias gubernamentales de los países latinoamericanos se han llenado de protestantes de una diversidad de iglesias pentecostales y de otras variantes denominacionales cristianas. Los pastores evangélicos se han mostrado particularmente activos en la organización de una resistencia a la agenda de género”.