Bagdad-El Cairo (dpa) - La nueva y gigantesca embajada de Estados Unidos en Bagdad es un proyecto secreto que se está construyendo en una zona de seguridad herméticamente cerrada. Sin embargo, trascendieron algunos detalles del complejo diplomático, que abarca una superficie equivalente a 80 canchas de fútbol, en la que habrá también amplios parques y una gran piscina.
La embajada se ubica en la denominada Zona Verde, en la que también tienen lugar las sesiones de gabinete y parlamentarias iraquíes, así como el proceso contra el ex dictador Saddam Hussein.
El palacio de Saddam, en el que los estadounidenses instalaron su embajada provisoria, tampoco está muy lejos del nuevo complejo. Las cerca de 5.500 personas destinadas a trabajar en la embajada apenas salen de la zona de seguridad, por los riesgos de atentados, y dormirán en el mismo complejo, por lo que se están construyendo también amplios edificios de apartamentos e instalaciones recreativas.
Mediante un Club Americano, parques y un centro de compras se intentará superar la sensación de encierro. La provisión de agua, la generación eléctrica y el sistema de saneamiento cloacal será independiente de los del resto de Bagdad, ciudad que a tres años y medio de la guerra aún padece de constantes fluctuaciones en el suministro eléctrico. Los iraquíes pueden reconocer desde la distancia las dimensiones gigantescas que adoptará la embajada más grande del mundo, que deberá ser inaugurada en junio de 2007, a un costo de unos 600 millones de dólares.
Críticos del proyecto han señalado que la construcción -quizás el único proyecto estadounidense en Irak exitoso y realizado dentro de los plazos previstos- equivale a un claro mensaje político de parte de la administración Bush: "De aquí no nos vamos."
Pero el Departamento de Estado subraya que las dimensiones del proyecto sólo demuestran la fuerza del compromiso estadounidense en Irak. Son pocos los iraquíes que participan como obreros o ingenieros en la construcción, que es dirigida por cinco empresas estadounidenses y una kuwaití. "Nosotros los iraquíes sólo estamos a cargo de los trabajos sencillos", dice uno de ellos.
"Por razones de seguridad no podemos andar solos por la obra y nos revisan al entrar y salir del terreno de la construcción", dice otro iraquí, que, al igual que casi todos sus compatriotas que laboran en la Zona Verde, no quiere identificarse. Teme que las milicias rebeldes lo ejecuten por "colaborar con la ocupación estadounidense".
El miedo a los comandos asesinos lleva a los obreros de la construcción a variar todos los días el camino por el que retornan de la Zona Verde a sus hogares. Algunos incluso cambian todas las noches de lugar para pernoctar, entre amigos y parientes. Lo mismo vale para los jóvenes iraquíes que se han postulado para una serie de puestos calificados en el complejo diplomático. La embajada ha convocado a cubrirlos hace tres semanas. "Después de haber terminado mis estudios de administración de empresas en la universidad estuve dos años sin encontrar trabajo, a pesar de que he pagado altas sumas de soborno para conseguir un puesto en el Estado", cuenta Mahmud A., de 26 años, quien se presentó en la embajada después de largas dudas.
"Si me contratan tomaré medidas de seguridad para que no me encuentren los rebeldes", agrega temeroso.