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Los latinos piden a Obama: inmigración, inmigración, inmigración

La comunidad hispana confía en que pasada la crisis entrarán en la agenda temas como los derechos de los trabajadores, el seguro médico y la inmigración.

El pasado 4 de noviembre, el 67 por ciento de los hispanos votaron por Obama.
| dpa

Si algo despierta Barack Obama en amplios sectores de la población estadounidense es esperanza. En el caso de los latinos, esa esperanza está centrada en un asunto ya recurrente: que reabra el debate de una reforma migratoria integral.

Tras el abrumador apoyo que le dieron los latinos, -el 67 por ciento de los hispanos votaron por Obama el pasado 4 de noviembre-, los expertos y líderes de la comunidad hispana confian en que, cuando la crisis financiera salga del radar de la próxima administración, entrarán en la agenda temas como los derechos de los trabajadores, el seguro médico y desde luego, la inmigración.

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"Somos optimistas de que el rompecabezas se resolverá. Vemos una ventana de oportunidades para septiembre de 2009 y finales de marzo de 2010. Obama y el Congreso trabajarán juntos por un plan histórico para reconstruir nuestro sistema roto de inmigración", señala Frank Sharry, director ejecutivo de "Americas Voice", una organización a favor de los inmigrantes con sede en Washington.

Para el experto las elecciones dejaron claro que la reforma migratoria tiene un papel muy relevante. "Los que se oponen a una reforma de inmigración fueron un electorado menor, y aquellos para quienes el tema es un asunto definitivo, como los latinos e inmigrantes, fueron a las urnas en cifras récord", señaló Sharry, que añade que los votantes independientes expresaron claramente su descontento con la administración Bush, que no logró solucionar el problema.

Bush realizó varios intentos para reformar el sistema migratorio, pero todos fracasaron. En 2006 el Congreso presentó la Ley de Protección de la Frontera, Antiterrorismo y Control de Inmigración Ilegal y en 2007, en medio de marchas multitudinarias a nivel nacional, se intentó aprobar la Ley de Reforma de Inmigración. Ninguna de las dos se concretó debido a diferencias irreconciliables entre el bando demócrata y el republicano.

El primer proyecto de ley fue patrocinado por los republicanos y proponía criminalizar la estancia de indocumentados en Estados Unidos, acelerar las deportaciones en masa y construir un muro en la frontera.

El segundo naufragó a mediados de 2007 a pesar de contar con el apoyo de "pesos pesados" del Congreso como el republicano John McCain y el demócrata Ted Kennedy, del líder de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid, y del propio Bush. El plan proponía un camino hacia la ciudadanía para los aproximadamente más de 12 millones de indocumentados que se calcula ya residen en el país, previo pago de una multa y de su compromiso de aprender inglés e integrase en la sociedad.

Miles de latinos se echaron a las calles en masivas manifestaciones pidiendo la aprobación del plan. Sin embargo, los republicanos principalmente echaron por tierra el proyecto entre acusaciones de "amnistía" y quejas por la falta de control en las fronteras.

Con Obama, esperan, habrá una nueva oportunidad. Sharry apoya una reforma migratoria que respete los derechos de los trabajadores, tanto estadounidenses como inmigrantes. "Debe eliminarse la contratación ilegal, pero también la explotación ilegal", asegura.

"El país no puede darse el lujo de posponer más este tema. Las leyes actuales de inmigración tanto a nivel local como en la frontera están provocando la separación de miles de familias, aumentando el miedo y la falta de confianza de los inmigrantes en las autoridades e incrementado la violencia en las fronteras del sur", señaló el cardenal Roger Mahony, arzobispo de Los Angeles. Para el clérigo el asunto migratorio no es sólo un "social y económico, sino humanitario, moral y ético".

Asimismo, los expertos coinciden en que no podrá darse una solución a la crisis económica si no se toman medidas respecto a la inmigración. "La crisis económica le añade urgencia al asunto. No podemos tener una economía racional con un sistema roto de inmigración. El resto de la agenda se verá afectado si no se soluciona este problema", indica Janet Murguía, presidente del Concejo Nacional de la Raza.

Por su parte John Wilhelm, presidente del sindicato de trabajadores "Unite Here!" está de acuerdo con el cardenal en que no sólo se trata de un asunto social sino humanitario y de derechos humanos. "La lección que nos dejan las elecciones es que debemos trabajar juntos y dejar de lado las divisiones", añade.

Así las cosas, el objetivo de sacar de la sombra a los 12 millones de indocumentados y hacer que participen en la sociedad con normalidad parece pasar por un camino muy similar al que fracasó en 2007. "Tendrán que pagar multas, aprender inglés, entrar en el proceso hacia una ciudadanía para poder ser partícipes del futuro del país", afirmó Wilhelm, algo con lo que Obama parece coincidir a tenor de lo señalado durante su campaña.

La presión será fuerte sobre las espaldas del primer presidente negro de Estados Unidos, cuyo padre fue un estudiante de intercambio y cuya tía es una inmigrante indocumentada.

El futuro presidente prometió, entre otras cosas, reforzar la seguridad de las fronteras con más personal, infraestructura y tecnología. Además durante su campaña aseguró que mejoraría el sistema de inmigración disminuyendo la burocracia y aumentado el número de inmigrantes legales para mantener unidas a las familias y cumplir con las demandas de los empleadores.

Por el momento Obama cuenta con la confianza de los hispanos, pero deberá refrendarla con el asunto que más reclaman, la reforma migratoria. Según los expertos, la solución al espinoso asunto debe darse antes del final del 2010 si el nuevo presidente no quiere que los latinos le den la espalda y vuelvan a salir a la calle en busca de una solución.