Marina Silva pudo ser presidenta de Brasil en las elecciones anteriores. La ex ministra de Lula no solo representaba propuestas ecologistas: detrás de mucho de su discurso estaba la moral religiosa de los grupos evangélicos de los que ella misma era parte. Eduardo Cunha, el jefe de la Cámara de Diputados que fue clave en el impeachment a Dilma Rousseff y luego fue procesado por corrupción, también es evangélico. Fueron, son, algunos antecedentes institucionales de un avance que se estaba dando en el corazón de la sociedad brasileña y que explica también el triunfo de Bolsonaro. Votos que fueron para el candidato ultraderechista.
En palabras de Pablo Gentili, secretario ejecutivo de Clacso, radicado en Brasil: “El lugar que antes ocupaban las organizaciones populares o los propios sindicatos o las comunidades de base de la Iglesia Católica y otras entidades que tenían una vinculación muy directa con los barrios más pobres se rompió hace casi una década. A pesar de que los gobiernos del PT tuvieron una gran capacidad para generar políticas que beneficiaran a esos sectores, la propia dinámica del gobierno acabó desarticulando un enorme movimiento de activistas y militantes que actuaban en la base y que en función de sus propios dirigentes pasaban a la gestión pública o sus organizaciones empezaban a trabajar en forma más directa con el gobierno, y fueron perdiendo conexión con esa base. Ese espacio quedó desocupado. Pero como en política no hay espacios vacíos, los fueron ocupando otras organizaciones. En particular, entre ellas, las iglesias neopentecostales”, explicó.
Capital político. PERFIL conversó con Gentili. Según él, hubo un movimiento en la estructura de la representación de los sectores populares en Brasil: “El PT siempre tuvo contacto muy directo con las iglesias evangélicas. Los primeros diputados evangélicos fueron de izquierda. No de ultraderecha. En cambio, las iglesias neopentecostales fueron ocupando el territorio y hoy tienen una enorme capilaridad en los sectores populares y son los que le están dando una base social pobre muy importante a Bolsonaro”.
La pérdida de poder trasciende las elecciones: “Recuperar ese voto, especialmente en ciudades como San Pablo, Río o Belo Horizonte, no depende tanto de la voluntad de Fernando Haddad o del discurso que él tenga hacia esos sectores más pobres, que son la base histórica del PT, sino de que se reconstruya una conexión más directa de la izquierda con esos sectores populares”, concluyó.