INTERNACIONAL
LA LTIMA GRAN FAVELA DE RIO DE JANEIRO

Luego de la "pacificación", algunos en la Rocinha "extrañan" al jefe narco

A una semana del operativo, qué esperan tras la recuperación. Teresinha Lopes le alquilaba su casa a Nem, el mayor narco local y lloró cuando lo detuvieron. Fotos. Galería de fotos

Teresinha Lopes, propietaria de un local comercial de la favela Rocinha.
| Mara Tomietto

La operación denominada “Choque de Paz” ha concluido con la pacificación de Rocinha, la última gran favela de la Zona Sur de Río de Janeiro. Esta región contiene algunas de las postales más atractivas de la ciudad, como las playas de Copacabana, Ipanema y el Pão de Açucar.

A diferencia de la favela pacificada el año pasado, Complejo del Alemán, cuyo choque violento terminó con más de 30 muertos, la ocupación de las fuerzas oficiales en la Rocinha se efectuó sin resistencia. Como afirma Antonio Santos, peluquero que vive y trabaja desde hace 25 años allí, "la operación del domingo fue un éxito, no hubo ni un sólo tiro".

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Tres días antes de la ocupación de la Rocinha, Antonio Francisco Bonfim Lopes, conocido como "Nem", el mayor narcotraficante local, fue capturado mientras intentaba escapar en el baúl de un auto de lujo. Ese fue un logro decisivo para mantener la confianza de una transición sin violencia.

Teresinha Lopes vive en la Rocinha hace casi 30 años. Vende pimientos y miel en la calle, junto a otras tiendas precariamente levantadas sobre la tierra empinada. "Yo no quiero irme de la Rocinha, y mi hijo tampoco. Acá todos trabajamos. Yo abro mi negocio a las 6 de la mañana, cierro a las 8 de la noche, y lo disfruto".

Oriundo de Paraíba, estado del Nordeste del país, Antonio Santos explica que en su pequeña peluquería a veces no tiene descanso. "Hay cinco personas siendo atendidas y otras cinco esperando todos los fines de semana".

Como Antonio, Teresinha también dejó el estado de Paraíba para vivir en Río de Janeiro. "Encontré un trabajo de niñera y me fue muy bien". Dice que lo que más le gustó de Río de Janeiro fue el dinero. “La nostalgia de casa era muy grande, pero la necesidad era mayor".

Con la seguridad estatal comienzan los trabajos de urbanización que cuentan con una inversión de 100 millones de reales. Según explica el Director de Identificación Civil de DETRAN-RJ, Marcos Siliprandi, "el proceso de transición se va dando gradualmente. Primero viene la acción policial y luego, inmediatamente, la acción social, en donde el gobierno llega con todos los servicios para beneficio de la ciudadanía".

Y no sólo llegan los servicios públicos. La pacificación de una favela acarrea consigo oportunidades para las empresas privadas. También se consolida el negocio inmobiliario. "El alquiler de un departamento en la Rocinha puede llegar a unos 600 reales”, confirma Teresinha. Es uno de los denominados “efectos UPP”.

La Unidad de Policía Pacificadora (UPP) es un modelo de seguridad pública que recupera para el Estado los territorios ocupados por grupos de traficantes y criminales armados.  

Más allá del marco legal, para Antonio Santos la vida en la favela siempre fue pacífica. “Los traficantes no se metían con el que estaba al margen del tema de las drogas”. Aunque la pacificación promete traer beneficios para la comunidad, Antonio explica que “ciertas partes de la favela tienen un saneamiento muy precario y que venga sólo la policía no sirve de nada. El problema nunca ha sido la violencia para el que vive en la favela”.

Teresinha confiesa: “Yo le alquilaba una casa a Nem -el narco detenido-. Él la usaba para quedarse tranquilo, para descansar y también para estar con sus chicas. Hacía tres años que le alquilaba mi casa”. Y asegura que en la favela sabían que Nem se iba a entregar, “porque no quería perjudicar a la comunidad”.

Si bien se cree que la captura del jefe narco de la mayor favela de Río de Janeiro fue un alivio para la comunidad, Teresinha dice que “acá todos nos quedamos tristes con la escena de Nem siendo capturado”. Y concluye: “Yo lloré cuando lo atraparon”.

No obstante, Marcos Siliprandi, afirma que “la recepción de la comunidad fue maravillosa, ya que antes las personas se sentían reprimidas, tenían mucho miedo, y recién ahora están sintiéndose realmente en paz”. 

En Rocinha el poder ha cambiado de mando. La identidad de ese espacio hasta el domingo regido por leyes propias, se transforma con la ocupación de las fuerzas públicas y el control estatal. Pero el proceso de transición social y cultural es más profundo.

“La favela es linda, ¿no?”, me pregunta una adolescente escoltada por cinco amigas que vestían una remera de la Prefectura de Río de Janeiro. Sin darme tiempo a responder, se acerca y me dice: “pero era mejor cuando Nem estaba aquí”.

(*) Periodista. Especial para Perfil.com.