“En mi vida, sólo hice cosas imposibles”. La frase fue dicha por Luiz Inácio Lula Da Silva el 5 de noviembre de 2003, cuando transitaba su primer año en la presidencia de Brasil y se encontraba de gira por Africa. Y, en cierto modo, es verdad: A Lula le pasaron muchas cosas que son comunes para los pobres de Brasil, y de otros lugares del mundo, pero que en su caso coronaron en el primer presidente de origen popular del país vecino que, además, realizó dos gestiones superlativas. Ahora, su reacción frente a la enfermedad irradia un optimismo, una confianza en las propias fuerzas y una fe en Dios (Lula es un producto del catolicismo militante) que lo engrandecen aún más e invitan a recordar algunos pasajes de su vida.
Lula nació el 27 de octubre de 1945 en Vargem Comprida, un poblado castigado por la sequía y el hambre del Nordeste, en el estado de Pernambuco. Un mes antes de que naciera, el padre había abandonado a su esposa y a sus seis hijos para emigrar a San Pablo, siguiendo la ruta de tantos nordestinos; lo hizo, el padre, junto a una prima de su mujer, de 15 años, a la que convirtió en su nueva esposa.
Una figura muy poderosa en Lula es su madre, Doña Lindu, con quien sobrevivieron como pudieron hasta que cuando Lula tenía 7 años, la mamá decidió emigrar también ella con su prole a San Pablo. “Vámonos, para bien por para mal; para morir de hambre, nosotros morimos en San Pablo”, recuerda el ex presidente que dijo su madre.
Lula pudo estudiar solo hasta el quinto grado y luego hizo un curso de tornero mecánico, gracias al empuje de su madre, que lo acompañaba a clases casi todos los días. No tenían plata ni para el colectivo por lo cual emprendían largas caminatas. Luego, la historia es más conocida: fiel producto de la Iglesia Católica, en plena batalla cultural con el comunismo en el Gran San Pablo, encabezó el sindicato de los Metalúrgicos durante la dictadura; fundó en 1980, en un colegio católico, el Partido de los Trabajadores; perdió una elección a gobernador de San Pablo y tres a presidente, hasta que ganó en su cuarta presentación.
También tuvo la desgracia de perder a su primera mujer y a su primer hijo: los había dejado en un hospital público una noche en la que ella comenzó el trabajo de parte, y regresó a la mañana siguiente con la ropita del bebé para enterarse de que ambos habían fallecido. Lula siempre sospechó que había sido una mala praxis médica, pero no pudo hacer nada.
(*) Autor del libro Lula, la izquierda al diván.