Nueva Delhi/Kabul.- Hace cinco años que las primeras bombas cayeron sobre Afganistán. El régimen radical islámico en Kabul se había negado a entregar a Osama bin Laden, el autor intelectual de los atentados en Nueva York y Washington. Afganistán se convirtió en el primer objetivo de la lucha internacional contra el terrorismo. "Ahora, los talibanes van a pagar un precio", dijo el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en su discurso del 7 de octubre de 2001. "La paz y la libertad triunfarán". Cinco años después crece el temor en Occidente a un fracaso en Afganistán. Los talibanes pagaron su precio: fueron derrocados. Sin embargo, hace tiempo que comenzaron a cobrarle el precio a Occidente.
La estrategia de los rebeldes consiste en una mezcla de ataques guerrilleros y atentados. De modo especial han aumentado los atentados suicidas, que antes casi no existían en Afganistán: este año, hasta finales de septiembre, hubo casi 60 atentados suicidas, que causaron la muerte, además de los suicidas, de unos 170 afganos y 13 soldados extranjeros.
Desde finales de 2001, casi 500 soldados extranjeros han muerto en el marco de las operaciones militares en Afganistán, de ellos más de 160 tan sólo entre enero y finales de septiembre de este año, es decir, mucho más que en los años anteriores.
Para las tropas extranjeras, el pasado verano (boreal) fue el más sangriento desde la caída del régimen talibán. Especialmente en el sur, región que de forma imperdonable había sido descuidada por la comunidad internacional, se han producido fuertes enfrentamientos, que muchas veces se prolongan durante varios días.
En esa región, la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), comandada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), asumió a finales de julio el mando de las tropas de la coalición encabezadas por Estados Unidos.
La ISAF quiere dar un golpe de timón a última hora: intenta expulsar a los talibán para que en esa región, más segura, se realicen con mayor rapidez y de forma más visible obras de reconstrucción.
La comunidad internacional pretende conquistar así las mentes y los corazones de los afganos del sur. Muchos habitantes del sur, frustrados, se han aliado a los talibán. La realización del nuevo plan comenzó de forma poco prometedora: cientos de combatientes talibán murieron en enconados combates, pero también perdieron la vida muchos soldados de la ISAF, especialmente británicos y canadienses.
Hace poco, el ministro de Defensa de Gran Bretaña, Desmond Browne, admitió que su país y la OTAN habían subestimado la fuerza de los rebeldes en el sur. "Debemos reconocer que incluso ha sido más difícil de lo que esperábamos", dijo. En junio, cuando las tropas británicas fueron reubicadas en el sur de Afganistán, el entonces ministro de Defensa y actual ministro del Interior británico, John Reid, aún había manifestado la esperanza de que sus compatriotas pudieran en algún momento "abandonar Afganistán sin haber disparado un solo tiro".
Sin embargo, decenas de miles de tiros después, la OTAN se halla ante un dilema díficil: países como Alemania, que aportan un gran número de soldados, quieren evitar a toda costa su implicación en la guerra que se libra en el sur de Afganistán. Sin embargo, Canadá y Gran Bretaña no quieren ser los únicos que todo el tiempo tienen que llevar el peso de la guerra.
Hace algunos días, con motivo de la prórroga del mandato de las tropas por parte de la Cámara de Diputados de Alemania, el gobierno de Berlín reiteró que las fuerzas germanas deben permanecer en Kabul y en el norte de Afganistán, una región relativamente tranquila.
En un comentario amargo, el periódico británico "The Guardian" escribió que países como Alemania "no enviaron tropas a Afganistán para el combate, sino para echar un baile de solidaridad". En opinión del rotativo, la intervención de la OTAN en Afganistán ha sido un desastre, aunque "una retirada haría retroceder al país a tiempos oscuros".
Los que obviamente no ocultan su alegría por esta situación son los talibán y Al Qaida. "Gracias a Alá, este verano quema a los cruzados en Afganistán con sus llamas, tal como les había advertido antes el líder de los fieles, el mullah Mohammad Omar", dijo el "número dos" de Al Qaida, Aiman al Zawahiri, en un mensaje videograbado con motivo del quinto aniversario de los atentados del 11 de septiembre.
En alusión al único superviviente británico de una batalla que tuvo lugar en Afganistán en 1842, Al Zawahiri advirtió a los británicos que "el doctor Brydon esta vez no regresa a la India, ya que su cadáver será arrojado a los perros en Afganistán para que lo devoren".