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Murió Fidel

¿Qué tenía Fidel Castro en la cabeza?

Análisis del pensamiento intelectual, religioso e ideológico del líder de la Revolución Cubana.

Fidel Castro, en una imagen extraída de un documental de la televisión pública de EE.UU.
Fidel Castro, en una imagen extraída de un documental de la televisión pública de EE.UU. | Cedoc

Tratar de conocer el pensamiento, tanto religioso, como intelectual e ideológico del recientemente fallecido Fidel Castro puede conducir por disímiles caminos surgidos desde perspectivas radicalmente opuestas. Y no es para menos. Un hombre revolucionario no se forjó para resultar indiferente al curso de la historia. Sea desde un enfoque netamente castrista, o desde una perspectiva más liberal, el líder histórico de la Revolución Cubana puede definirse como un “comandante” comunista marxista-leninista, o bien, como un dictador totalitarista.

¿Qué y cómo pensaba Castro?

Más allá de como pueda ser categorizado respecto de su forma de administrar la suma del poder político en la isla caribeña, a lo largo de los décadas deslizó su posición sobre todos los aspectos arriba enumerados de su personalidad. Lo hizo público principalmente mediante discursos y escritos, y escasamente a través de entrevistas a medios de propaganda o de comunicación.

Al hacerle esta pregunta a sus partidarios, e inclusive a él mismo, la primera definición es la de comunista “martiano”, y esto es merced a la influencia de la obra de José Martí en el pueblo cubano. Significativa es asimismo la influencia cristiana en Castro, quien en un primer momento proclamó al Estado cubano como secular mediante la Constitución revolucionaria, aunque luego fue progresivamente admitiendo principios emergentes del cristianismo principalmente enrolado en la Teología de la Liberación.

Ante todo, Castro fue un pragmático. Supo acercarse y mantener una fuerte alianza con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en momentos en que la China de Mao Tse-Tung se vinculaba a los Estados Unidos -Kissinger mediante- y, más tarde, tras la caída de la U.R.S.S. no dudó en recibir al Papa Juan Pablo II en el Palacio de la Revolución en el año 1998, lo que derivaría en una lenta pero progresiva apertura hacia la Iglesia Católica.

Pienso que ese sermón de la Montaña lo habría podido suscribir Carlos Marx”, dijo en una famosa entrevista de 1985 al fraile dominico brasileño, teólogo de liberación, Frei Betto. Dicho reportaje terminaría confluyendo en el libro llamado “Fidel y la Religión”, uno de cuyos ejemplares el líder cubano regalaría en 2015 al Papa Francisco. Precisamente, Castro tuvo una educación impartida por jesuitas, de quienes diría tiempo después que lo influenciaron “con su organización estricta, su disciplina y sus valores”. “Influyeron en mi sentido de justicia”, confesó.

Desde el plano intelectual, Fidel basaba su sistema de creencias en la combinación de una filosofía política marxista y los valores religiosos adaptados a la revolución.  Luego de anunciar en 1959 el comienzo de la Revolución desde el balcón del Ayuntamiento de Santiago de Cuba, atrajo a los intelectuales de izquierda de todo el mundo. Personajes de la talla de Jean-Paul Sartre, Marguerite Duras, Jorge Semprún, y Simone de Beauvoir se acercaron al flamante castrismo en los años ’60 aunque tiempo después comenzaría la ruptura.

Tras dos años de haber terminado con el régimen de Fulgencio Batista, Castro endureció los límites de la libertad de expresión y proclamó: "En la Revolución todo, contra la Revolución, nada". En este marco, en 1971, las autoridades cubanas detuvieron al poeta Heberto Padilla, lo que provocó una ruptura con los pensadores “militantes”. Sartre decidió enviar una crítica carta firmada por más de 50 intelectuales. ¿Cuál fue la respuesta? Castro respondió calificándolos de "agentes de la CIA" y les prohibió la entrada a Cuba de forma indefinida.

Algo similar ocurrió con la intelectualidad latinoamericana, de la cual uno de los pocos que mantuvo su relación con el castrismo fue Gabriel García Márquez.

Para Fernando Pedrosa, profesor, historiador e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, la calidad de “intelectual” de Castro está en duda. “No me animaría a decir que Fidel Castro fue un pensador. O que cuando inició su camino al poder supiera cómo iba a ser el futuro de Cuba y su propio futuro. Al iniciar la revolución y antes del giro comunista ni siquiera era marxista y puede ubicárselo en ese difuso nacionalismo populista latinoamericano”, explicó en diálogo con PERFIL.

Pedrosa fundamentó: “Lo que además se reafirma por su formación jesuítica y que deriva en un clásico del pensamiento de ese grupo que es el rechazo por la modernidad, por la democracia representativa y el capitalismo. Eso lo acercó al pensamiento de corrientes de derecha e izquierda de América Latina unidas en el concepto movimientista. Montoneros fue un ejemplo. También explica la cercanía que Francisco aún siente por Cuba y su modelo de igualdad en la pobreza”.  

Y agregó: “Fue un tipo pragmático que se fue embebiendo a medida que avanzó el proceso revolucionario, en algunas de las ideas de la época. Frente a las influencias del momento prefirió optar por el autoritarismo stalinista soviético, antes que las influencias de corte más liberal europea que venían de la mano de los derechos de la mujer, el psicoanálisis, la libertad sexual, los valores posmateriales, etc. Eso se observó, por ejemplo, en la misoginia de la conducción revolucionaria, la persecución a la homosexualidad y la prohibición del psicoanálisis en la isla”.

Respecto de su ideología, el profesor de la UBA fue tajante: “Castro no fue un intelectual, fue un hombre de acción, un intuitivo y con el correr del tiempo, un gran jugador en el tablero de la Guerra Fría más que nada por el espacio geográfico en que estaba ubicada la isla. Castro tenía una solo ideología clara que era mantener el poder y la supervivencia del régimen político cubano”.

“Al mismo tiempo (y eso lo distanció de Guevara) era propenso a alinearse con Moscú en temas cruciales de la agenda geopolítica. Así no dudó en aliarse en numerosas ocasiones con la dictadura argentina como se vio en Malvinas o bloqueando condenas en la OEA por el tema DDHH en función de la sólida relación comercial que mantenían entre la URSS y Argentina. Castro (como el Che) se convirtió en ícono del sector progre intelectual argentino y sobre todo de sectores universitarios. Y por lo tanto debieron pasar a ambos por cierto proceso de ‘intelectualización’ para opacar su lado militarista”, apuntó Pedrosa.

“Al progresismo argentino le encanta el socialismo. Sobre todo lejos y si es posible con playas caribeñas”, lanzó con ironía el investigador.

En las últimas semanas, Crisol (el portal cultural de Granma) publicó: “El pensamiento de Fidel Castro, es un pensamiento universal ha dado valiosos aportes a la teoría marxista y ha enriquecido el pensamiento revolucionario cubano. (…) Su pensamiento está en constante evolución, se desarrolla y se agiganta, buscando siempre la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, sean o no creyentes”.

Al recibir décadas atrás a Juan Pablo II, Fidel Castro aseguró: “Cuba no conoce el miedo, desprecia la mentira, escucha con respeto, cree en sus ideas, defiende inconmovible sus principios y no tiene nada que ocultar al mundo”. De momento, para los opositores al sistema unipartidista de los Castro, el poder manifestarse libremente representa una misión extremadamente difícil, lo que impacta de manera negativa en el desarrollo su propio marco teórico sin sentirse presionados por el Estado cubano.