Dilma Rousseff confía en que “aún va a correr mucha agua bajo el puente hasta las elecciones”. Así lo afirmó esta semana luego de un reunión con la cúpula del Partido de los Trabajadores (PT) en el Palacio de Alvorada, en el que analizaron el crecimiento en las encuestas de su rival Marina Silva. La mandataria cree que el auge de la candidata opositora es transitorio y que su “inconsistencia” política quedará demostrada con el correr de la campaña. Sin embargo, ya son tres los sondeos nacionales que pronostican un triunfo de Silva en la segunda vuelta.
Por estas horas, el mayor desafío de Rousseff es volver al centro de la escena y evitar que la coyuntura la coloque en una postura defensiva. Eso fue lo que ocurrió ayer, cuando tuvo que salir a decir que el mal desempeño de la economía brasileña es sólo “momentáneo”. Fue luego de que se conocieran los datos oficiales sobre la contracción del PBI, que retrocedió 0,6% en el último trimestre y registró cifras negativas por segundo trimestre consecutivo.
Para los economistas, seis meses sin crecimiento implican que Brasil entró en “recesión técnica”. La jefa de Estado, en cambio, siguió al pie de la letra los argumentos de su ministro de Hacienda, Guido Mantega, al asegurar que el parate se debió a que “por el Mundial hubo la mayor cantidad de feriados en la historia reciente del país”.
El gobierno brasileño cuenta al menos con un aliciente: el aumento del consumo familiar se ubicó en 0,3% y no se derrumbó tanto como la actividad industrial y la inversión, que cayeron 1,5% y 5,3% respectivamente. Esa es la “variable de oro” para el PT, cuya base electoral se encuentra entre los sectores populares que destinan la mayor parte de sus ingresos al consumo y no al ahorro.
Pero Brasil ya no es el país que encontró Luiz Inácio Lula da Silva cuando asumió su primera presidencia. En los últimos diez años, millones de familias pobres ascendieron en la escala social, lo que disminuyó la influencia relativa de los bolsones marginales en los resultados electorales.
“Dilma seguirá captando el voto de esos sectores (sobre todo en el norte del país), pero éstos ya no tienen un peso central en los comicios –dijo a PERFIL el analista Rafael Cortez, director de la consultora brasileña Tendências–. Las elecciones se definirán por el comportamiento electoral de la nueva clase media”.
Es precisamente en ese segmento de la población donde Silva puede causar más daño al proyecto reeleccionista de Rousseff. Según Cortez, los votantes naturales de la líder ecologista son los jóvenes “ABC1” con alta escolaridad de los grandes centros urbanos, que protagonizaron las protestas ciudadanas durante la Copa del Mundo. “Marina moviliza al electorado que no se siente representado por los partidos tradicionales y que expresa hartazgo con la clase política”, subrayó.
Si Silva logra sumar además a los sectores recientemente incorporados a la clase media, las chances de Rousseff se verán amenazadas. Ya son tres las encuestas que marcan esa tendencia: a los sondeos de las consultoras Datafolha e Ibope se sumó el miércoles otro encargado por la Confederación Nacional de Transporte que pronostica casi seis puntos de diferencia para Silva en el ballotage. Habrá que ver, claro, cuánta agua resta correr aún por debajo del puente.