Saeed Jalili no necesita pergaminos para demostrar su fidelidad a la Revolución Islámica: lleva en su propio cuerpo la marca de su devoción por el régimen de los ayatolás. En 1986, cuando tenía 21 años, perdió la pierna derecha por una herida mal curada que sufrió en la guerra entre Irán e Irak. Jalili era demasiado joven para combatir en el ejército, pero se ubicó en la línea de fuego enrolándose en los Basij, la fuerza paramilitar de voluntarios creada por el líder supremo iraní Ruhollah Jomeini.
Una prótesis y una renguera son el recordatorio permanente de aquellos años para Jalili, el candidato favorito para reemplazar al actual presidente, Mahmoud Ahmadinejad, en los comicios que se celebrarán el próximo viernes. Aunque la última palabra nunca está dicha en Irán, Jalili parte con la ventaja de ser el preferido del ayatolá Alí Jamenei y de los sectores tradicionalistas que controlan los resortes políticos de la república islámica.
El candidato, de 48 años, ocupa la estratégica secretaría del Consejo Supremo de Seguridad Nacional desde 2007. En ese cargo se desempeña como negociador de Teherán sobre la cuestión nuclear ante las potencias occidentales. Se lo considera un miembro del círculo íntimo de Jamenei y representante directo del núcleo duro de los ortodoxos ultraconservadores chiitas que dominan el Poder Judicial y el Parlamento, y que ahora van por el Ejecutivo.
Aunque no tiene experiencia en gestión, el mérito de Jalili ha sido mantenerse como un equilibrista en la disputa entre facciones. Llegó a convertirse en el principal candidato presidencial sin necesidad de pronunciarse a favor o en contra de Ahmadinejad, enfrentado con Jamenei. Por eso se cree que, aunque es un “halcón” del régimen, su figura podría ayudar a alinear a todos los sectores políticamente admitidos por el ayatolá.
Nacido en Mashhad, la misma ciudad de la que es oriundo Jamenei, Jalili hizo la mitad de su carrera como funcionario de la Cancillería hasta que en 2001 pasó a servir en la oficina del supremo líder. En los últimos años, Jalili asumió el rol de guardián del programa nuclear iraní ante las presiones de los Estados Unidos y sus aliados, que temen que Teherán esté desarrollando el arma atómica.
El estilo elíptico de Jalili como negociador nuclear fue un eficaz obstáculo que impuso Irán a Occidente, y su llegada a la presidencia podría agravar esa tendencia. En un tenso debate televisivo realizado esta semana, otro de los candidatos habló de la necesidad de resolver el problema de las sanciones internacionales a Irán por su programa nuclear a través de una “diplomacia inteligente” y una mejora de las relaciones internacionales. La respuesta de Jalili fue contundente: “Usted habla de amistad, pero las relaciones internacionales requieren intereses recíprocos”.
Jalili competirá en las urnas con otros siete candidatos aprobados por el ayatolá. Sus principales oponentes son el popular alcalde de Teherán, Mohammad Qalibaf, y el ex canciller Alí Akbar Velayati, otro íntimo de Jamenei e imputado por la Justicia argentina en la causa AMIA. Sin embargo, las diferencias programáticas entre los tres son casi nulas. Así, el supremo líder será el gran ganador de las elecciones más restrictivas desde la revolución de 1979.
Riesgos para el memorándum por la AMIA
Los antecedentes de Saeed Jalili sugieren que, con él en la presidencia, Irán endurecería sus líneas de política exterior, lo que podría impactar negativamente en el acuerdo con la Argentina sobre el atentado a la AMIA. Si llegara al poder, Jalili debería decidir qué hacer con el memorándum que firmó Mahmoud Ahmadinejad, presidente saliente que pertenece a otro sector y al que el régimen de los ayatolás intenta marginar.
A su vez, los sectores más duros de la república islámica encontrarían en Jalili un interlocutor más receptivo para sugerir eventuales revisiones al memorándum, en especial sobre la cuestión de las circulares rojas de Interpol contra funcionarios y ex funcionarios de Teherán.
Pocas semanas antes de dejar el poder, Ahmadinejad aprobó el acuerdo sin hacerlo pasar por el Parlamento. El gobierno argentino espera ahora que Irán lo ratifique en su Boletín Oficial.