París - El candidato conservador Nicolás Sarkozy dio un paso adelante el domingo en su sueño de convertirse en presidente de Francia, un momento que espera con ansiedad mal escondida desde hace años y por el cual trabajó sin descanso y neutralizó a varios adversarios en el camino.
Sarkozy, de 52 años, candidato más votado en la primera vuelta, empezó su campaña electoral el pasado enero con la frase "He cambiado", pero en las semanas posteriores ha seguido siendo fiel a su reputación, sobre todo en cuestiones claves como la inmigración o la seguridad.
Desde hace meses, y pese a sus propuestas polémicas de campaña, como la creación de un ministerio de la Inmigración e Identidad Nacional, Sarkozy ha sobrevivido y se ha mantenido siempre en cabeza de los sondeos.
La extrema derecha, la izquierda, organizaciones sociales y los más osados de la prensa no han escatimado críticas hacia este hombre que, según ellos, da miedo, es inestable y no tiene capacidad para presidir Francia. "Insultos, mentiras, los he tenido todos", exclamó Sarkozy esta semana.
Hijo de un inmigrante húngaro , Sarkozy, abogado de 52 años, tiene una experiencia de 30 años de vida política.
A los 19 años ya dirigía las juventudes de la derecha francesa, a los 20 pronunció un discurso que dejó con la boca abierta a todos los viejos lobos de la derecha francesa y con menos de 30 fue elegido alcalde de Neuilly sur Seine, una ciudad burguesa a las afueras de París.
La carrera a la presidencia de este político de energía infatigable, ambicioso y omnipresente, se inició realmente cuando asumió el liderazgo del partido Unión por un Movimiento Popular (UMP) en 2004.
En los últimos meses, Sarkozy consiguió poco a poco los apoyos de los pesos pesados del partido, incluido el tibio respaldo del actual presidente, Jacques Chirac.
Sus malas relaciones con el jefe de Estado se remontan a 1995, cuando Sarkozy lo "traicionó" defendiendo la candidatura de Edouard Balladur en las presidenciales en las que Chirac resultó finalmente vencedor.
Durante su campaña ha insistido en presentarse como el candidato de la ruptura y en marcar las diferencias con la política llevada a cabo por su predecesor.
Su defensa de la identidad nacional, su deseo de controlar, elegir y reducir la inmigración y la mano dura aplicada para reducir la inseguridad recordaron a menudo a las propuestas de la extrema derecha, pero Sarkozy hizo oídos sordos y recordó que sus ideas reciben el apoyo mayoritario de los ciudadanos.
Su partidarios lo consideran el único hombre que sabrá enderezar la economía y garantizar la seguridad.
Para sus detractores, es un hombre "brutal" y "peligrosamente inestable" que sería capaz de todo con tal de conquistar la presidencia de Francia.
Su amistad con los actuales dirigentes estadounidenses y una cierta visión del mundo "a la americana", neoliberal y conservadora, provocaron también las críticas de una parte de la clase política.
Además, sus declaraciones durante la violenta revuelta en los suburbios de París en noviembre de 2005 cuando llamó "escoria" a sus jóvenes habitantes, las afirmaciones despectivas hacia los musulmanes y su forma "elitista" de hacer campaña lo han convertido en "persona non grata" en estos arrabales donde la exclusión es dramática.
Sarkozy es ridiculizado a menudo en la prensa o en los programas satíricos de la televisión, donde aparece como un político chiquitín, celoso, entrometido y con poca clase, algo que parece importar poco a este hombre, convencido de que un día la Historia le dará el lugar que merece.
La única mancha en esta carrera fulgurante del candidato de la UMP fue la crisis matrimonial con su segunda esposa Cecilia, de origen español, con quien tiene un hijo. Sus problemas conyugales fueron hace un año y medio portada de la prensa del corazón.
En este momento, las aguas parecen haberse calmado, pero los rumores sobre la verdadera situación de la pareja se multiplican. El candidato prometió explicarse al respecto "después de las elecciones".
Fuente: AFP