En la medianoche del 1 de junio de 2009, el vuelo 447 de Air France despegó de Río de Janeiro con 228 personas a bordo, incluído un argentino. Debía llegar a las 11 de la mañana siguiente a París. Pero en medio del Océano Atlántico, el Airbus A330-200 desapareció de todos los radares.
Sólo parte de los restos del avión fueron encontrados en alta mar, semanas después, junto a algunas de las víctimas. Se dijo que la aeronave se partió en el aire, que fue afectada por una tormenta, y hasta se especuló con un meteorito chocando contra el fuselaje. Pero la respuesta definitiva nunca llegó.
La búsqueda nunca se detuvo. La Oficina de Investigaciones y Análisis (BEA, por su sigla en francés) halló nuevos restos de la aeronave y espera pronto encontrar las cajas negras, que ayudarían a explicar lo ocurrido. Los investigadores creen que el sector donde se encuentran los restos "es relativamente reducido", según declaró el titular de la BEA, Jean-Paul Troadec, al diario Observador Global.
Los robots submarinos que emprendieron la búsqueda hallaron también más cuerpos de las víctimas de la tragedia, aunque aún no se confirmó cuántos ni a quiénes pertenecen. "Es cierto que se han visto cuerpos, pero dada la delicada naturaleza del tema preferimos mantener ciertos detalles para las familias",dijo a la agencia EFE el ministro de Transporte francés Thierry Mariani.
La BEA lanzó el 25 de marzo pasado una cuarta fase de búsquedas en una zona de 10.000 kilómetros cuadrados. Hasta ahora encontraron "motores y algunos elementos de las alas", dijo Troadec. Hasta ahora, la investigación tuvo un costo de 21,6 millones de euros.